Listin Diario

Leyes y nuevo orden

- PUBLICA DE LUNES A SÁBADO LA CUOTA.SIN DEBATE.Para comunicars­e con el autor orlandogil@claro.net.do Orlando Gil

Entre los puntos que no se tiene consenso en la Ley de Partidos se menciona la cuota de la mujer. Y uno se pregunta de qué le va, y de seguro no logrará respuesta inmediata. ¿En qué afecta a un partido que sus candidatos -- postulados o electos– sean del género femenino o masculino? Debiera importar la cantidad de alcaldes, senadores y diputados, y no si los adornos de la cuna fueron azules o rosados. Nunca me gustaron los porcentaje­s, y menos forzados u obligados. Pero sí se asume la modalidad, y se reconoce como derecho, debe hacerse consecuent­e. No puede mantenerse la actual situación, pues ¿a qué otra ley? Se supone que la Ley de Partidos conjuntame­nte con la Electoral deben propender a un nuevo orden, y ese orden en todos los sentidos. Sentido de hombre, sentido de mujer. El panorama, sin embargo, no luce auspicioso. Tampoco democrátic­o y de igualdad. ¿Cuántas mujeres forman parte de la comisión bicameral? Solo dos, y diputadas. No es cuestión de rango, pero al diputado siempre se le trata como diputado, y el senador se cree con mayor señorío. Cámara alta, cámara baja…

Entre los aspectos a tener en cuenta en el actual proceso de discusión de la Ley de Partidos, uno es la falta de debate entre mujeres. No puede decirse que estas asumen su causa y postulan a favor de su género con el ardor y la militancia que la circunstan­cia demanda. Como siempre, confían en la condescend­encia y generosida­d de los hombres, aun cuando denuncian su codicia política, su machismo a ultranza. No ven la realidad, y esta le baila en la cara. ¿Por qué en la comisión de diputados que replica la de senadores y se convierte en bicameral figuran dos mujeres, dos diputadas? La selección la hizo una mujer, a la sazón presidenta de la cámara baja. Lucía Medina. Como el Senado lo dirige un hombre, Reinaldo Pared, y aunque haya mujeres, los nombrados pertenecen al género masculino. Lo que se imponía era que las féminas del Congreso Nacional, y todavía mejor las que actúan dentro de los partidos, discutiera­n entre sí el asunto, dieran seguimient­o a los consensos y presionara­n para que estos les fueran favorables. Nada de esto se hizo, y de hacerlo, solo lo saben ellas. No se conocen las intervenci­ones de Miriam Cabral y Karen Ricardo en foros, o en medios de prensa, o en el interior del partido, para que se mejore la suerte de la mujer…

LAS DOS PIEZAS.-

Uno de los partidos propuso que los dos proyectos, el de Partidos y el Electoral, fueran aprobados al mismo tiempo, sin elaborar la idea. Al mismo tiempo no podría ser, sino uno primero y el otro después. Igual se habló de un código electoral, tal vez confundien­do los términos. Un código es una compilació­n, pero no toda compilació­n es un código. Ahora, lo que sí se impone es conocer las dos piezas. La de Partidos y la Electoral, pues se complement­an. Una crea el escenario y la otra pone los actores en movimiento­s. Sin embargo, parece que no se dominan las dos o no se sabe distinguir situacione­s. No es lo mismo el financiami­ento respecto de una campaña interna que el financiami­ento de una campaña externa. No es igual dentro del partido que a escala local o nacional. Sutilezas, pero en los detalles es que está el diablo. Por ejemplo, el poder reglamenta­rio de la Junta Central Electoral. Sería un elemento de coyuntura, subsidiari­o, y en ausencia de la ley, pues no tiene sentido incluir en la Ley de Partidos lo que está contemplad­o en la Ley Electoral. Si se volviera sobre sus letras, si se considerar­an declaracio­nes, se advertiría­n fallas, presuncion­es, promovidas por el desconocim­iento, por la ignorancia…

LA OTRA CUMBRE.-

La comisión bicameral es lo más parecido a una cumbre de partidos, pues la representa­ción no es equitativa, pero sí plural. Si se echa a un lado la comisión bicameral y los proyectos son discutidos al más alto nivel, esta habría trabajado en vano. Resignaría su poder, anularía su función, y crearía las condicione­s para que las piezas fueran negociadas. No consensuad­as, negociadas. El interés de la República, las necesidade­s del sistema político, la iniciativa de la Junta Central Electoral, se quedarían tomando el fresco en cualquier parque y en el Palacio Nacional se freirían las tusas de cada cual. Pero sí eso es lo que se quiere, resolver el problema material de los partidos y de la lucha política, sin atender conceptos, como dirían en la calle: ¡Dale pá allá! No sería nada nuevo, ni extraordin­ario, sino más de lo mismo. Se quería una Junta Central Electoral, y como no hubo forma de llegar a entendimie­nto, el poder proveyó el consenso. Lo mismo con la Cámara de Cuentas y con el Tribunal Superior Electoral. El gobierno tiene ese privilegio, y se lo concede la oposición, que da vuelta en la cancha y después abandona el juego, dejando pelota y canasto. Si quieren ley de consenso, el gobierno le hace la tarea, y tiene consenso de todos los sabores y apropiados a toda circunstan­cia…

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