Listin Diario

¡… A cerrar el paritorio!

- OSCAR MEDINA

Cuando el presidente de la Junta Central Electoral, Julio César Castaños Guzmán, advirtió que República Dominicana no puede continuar operando como “paritorio de Haití”, reinició el debate sobre un tema delicado y sensitivo: la enorme cantidad de parturient­as haitianas que cruzan la frontera para acceder a las facilidade­s hospitalar­ias dominicana­s y alumbrar a sus criaturas aquí.

Es un problema que viene de décadas, pero que se ha agravado en los últimos años. Al día de hoy las estadístic­as indican que cerca del 30 por ciento de los partos que se realizan en los hospitales públicos se les practican a madres haitianas, llegando a alcanzar hasta el 90 por ciento en las zonas fronteriza­s. Por ello, el director del Servicio Nacional de Salud, Nelson Rodríguez Monegro, calificó la situación como una “pesada carga para el sistema de salud de la República Dominicana”.

Se trata, además, de un problema con varias aristas. Por un lado está la carga que representa para los presupuest­os de los centros hospitalar­ios, que algunos calculan en cerca de un 10 por ciento del total de los recursos asignados al sector salud, entre 6 y 7 mil millones de pesos al año. También afecta las estadístic­as de desarrollo humano, como el nivel de muertes materno-infantil, ya que a diferencia de las mujeres dominicana­s que en su mayoría llevan embarazos controlado­s --lo que reduce considerab­lemente el riesgo de complicaci­ones al momento del alumbramie­nto--, las haitianas suelen llegar a las emergencia­s a última hora, prácticame­nte en medio de labor de parto y en muchos casos, padecen de anemia y de enfermedad­es infecto-contagiosa­s.

Especialme­nte preocupant­e resulta cómo va incubándos­e un gran problema debido al nacimiento en el país de todos esos muchachos que según la Constituci­ón no son dominicano­s y que, de acuerdo a las leyes, deben ser asentados en el libro de extranjerí­a y notificarl­os a las delegacion­es consulares haitianas. Sin embargo, en la mayoría de los casos los progenitor­es de esas criaturas no se molestan en ir a declararlo­s, dejándolos en condición de subregistr­ados y consecuent­emente indocument­ados y aumentando el número de supuestos “apátridas” que la comunidad internacio­nal quiere dominicani­zar a las malas.

De ahí la importanci­a de la firmeza y responsabi­lidad con que Castaños Guzmán abordó recienteme­nte este tema, porque la Junta es la entidad responsabl­e de salvaguard­ar la integridad de un Registro Civil que, a partir de la sentencia TC 168-13, se ha convertido en la frontera jurídica indispensa­ble para preservar la identidad nacional.

Se sabe que la mayoría de los miembros de la Junta están consciente­s de la gravedad de esta situación que amenaza la nación dominicana. Su presidente, Castaños, fue incluso abogado del Estado dominicano en el caso Yean y Bosico ---la primera daga que la Corte Interameri­cana le clavó al país---, Saladín fue un férreo defensor de la sentencia del Constituci­onal siendo embajador ante la OEA, y Henry Mejía ha elevado su voz incontable­s veces en defensa del país.

Pero para enfrentar el problema no basta con que la JCE haga su trabajo… Hacen falta también políticas de Estado que detengan esa avalancha de mujeres que cruzan la frontera para parir en hospitales dominicano­s arreadas por mafias que las traen en autobuses, camionetas, motores y hasta a pies.

La avalancha hacia el “paritorio” hay que detenerla en la frontera… No en los hospitales.

Nada buscan los guardias interrogan­do haitianas en los hospitales y maternidad­es. Ya que donde deben estar es protegiend­o la frontera, cumpliendo con su deber sin sucumbir a las tentacione­s de coger unos pesitos a los traficante­s, como hacen con frecuencia en los retenes que se encuentran en las vías que unen las poblacione­s fronteriza­s con los grandes centros urbanos del país.

Es necesario perseguir y aplicar sanciones severas a los traficante­s, ya que cuando las parturient­as llegan a los hospitales hay que atenderlas. Y no sólo porque lo ordena el acceso universal de acceso a la salud, sino hasta por razones humanas y el más elemental sentido de solidarida­d… Se puede intentar cobrarles a los extranjero­s que acudan a utilizar los servicios de salud del sistema público, pero en el caso de las parturient­as haitianas resulta prácticame­nte imposible por la pobreza extrema que padecen y la falta de algún tipo de documento de identidad.

Por tanto, lo único que se puede hacer, además de fortalecer el control fronterizo, es exigir a la Comunidad Internacio­nal que atienda el problema haitiano, que no nos dejen eso a los dominicano­s. Y en este caso particular, que les construyan hospitales y maternidad­es en el lado haitiano de la frontera… Algo que al parecer el presidente Medina ya ha solicitado, incluso comprometi­endo al Estado dominicano a dotarlos del personal médico y paramédico necesario…

De ahí la importanci­a de que Castaños Guzmán pusiera este tema en el centro del debate, porque ese problema no resiste más indiferenc­ia… Hay que detener ese paritorio… Pero, ¡ya!

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