Ojo con los asentamientos
Ha llegado la hora de poner especial atención a los masivamente peligrosos asentamientos humanos.
Ahora que predictores, ambientalistas y científicos de la Nasa pronostican temporadas ciclónicas con fenómenos cada vez más frecuentes y potentes, se impone una vigilancia oficial más celosa para impedir que la gente construya donde le de la gana y pase a ser futuro candidato de la caridad oficial.
De no hacerlo así, los damnificados de hoy serán los de mañana y los de mañana los de pasado mañana y ese círculo vicioso se hará eterno.
El calentamiento global nos está enviando mensajes que anticipan desastres cada vez más grandes.
El tamaño de nuestra indiferencia será tan grande como las tragedias y los desastres que nos están anunciando, si no se reglamentan los espacios donde construyen los dominicanos.
Aquí hay personas que han levantado viviendas en los cauces secos de ríos, cañadas y riachuelos. Las riberas de los ríos están llenas de viviendas cuyas bases están sembradas en el agua. Eso se ve en el Ozama, en el Yuna, en Camú, en el Yaque del Norte, etc. A fuerza de experiencia, el país ha eficientizado el socorro y la alerta. Estas acciones son tan necesarias como costosas. Por tanto, vale la pena que se inicie un proceso que discipline la manera como la gente se sitúa en cualquier lugar y construye sin ningún tipo de reglamentación. Conozco edificios multifamiliares que se construyeron sin escaleras de emergencia y sus planos fueron aprobados por los organismos que deben cuidar esos detalles. Y si es posible burlar un requisito que se advierte, que se ve a distancia, entonces qué pasará con aquellos componentes de las construcciones que están bajo la tierra, con los que no se ven.