Listin Diario

Los méritos para la inmortalid­ad

- PUBLICA LOS SÁBADO MARIO EMILIO GUERRERO Para comunicars­e con el autor megkrantz@hotmail.com

El ex pelotero Domingo Ramos, con quien mantengo una vieja amistad y siempre lee esta columna, me preguntó a través de Facebook si el antiguo baloncesti­sta Héctor Báez acumuló méritos para ser exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, haciendo de paso la observació­n, de que el otrora miembro y entrenador de la selección nacional, se mantuvo esperando por muchos tiempo la distinción hasta que lamentable­mente falleció hace 3 años. En la entrega de hoy escribiré sobre la trayectori­a deportiva de Báez y así Domingo podrá asegurar que el jugador a quien apodaban el Toro, debió ser inmortaliz­ado hace mucho tiempo.

Su carrera como jugador Comenzaré reseñando los logros de Héctor Báez como jugador. Nativo de La Romana, Báez fue un delantero de poder de 6’ 5” de estatura y 210 libras de peso, que en el Torneo de Baloncesto Superior del Distrito Nacional jugó 12 campañas con los equipos San Lázaro y San Carlos, entre 1974 y 1991. En el certamen capitaleño participó en 129 partidos de serie regular, promediand­o 12.4 puntos y 5 rebotes por juego, con un 45 por ciento de efectivida­d en lances de campo y 41 por ciento desde el área de 3 puntos. Fue integrante del equipo de San Lázaro que se coronó campeón en 1974, 1976 y 1991, además de que formó parte de la escuadra sancarleña que conquistó los títulos de 1987 y 1988. En el baloncesto superior de Puerto Rico vio acción con los conjuntos de Arecibo, Caguas, Isabela y Coamo. Su mejor actuación fue en 1980 cuando terminó con medias de 14.9 puntos y 6.4 rebotes por encuentro, en 29 desafíos, vistiendo el uniforme de Arecibo

Selección nacional

Baéz representó al país en 5 eventos internacio­nales como miembro de la selección nacional de mayores, Centrobask­et 1977 (Panamá), Juegos Centroamer­icanos y del Caribe de 1978 (Medellín), Juegos Centroamer­icanos y del Caribe de 1982 (La Habana) y en los Juegos Panamerica­nos de 1983 (Caracas). Fue una figura de primer orden en la medalla de Oro conquistad­a en 1977, evento en que encestó 26 y 31 puntos contra Panamá y Puerto Rico, respectiva­mente, en la ronda preliminar y 14 tantos frente a los boricuas en la serie final. Hay que destacar también, que en la obtención de la presea de Bronce lograda en 1978, igualmente jugó un rol protagónic­o.

En el rol de coach En 1993 tomó las riendas del equipo nacional de mayores y el conjunto criollo terminó con marca de 0-4 en el torneo Pre mundial de Puerto Rico. Pero, al año siguiente entrena la escuadra dominicana que ganó medalla de Plata en el campeonato Centroamer­icano y del Caribe Juvenil. Como coach del selecciona­do absoluto, logró un retorno triunfal en 2003 y condujo a la selección quisqueyan­a a la conquista de sendas preseas plateadas, la primera en el torneo Centrobask­et de ese año, celebrado en Culiacán, México y la otra, en los Juegos Panamerica­nos de Santo Domingo. En el baloncesto superior distrital, fue dirigente campeón con San Lázaro en las temporadas de 1995 y 1996. Directivo y gerente

En el año 2006 asume el rol de director del Proyecto de Seleccione­s Nacionales de Baloncesto y de 2008 al 2010 también ejerció como asistente del dirigente del equipo de mayores. En la Liga Nacional de Baloncesto desempeñó diferentes cargos en el área técnica de los equipos Leones de Santo Domingo, Cocolos de San Pedro de Macorís y Cañeros del Este. Con este último conjunto, en las funciones de gerente general y asistente del entrenador, conquistó los títulos de 2010 y 2012. En su pueblo natal, fundó la Escuela de Baloncesto Heba-Heba, donde trabajó en el desarrollo de nuevos talentos para el baloncesto dominicano y local.

Figura cimera Después del repaso dado a la trayectori­a dentro del baloncesto de Héctor Báez, creo que la conclusión lógica es que desde hace muchos años debió ser exaltado a la inmortalid­ad deportiva de nuestro país. Si alguien piensa que como jugador no llena los requisitos, que yo opino que sí, entonces sus logros como entrenador, directivo y gerente general, lo avalan para recibir la más alta distinción del deporte dominicano. No son pocos quienes consideran que Báez es una de las figuras cimeras del baloncesto dominicano, por sus éxitos como atleta, coach y directivo. Han transcurri­do más de 5 lustros desde su retiro, pues abandonó el juego activo en 1991 y desde entonces se mantuvo esperando el llamado del Pabellón, que nunca llegó, hasta su muerte a destiempo el 22 de febrero de 2014, en La Romana, a la edad de 58 años. Desde 1995, año en que fue elegible por primera vez, hasta su muerte, Báez fue testigo de la exaltación de otros baloncesti­stas, viendo impotente como se obviaba su propia candidatur­a y sin que se siguiera un orden cronológic­o. Porque muchas veces no es que alguien no tenga méritos para ser inmortal, sino que existe un batallón de olvidados que debió ser elegido primero.

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