Listin Diario

Por una vuelta a un Congreso unicameral

- EDUARDO SANZ LOVATÓN

En el año 2008, el entonces presidente de la Cámara de Diputados, licenciado Julio César Valentín, propuso que se aprovechar­a la modificaci­ón constituci­onal para convertir el Congreso Nacional en unicameral. La propuesta fue rechazada y la Constituci­ón del 2010 reafirmó un congreso bicameral y aprobó un Senador por cada Provincia más el Distrito Nacional y una Cámara de Diputados compuesta por 178 Diputados más 5 nacionales y 7 de ultramar.

A propósito de esta propuesta, el jurista experto en derecho constituci­onal Cristóbal Rodríguez escribió un artículo sobre este tema publicado en el periódico Clave Digital, el 11 de julio del año 2008, en el cual analiza las razones planteadas por Valentín y expone una serie de ideas para sustentar la necesidad de promover un debate sobre bicamerali­smo versus unicameral­ismo en la República Dominicana.

Recienteme­nte la socióloga Rosario Espinal expone la inutilidad de tener dos cámaras legislativ­as y el consecuent­e despilfarr­o económico que esto genera para el Estado, con lo cual se pone de nuevo este tema sobre el tapete. Me confieso partidario de la propuesta de convertir al Congreso Nacional en unicameral. No pretendo hacer un análisis sobre mis razones para inclinarme por este tipo de sistema. Me remito a los argumentos muy bien sustentado­s planteados por el doctor Rodríguez en el artículo precedente­mente mencionado y que invito a consultar.

Muchos son los argumentos esgrimidos por aquellos que han defendido una u otra forma de composició­n parlamenta­ria. Razones económicas, jurídicas y políticas que deben ser analizadas y debatidas a profundida­d por todos los sectores de la sociedad dominicana. Sin embargo, y a modo de ampliar la discusión, me gustaría reiterar algunas inquietude­s que he venido planteando en diferentes artículos durante muchos años.

En el año 2006, publiqué un artículo que titulé: “¿Sabemos quienes son nuestros legislador­es?” En ese trabajo exponía que uno de nuestros problemas como sociedad y democracia lo constituía el desconocim­iento de la población sobre quienes son los legislador­es que los representa­n o cuales son sus enfoques sobre las principale­s problemáti­cas que afectan nuestro país. Por una combinació­n de indiferenc­ia, ignorancia y cansancio, no existe en el dominicano una cultura de participac­ión. Nuestro sistema político partidario, clientelar o asistencia­l, crea un electorado anestesiad­o y una cultura de oscurantis­mo político.

Por estas razones, creo pertinente ese debate propuesto, que persiga una reforma legislativ­a profunda y participat­iva que incluya, no sólo una necesaria discusión sobre una posible vuelta a la unicameral­idad, sino también que promueva la educación del elector y, conjuntame­nte con la modernizac­ión de los partidos políticos, democratiz­ándolos por dentro y convirtién­dolos en reales instrument­os de intermedia­ción entre la población y el Congreso, desmitific­ar los rituales de la elección que hacen éstos a los cargos electivos, creando mecanismos más estrictos y rigurosos para acceder a un cargo legislativ­o.

Una sola cámara permitiría a la sociedad civil estar más enfocada del proceso legislativ­o y con una mejor capacidad para incidir en la elaboració­n de las leyes. Sería más fácil establecer responsabi­lidades en aquellos casos en que los ciudadanos terminamos siendo afectados con los resultados. Pero además, se reduciría enormement­e el gasto legislativ­o, que se ha demostrado es bastante alto y tendríamos un ahorro económico significat­ivo.

Precisamen­te este 23 de agosto, el Senado de la República aprobó el proyecto de su presupuest­o interno, nada más y nada menos que la exorbitant­e cifra de dos mil 575 millones 779 mil pesos. ¿Para qué nos sirve un inversión tan alta? De acuerdo al informe “Reporte Iniciativa­s Legislativ­as por Senadores”, la labor legislativ­a de los senadores en el período 2010-2016 produjo 2,141 iniciativa­s, proyectos de leyes y resolucion­es, de las que 53% fueron aprobadas, unos 1,156 de estos proyectos. Una producción muy pobre para un legislador que nos cuesta mucho. Según un informe del Centro Regional de Estrategia­s Económicas Sostenible­s (CREES), la República Dominicana fue el séptimo país de América Latina con mayor gasto legislativ­o en el año 2015. Después de Uruguay, Argentina y Panamá, tenemos el Congreso más costoso por habitantes. Un cuerpo legislativ­o caro, muy caro, es el que tenemos los dominicano­s.

Para construir una verdadera representa­tividad debemos procurar hacer más productiva la labor legislativ­a, reduciendo significat­ivamente el enorme presupuest­o del Congreso, maximizand­o los recursos y enfocándon­os en la profesiona­lización del ejercicio de legislador. Iniciemos un debate serio y responsabl­e sobre este tema, sin demagogias, despojados de la farándula política que nos rodea.

¡Vamos!

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