Verde y sin salida
Los más conspicuos defensores de la Marcha Verde andan rompiéndose la cabeza para plantearse posibles alternativas que saque a esa organización del fundamentalismo en que ellos mismos la metieron cegados por el ruido de la calle y apremiados por las ganas incontenibles de acceder al poder así fuera entrando al Palacio por la puerta del patio.
En sus andanzas están tropezándose con una realidad incontrovertible: el gran apoyo que encontraron al iniciar su lucha a principios de año, se fue apagando sin que ellos mismos se dieran cuenta porque sobredimensionaron su tamaño y confundieron su espacio. Ahora sólo les queda un tigueraje ocioso que acarrean de un lado para otro convertido en tropa de choque.
¿Cree alguien que un ciudadano respetuoso de la ley --aún en medio de una extrema irritación con el gobierno, con los políticos y con los partidos--, es capaz de ir a un residencial familiar a vocearle ladrones y corruptos a todos sus ocupantes, como ocurrió en la torre Caney el pasado lunes?
Por estar en desacuerdo con acciones como esa --típica del tigueraje callejero que los últimos años se ha apoderado de la sociedad dominicana--, es por lo que las clases media y alta brindaron apoyo desde un principio a la Marcha Verde y asumieron sus colores y símbolos como propios.
Fue contra ese desorden que --los profesionales, los obreros, los estudiantes, los padres de familia, los ciudadanos sensatos--, se sumaron a un movimiento que en principio engañó a mucha gente porque lo creyeron espontáneo y justo.
También contra los depredadores del Erario, contra los funcionarios corruptos y perversos que no tienen reparos en mostrar con desenfado sus riquezas mal habida. Pero jamás agrediendo a familias inocentes que, al igual que ellos, también son víctimas y están igualmente enojadas.
Y se quedaron solos
Lo dijimos por aquí con mucho tiempo de antelación: los promotores de la Marcha Verde se irán quedando solos en la medida en que los vaya traicionando su propia naturaleza. Porque siempre han sido los mismos farsantes, la misma gente de la izquierda que se quedó anclada en los años sesenta y que han marchado de un fracaso en otro.
Siempre han criticado a los empresarios “por explotadores”, pero a ellos acudieron para que les financiaran sus actividades sediciosas. Y los empresarios cayeron en la trampa hasta que comprobaron que esas marchas no eran inocentes y no tenían otro propósito que soliviantar el ánimo público para provocar un estallido social que derribara las estructuras del Estado.
Ya se quitaron el antifaz. Admitieron públicamente que su fin es provocar la salida del presidente Danilo Medina, anular las instituciones para colocar en ellas a sus miembros más destacados, entre los que hay figuras emblemáticas de la izquierda fracasada y del partidismo minoritario que entre todos no sacaron ni siquiera el dos por ciento de los votos hace tan sólo un año.
¿Y los jefes dónde están?
Es una lástima que los jefes del movimiento verde, a quienes todo el mundo conoce, no den la cara al momento de presentar sus “manifiestos al país”. En cambio mandan a leerlos a gente que nadie conoce, en su mayoría analfabetas funcionales que ni siquiera entienden lo que dicen.
¿Por qué el manifiesto de la pasada semana en el parque Independencia --donde se exigió la salida de Danilo Medina del poder--, no lo leyó, por ejemplo, el “líder” periodístico que lo escribió?
Mejor aún: ¿Por qué ese pontífice de la prensa no asume la responsabilidad de exponerlo como suyo en uno de sus espacios?
“Porque el puerco no se rasca en javilla”, dicen en el campo.