Leonel es el contrapoder
El presidente Danilo Medina se ha convertido en un verdadero maestro del silencio. ¡Cuán bien imita a Balaguer!, a quien siempre le favoreció el prudente silencio que dejaba desconcertado a la oposición política. Sin embargo, hay un detalle que diferencia ambos ejercicios: Balaguer debería enfrentar una agresiva oposición y con fuerte arraigo popular; para Medina, quien representa su contrapoder es Leonel Fernández y no una oposición de deteriorada y dispersa imagen, totalmente desarticulada, con muchos de sus cuadros importantes conquistados aún los más feroces detractores. Los ataques y desconsideraciones más humillantes los han sufrido los partidarios de quien pudo y puede usar su “contrapoder”, pero se le ha creado un ambiente de “contemporizador de la corrupción, de descuido gubernamental, clara estrategia política que concitó la coalición entre fuerzas sociales de la pancista y acomodaticia “sociedad civil”.
El comportamiento es de que las elecciones del 2012 como las del 2016 fueron ganadas a Leonel y su tendencia y no al PRD – PPH – PRM, que lucen como “vencidos vencedores”. Desde luego, después del caso Odebrecht ha habido un resquebrajamiento de esa atonía y ante la evidencia de que el presidente Medina no es hombre de tomarse un “merecido descanso”, y la misma continuación de la “bestia peledeista” que “engulle todo desde el poder”, y el Gobierno que siempre amenaza y deja la impresión de no hacerse cargo de los errores del peledeismo, tratará de recuperar esa afección sobre la base de preparar un escenario político con la mayor fuerza moral contrapuesta a la ruina moral del “contrapoder”.
Gana por dos vías: reduce el esfuerzo opositor por rebajar el “estimable éxito” peledeista, y neutraliza nueva vez el contrapoder de Fernández de quien es su némesis, pues ha recibido el mayor castigo; y más, que Fernández sigue coloquialmente hablando, “cocinando con agua tibia” que nos advierte que las batallas que no se dan, están irremediablemente perdidas, Y aún la indefensión y sumisión no han evitado que en paralelo se aumente la capacidad de profundizar en la apropiación del Partido y contener las aspiraciones internas. La corriente danilista luce tan exultante que se anima expresar casi con total desenfado que “habrá que reescribir la Historia”.
Claro, como las cosas han comenzado a afectar la imagen inmaculada del Gobierno, y solo es recuperable haciendo de esta desafección un escenario que sirva como coartada para el preocupante fracaso, el único que podría contribuir con su sacrificio aún sus condiciones humanas y políticas conciliadoras, integradoras y su carácter abierto y tolerante, es Leonel, quien si quiere zafarse del degüello de nuevo tendrá que optar con una salida política y no técnica, porque esta última ha derivado en un total olvido del C.P. Aquellos “candados”, la democracia intrapartidaria, el consenso, vienen quedando en el pasado y le resultan lacerantes. Y las razones son muy obvias.
Las razones políticas para ambos están profundamente diferenciadas por la posición dominante de uno sobre el otro. ¿Que el poder no se desafía?, es cierto; pero en toda lucha hay víctimas. Dice el doctor Henry Kissinger en su obra, Orden Mundial que “el equilibrio de poder se desafía cuando tu contrario aumenta su fuerza al extremo de amenazar con convertirse en hegemónico; y cuando un compañero quiere obtener el mismo rango y llega a provocar una conflagración que tienda a favorecerle”. ¡El ambiente es sombrío y amenazante, Leonel!