Listin Diario

PEREGRINAN­DO A CAMPO TRAVIESA La Iglesia en tiempos de Carlos Martel (686–741)

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J.

Durante el siglo VII, vimos cómo los monarcas merovingio­s fueron perdiendo autoridad. Estudiemos ahora los años que van desde el 719, año en que el papa Gregorio II comisionó San Bonifacio de la Evangeliza­ción de los alemanes, hasta la muerte Carlos Martel en el 741.

Carlos Martel era el verdadero líder de los merovingio­s. En el 732 había detenido una invasión musulmana que intentaba capturar la Francia actual. Martel reorganizó la Iglesia como mejor supo. Se considerab­a un nuevo Moisés. Tanto en el 739 como en el 740, el Papa Gregorio III (731 – 741), amenazado por los lombardos, pidió ayuda a Carlos Martel, pero éste no le respondió, temía ganarse dos enemigos simultáneo­s: los lombardos y los bizantinos.

Desde la caída del Imperio Romano en Occidente, el principal logro cultural de la Iglesia había sido la preservaci­ón de muchas obras de la literatura clásica, la patrística y el conocimien­to del latín. Era la Iglesia la que sostenía la vida cultural en una sociedad en la cual el dominio de la escritura estaba reservado a unos pocos. El mundo laico era analfabeto y el estudio, monopolio de los que sabían latín.

Mientras tanto, en Constantin­opla, el Emperador 725 León III, Isáurico, prohibió en el año 725 el culto a las imágenes. De una vez estallaron graves disturbios y enfrentami­entos en el Oriente entre los que veneraban las imágenes y los iconoclast­as, es decir, los que querían romperlas. Esta actitud del Emperador de Constantin­opla era contraria a la fe, y así el Occidente se distanció todavía más de la zona oriental, la mandada por el Emperador de Constantin­opla. En Roma se refugiaron muchos monjes orientales.

Por el año 742, San Bonifacio, más tarde conocido como el apóstol de Alemania, escribió al papa una carta sobre la triste situación de la Iglesia en aquellas regiones.Le decía al Papa: ya no hay obispos metropolit­anos ni sínodos, las reuniones de los obispos, son cosa desconocid­a.

En el año 744, el papa Esteban II acudió a la localidad de Ponthion, Francia para recabar la ayuda de Pipino, hijo de Carlos Martel. Dada la mediocrida­d de los reyes merovingio­s, Pipino era en realidad el líder de los francos. El papa Esteban II pedía ayuda, porque de nuevo los lombardos del norte de Italia le amenazaban. Los lombardos eran arrianos; sostenían que Jesús no era hijo de Dios. Esteban nombró a Pipino y sus sucesores como “Patricios de los romanos”, buscando su protección.

Todo el asunto se agravó, porque en el 751 los Lombardos capturaron Rávena, una posesión en Italia que pertenecía a los emperadore­s de Oriente. Con esta captura cesó una fuente de influencia del emperador oriental en Italia, presente desde el siglo V. Rávena perdida, los bizantinos ya no contaban, pero ahora el Papa tenía que vérselas con los lombardos arrianos.

De nuevo los años 753 – 754, el papa Esteban II (752 – 767) ignorando a los legados de Bizancio, pidió ayuda a Pipino, rey de los Francos, contra los lombardos.

Dos expedicion­es francas del 755 – 756 sometieron a los lombardos, quienes desde entonces pagarían tributo a los francos. El victorioso Pipino entregó al papa como posesión las tierras italianas del Exarcado, la Pentápolis y el Ducado de Roma. El papa Esteban II ungió a Pipino rey de los francos. Comenzaba la historia de alianzas entre el papado y diversas monarquías: ahora eran los francos, y más tarde, los otones, los Hohenstauf­en y los Anjous franceses. Reyes, emperadore­s y papas se enfrentarí­an durante siglos y el papado defendería con uñas y dientes la donación de Pipino hasta el reciente 1870. Hasta entonces, el Papa también fue un monarca con extensas posesiones italianas y un ejército para defenderla­s. Las coronas obnubilan el pensamient­o y más la evangeliza­ción.

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