Una isla, dos países, seis historias
La semana pasada LISTÍN DIARIO publicó la serie sobre la miseria que afecta a los niños de comunidades cercanas a la frontera que divide a República Dominicana y a Haití. El trabajo periodístico salió, pero las emociones detrás de él quedaron contenidas. Días de reflexiones han sido los que me han acompañado después de ser testigo de tanta miseria. Tanto es así, que hoy puedo decir, que ciertamente mi realidad y la de muchos de ustedes, es que vivimos en una eterna ciudad fabulosa, donde la comida, una cama limpia, educación y en ocasiones hasta algunos gustos están seguros. La triste, pero enriquecedora experiencia captada por el lente de Jorge Cruz, me ha empujado a transportar a esos niños a un lugar donde al menos tengan una vida digna. Hoy al contemplar cada fotografía en vez de observar a un bebé comiendo harina hervida con habichuelas negras, trato de ver a un pequeño que sin salir de su casa, en su país, le propocionen una alimentación adecuada, una cunita cálida y un techo seguro. En lugar de saber que en la cima de una loma hay un niño de tres años que come una o dos veces al día, busco a un Jecson, que dispone de una nevera repleta de alimentos, ropa suficiente para no andar desnudo y que puede asistir a una escuela, que aunque pública, sea gratis, y disponga de todo lo necesario para educarlo y salvaguardar su integridad física y emocional. En esas imágines me urge ver a un Rutnel, que viviendo en Ansa-a-Pitre tenga a su alcance una cama que sustituya el cartón que comparte con otro hermanito, y que no tenga que exhibirse a medio vestir, dejando al aire sus partes íntimas, estando ya en la estapa de la preadolescencia. En fin, quiero ver en esas fotos retratadas la inocencia pura y simple de unos niños, que siendo de aquí o de allá, no tienen la culpa de ser parte de un mundo de miseria que los arropa sin piedad. La realidad en que viven Rosiel, Danise, Wilmer, Jecson, Jonathan y Rutnel les juro, me destrozó el corazón, pero no la fe en que Dios se apiade de estos inocentes que comparten una isla, dos países... seis historias