Un paso de avance
Desafortunadamente desde hace muchos años el ejercicio comunicacional en nuestro país, y muy específicamente en lo concerniente a la radio y la televisión, transita por derroteros deplorables. Cada vez es mayor la presencia e incidencia de personajes quienes irrespetando al público y el lenguaje, accionan como antítesis del periodismo y vulgares sicarios mediáticos.
Apoyadas por una preocupante e irresponsable inercia tanto de las autoridades que históricamente han sido incapaces de poner en cintura a aquellos asesinos de las buenas costumbres y gatilleros de honras y reputaciones, así como de los gremios llamados a frenar la usurpación profesional, el desenfreno, la vulgaridad, el chantaje, la violencia verbal y el irrespeto, toman más espacio cada día.
Da pena y vergüenza ver cómo y bajo el infeliz argumento de la obtención de rating, muchos de nuestros medios dan cabida a todo lo que pueda generar dividendos sin importar el daño que esas inconductas generan en la sociedad.
Y es que quiérase o no, el co- municador es un ente de formación; un referente cuyo comportamiento impacta en los esquemas conductuales de la audiencia a la que toca ya sea para construir o destruir y eso reclama la búsqueda de capacitación y de excelencia, tanto en las formas como en el fondo.
Porque aunque el concepto “comunicador” es muy amplio y ha devenido en una especie de sábana (o excusa) que sirve para arropar a todo a quien se quiera cobijar en él, la verdad es que no todo el que así se denomina es periodista porque el periodismo es una actividad que requiere de un oficio y de un dominio, pero sobretodo de un compromiso social.
“El micrófono se respeta aun estando en el estuche” escuché decir con mucha razón al veterano periodista don Negro Martínez, una valoración que toma cuerpo cuando vemos los lastimosos y recurrentes espectáculos de gente sin modales, capacitación ni dicción, que irrespetan al público con malas palabras, estridencia y bullicio en una especie de bueno y válido a lo aberrante.
La inversión de valores y la ausencia de principios que evidencia nuestra sociedad reclaman que la comunicación, como herramienta conductual, sea una aliada en las necesarias labores de rescate y no un aliciente que agrave más una situación que apunta a ir de mal en peor.
La sabiduría oriental dice que “un viaje de mil millas comienza con el primer paso”. Fue el espíritu con el que asistimos a la pasada reunión del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana, donde las seis mujeres que nos honramos en ser parte de ese organismo, defendimos al unísono la paridad de género en las posiciones a los organismos de dirección y a los puestos públicos.
Durante más de 20 años, luego de la Conferencia de Beijing y el Plan de Acción que emanó de esa cita histórica, las mujeres que somos parte de la política hemos impulsado, poco a poco, pero con certeza, una mayor participación de la mujer en el ámbito político. Ese largo camino inició con el establecimiento de una cuota de género de un 25% en la legislación electoral del 1997, y su posterior aumento a un 33% en la modificación que instruyó la Ley núm. 12-00.
Más adelante, la Ley núm. 176-07 estableció el 50% en las candidaturas a Alcalde/sa y Vicealcalde/sa, con el mandato de la alternancia, y por igual una cuota del 33% para el caso de las regidurías.
De acuerdo a la Junta Central Electoral, el 50.79% del padrón de votantes es femenino. En el pasado torneo, se presentaron 561 candidaturas femeninas, divididas en 513 posiciones territoriales (Alcaldías y Diputaciones), 29 circunscripciones de ultramar y 19 Diputaciones nacionales. Sin embargo, apenas un 24.4% de las curules del Congreso Nacional están ocupadas por mujeres. En el ámbito municipal, la situación es más crítica, puesto que apenas un 12.7% del total de cargos electivos a nivel municipal, es ocupado por mujeres.
En ese contexto, es un paso importante de avance el que ha adoptado el Partido de la Liberación Dominicana, que contempla aumentar la cuota de género a un mínimo de 40% en el caso de los cargos al Congreso Nacional y hacia lo interno de los Partidos; y a un 50% en lo referente a las candidaturas a regidurías.
Muchos son los argumentos a favor de este aumento. Iniciando porque es un tema de ejercicio de derechos y de justicia hacia la mujer, y que responde al hecho de que la equidad de género ya es un postulado constitucional. De igual manera, el aumento irá neutralizando las limitaciones que el sistema electoral actual impone como restricción y cual espada de Damocles al continuo avance de la mujer en la política.
Todavía hay quienes osan criticar las cuotas de género, y se oponen al avance de la mujer por temor infundado a perder sus espacios, pero las investigaciones han demostrado la necesidad de discriminaciones positivas que equilibren la participación política.
No aspiramos a favores ni concesiones, pero rechazamos las limitaciones y las trabas que nos impiden llegar en igualdad de condiciones.
Por ejemplo, la incorporación de la paridad de género en la Constitución Nacional del Estado Plurinacional de Bolivia de 2009, jugó un papel esencial en que hoy en día el Congreso de dicho país esté formado por un 53% de mujeres.
La cuota de género es esencial para que aumente la participación de las mujeres en posiciones de liderazgo y que, en consecuencia, exista una respuesta normativa a las temáticas relacionadas a la mujer que, en la mayor parte de los casos, también impactan a la familia en su conjunto.
Ahora necesitamos que los demás actores del sistema político se sumen a esta iniciativa y la impulsen con gallardía y determinación, para que se convierta en una realidad, de cara a los procesos internos de cada Partido o agrupación político, y a los comicios del próximo 2020.
El aumento de la cuota de género es un paso firme en ese camino de mil millas, que es la equidad de género, un noble propósito que nos une a todos como dominicanos.