Rafael fue más que un cuadro revolucionario

Ante el fallecimiento de Rafael Sang Ben me siento resignado a creerlo cuando pienso convencido de que él era uno en la colectividad, pero mucho más que uno y muchos, (sin “hacerse sentir”), por su humildad personal, como luchador por el futuro digno del pueblo.

Ahora que Rafael no está, pienso que la resta (aritmética), es cuantificable y aplicable a lo mucho que perdimos con él.

Entre sus virtudes estuvo entrañar y emanar, la confianza de rendir por muchos en eficiencia, pensamiento y convencimiento en la continuidad imparable de la causa.

Lo grande es que Rafael no se etiquetaba. Solo conocerlo como quien dice “por dentro” asumiendo su serenidad y nobleza, nos hacía sentir “bien acompañados”.

Rafael, el “cuadro” político. Una singular figura de uso internacional frecuente en los grupos de izquierda ha sido el cuadro político.

El crecimiento del “cuadro” Rafael tuvo su primera etapa cuando se “autoexilió” de su hogar para subsistir entre techos ajenos a su casa materna, según evocó su hermano Pinjan Sang Ben.

Esa etapa para nosotros fue como un “centro” militar en que se forja la disciplina, y le agrego el respeto y la habilidad del dirigente responsable de regiones, provincias, colectivos sectoriales, laborales, estudiantiles, etc.

Testimonio de Eduardo Díaz Guerra, forjado con Rafael: “Pocos fueron tan coherentes y disciplinados como él, en todo el tiempo que estuvimos juntos, los mejores años de mi vida: el tiempo de los CORECATO y luego, del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores)”.

Luego…. “me acogió sin reservas en el periódico de la organización, “Combate Socialista”, del cual era el director”.

La siguiente cita es de Leo Mercedes, camarada de Rafael. “… Durante toda su vida demostró ser un ser muy especial: auténtico, honesto, inteligente, reflexivo, sereno, audaz, solidario y consecuente”. Ese fue Rafael, Peng Sien Sang Ben, personaje singular en la pluralidad, descrito con especiales palabras por su entrañable amigo Tavo Rivera.

Mi último saludo fue en la Marcha Verde de San Francisco de Macorís. ¡Qué honra!

Ahora me toca escribir mi último adiós, como El Che: ¡Hasta la victoria siempre, hermano!