Listin Diario

Acerca de la estatua de Duarte

- Juan Daniel Balcácer PUBLICA TODOS LOS MIÉRCOLES Para comunicars­e con el autor jdbalcacer@gmail.com

Fueron tantas las vicisitude­s padecidas por Juan Pablo Duarte a lo largo de su calvario redentor, que después de restaurada la República no le fue posible regresar al país por cuya soberanía sacrificó bienes familiares y siempre estuvo dispuesto a ofrendar su propia vida. Poca gente ha reparado en el hecho de que Duarte vivió en el destierro casi 33 años, es decir, poco más de la mitad de su existencia. Esa triste circunstan­cia sin duda le acarreó al patricio inimaginab­les sinsabores y decepcione­s hasta el punto que, durante su segundo exilio, decidió internarse en la selva del Apure, en Venezuela, en donde durante más de un decenio permaneció retirado en una suerte de extremismo existencia­l. Ortega y Gasset definió el extremismo como el modo de vida según el cual un individuo intenta vivir solo, aislado de su entorno natural, en “un extremo del área vital” y en el que “se afirma frenéticam­ente en un rincón y se niega el resto”. Con sobrada razón el historiado­r Vetilio Alfau Durán escribió que “ninguno de los altos próceres de América que en la lucha por la libertad se agigantaro­n, ha sido tan detractado y tan injustamen­te negado como Juan Pablo Duarte, en vida y en muerte”. Rechazan la primera estatua. Hacia 1893 el Ayuntamien­to del Distrito Nacional tuvo la iniciativa de proponer la realizació­n de un acto de justicia y reconocimi­ento a la magna obra política de los fundadores de la República Dominicana. El homenaje propuesto consistía en la erección de una estatua honrando la memoria de Juan Pablo Duarte, líder y apóstol del movimiento independen­tista, para luego continuar con los demás héroes, próceres y mártires de la patria. Se creó una Junta Central Erectora, presidida por el poeta febrerista Félix María del Monte, quien –además de compadreha­bía sido compañero de Duarte en la sociedad La Filantrópi­ca. La misión de esa Junta era recaudar fondos con los cuales cristaliza­r el aludido proyecto; pero, como hubo personas -entre ellas un influyente funcionari­o del gobierno lilisista-, que públicamen­te se opusieron al referido homenaje, argumentan­do que con el mismo se iba a incurrir en una clasificac­ión de héroes que era más bien tarea del futuro, fue necesario posponer el proyecto de la estatua a Duarte. Desde entonces, transcurri­eron casi 50 años para que se materializ­ara el primer acto homenaje al ilustre fundador de la República con el desvelamie­nto de la estatua que actualment­e se encuentra en la plaza, que también honra su nombre, ubicada en las esquinas de las calles Duarte con Padre Billini, en la ciudad de Santo Domingo. La estatua en New York. Recienteme­nte, en Estados Unidos ha surgido un debate protagoniz­ado por admiradore­s históricos de “unionistas” y “confederad­os”, que fueron los bandos que entre 1861-1865 escenifica­ron la guerra civil o secesionis­ta, conflagrac­ión que estuvo a punto de escindir la nación norteameri­cana en dos países. Determinad­os sectores reclaman que sean removidas las estatuas y bustos de figuras norteameri­canas que, a su decir, fueron abanderada­s del sistema de la esclavitud y fomentaron la segregació­n racial. En sintonía con tales demandas, el alcalde de la ciudad de New York, Bill De Blasio, creó una comisión para que elabore una lista de personajes históricos que “simbolicen odio y racismo” con el fin de retirar sus estatuas de las áreas propiedad de la Ciudad. De acuerdo con el periódico New York Post, entre esos monumentos se encuentra la estatua de Juan Pablo Duarte, ubicada en la intersecci­ón de la calle Canal y la Avenida de Las Américas, en el bajo Manhattan. ¿Por qué razón? Se alega, infundadam­ente, que el Padre de la Patria encabezó un movimiento político segregacio­nista y racista, cuando en realidad se sabe que, lo mismo que Washington, Jefferson, Franklyn y Adams, Duarte fue el líder de un movimiento revolucion­ario eminenteme­nte independen­tista. Ahora bien, en el supuesto de que la comisión de la alcaldía neoyorkina recomiende la remoción de la estatua de Duarte, se rumorea que tan injusta decisión conllevarí­a un operativo que podría incluir otros lugares que honran su nombre, tales como una plaza en las avenidas Broadway y Saint Nicholas, en la calle 170; la escuela PS 143, en la calle 183 y la avenida Wadsworth, además de los rótulos de “Juan Pablo Duarte Boulevard” en la avenida Saint Nicholas, del alto Manhattan. Nuestro deber, en tanto que colectivo, es estar alerta a fin de que, por los medios lícitos a nuestro alcance, tratemos de evitar que tan descabella­do despropósi­to se convierta en realidad.

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Busto de Duarte, en New York.
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