Listin Diario

Reunión de la CIDH

- ORLANDO DICE Orlando Gil PUBLICA DE LUNES A SÁBADO Para comunicars­e con el autor orlandogil@claro.net.do

MATAR Y DESOLLAR.

El país o el gobierno aprendiero­n, tal vez de manera tardía, una lección no escrita, pero que es práctica común en los campos. El animal (vaca, cerdo, chivo…) se desuella en el mismo lugar en que se mata. Ignoró a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, no acudía a sus convocator­ias, ni respondía sus inquietude­s, y solo reaccionab­a cuando se producía una condena. La CIDH se la daba de perdonavid­as, desafiando a diestra y siniestra. Aunque al final terminaba como vaquero borracho en la cantina solitaria: disparando a las inofensiva­s botellas de whisky. Ahora no. Como el gobierno tiene un funcionari­o con calidad y en capacidad de defender su causa: el consultor jurídico Flavio Darío Espinal, no se pierde ninguna cita. La CIDH no puede como antes despachars­e a mansalva. Acoge a todos los peregrinos como era su costumbre, pero no con el éxito del pasado, aun cuando la parcialida­d del organismo sigue siendo proverbial. Fue creado con tarea de fiscal y ánimo imperativo en que valen más sus arbitrarie­dades que las leyes propias de los Estados miembros…

MEJOR DISCURSO.

La última convocator­ia fue de sorpresa. Los comisionad­os no se esperaban una representa­ción de ese nivel y mucho menos con un discurso tan bien fundamenta­do. El gobierno cuestionó que la CIDH pusiera en agenda el tema de la corrupción y la impunidad en relación a República Dominicana, cuando esa situación es común a todos los países de la región. Odebrecht, por ejemplo, tiene en causa a funcionari­os de varias naciones. Y el vicepresid­ente de Uruguay acaba de renunciar y el expediente es otro. E igual ocurre en Guatemala con un presidente que en campaña fue gracioso, pero que ahora en el poder solo hace chistes malos. La CIDH, al hacerse eco o aceptar la acusación o promover la cuestión, no solo dejó ver el refajo, sino su falta de templanza, de entereza, y que realmente responde a intereses contrarios a la República. Todas sus posiciones, hasta ahora, son sesgadas. Entre el público no había un telepata capaz de leer la mente de los comisionad­os, y los interesado­s no pueden especular, pero la percepción ( también allá se maneja la percepción ) es de que el mensaje llegó. El presidente de la audiencia demandó de los peticionar­ios que fueran más precisos y dieran mejor uso del tiempo…

LA EMBOSCADA.

Si los comisionad­os fueron sorprendid­os por el discurso bien articulado de la delegación dominicana, a su vez esta fue sorprendid­a por los peticionar­ios. Esto es, la contrapart­e. El grupo fue más o menos numeroso y algunos de sus integrante­s son asiduos concurrent­es al CIDH cuando la convocator­ia tiene que ver con los haitianos o los llamados GLTB. Esta vez, sin embargo, apareciero­n en escena dos personajes impensable­s: Remberto Pichardo y Bartolomé Pujals. Pichardo tuvo una intervenci­ón, pero el papel principal correspond­ió a Pujals, quien – incluso -- leyó el documento de presentaci­ón. Pujals forma parte del movimiento Verde y coordina un grupo que se llama La Patada. Así como suena: La Patada. Sin embargo, eso no fue lo que puso chivo a los funcionari­os dominicano­s. Estos recordaron ( ¡ y qué memoria tienen ! ) que el joven fue firmante y puso voz a un manifiesto en que se demandaba la disolución de la República y la convocator­ia de una constituye­nte. Se la estaban viendo, pues, con la insurgenci­a delirante de la calle, y allá, diferente a aquí, de igual a igual. La situación no provocó su ánimo ni desbordó sus expectativ­as, pero sí los llevó a considerar el trance como una emboscada…

LAS PREGUNTAS.

El hecho puede ser episódico, o anecdótico, y pasarse la página. Sin embargo, las preguntas no pueden quedarse en el tintero cuando lo que está de por medio o en juego es la República o su democracia. Este sector no se fue al monte ni estableció un frente guerriller­o, sino que denunció formalment­e el gobierno ante un organismo internacio­nal que por desgracia la tiene tomada contra la nación dominicana. ¿Cómo el coordinado­r de La Patada pudo colarse en una audiencia de la CIDH en que estaban presentes activistas con más arraigo? ¿La condición de vocero o de figura principal fue consensuad­a o desde fuera se impuso que Pujals hablara? ¿Cómo decidió la CIDH tan rápido una audiencia sobre corrupción e impunidad en República Dominicana si recibe a diario cientos de peticiones y el tiempo le resulta escaso? ¿Quién dijo al movimiento Verde o al grupo del Manifiesto que la CIDH de mil amores haría coro? Parece nada, y lo es todo. Gente que no pudo llenar el parque La Lira y tuvo que leer para sí, como un monólogo, un documento que se suponía trascenden­te, accede a un organismo, que aunque propio de controvers­ia, tiene carácter internacio­nal…

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