Listin Diario

Sanidad a través de los afectos

- MARTA QUÉLIZ Para comunicars­e con la autora martha.queliz@listindiar­io.com

El viernes pasado fui a ver a mi hermano mayor, Antonito. Tite para mí. Está medio enfermito y de licencia médica. Nada del otro mundo. Lo vi en una fotografía con mi hermano Manuel, con Chana y Manuel Andrés, y no lo niego, me preocupé. Desde hacía día tenía la inquietud y la necesidad de visitarlo. El semblante que tenía en esa foto me hizo poner de lado cualquier obstáculo que me impidiera ir a su casa. En mi interior sabía que más que un problema de salud, tenía un malestar de afecto. Otros de mis hermanos también lo percibiero­n. Julio me escribió desde Nueva York para que me cerciorara de que estaba mejorando. El viernes le di la sorpresa. Cuando me vio entrar a su habitación la emoción de los dos no podía ser mayor. Le dije lo mucho que lo he extrañado, los lunes y los viernes sobre todo, pues son los días que me visita. Las lágrimas se encargaron de dar respuesta a ese momento que me transportó a una ciudad fabulosa donde solo estábamos él y yo. La entrada esporádica de sus nietos llenaban de alegría el ambiente. Las atenciones de Tite, caracterís­ticas de los Quéliz, me hacía olvidar que afuera había un mundo lleno de vanidad que no presta atención a los pequeños detalles, que no sucumbe ante el dolor ajeno y lo más importante: que no advierte que a veces la sanidad la dan los afectos. Con una gran satisfacci­ón veía en él un rostro más alegre, un mejor ánimo y la firme convicción de que tiene una familia que lo ama. Fueron tres horas inolvidabl­es las que pasé acostada con mi hermano hablando de todo, riéndonos y haciendo planes para cuando esté completame­nte sano. No desaprovec­hé la oportunida­d de decirle: “Ya te sanaste. Tú lo que querías era que yo viniera a verte”. Se rió, pero sin negar que eso era cierto. Es el mayor de los 14, y yo la número 13, pero lo gobierno. Aunque luego de pasar ese buen momento compatiend­o un rico café y un sabroso chocolate con él, tuve que volver a la realidad del día a día, aprendí muy bien la lección: no importa cuán ocupado estés, debes proporcion­arle a tu prójimo el bálsamo del afecto, pues al fin y al cabo es la mejor medicina para tratar los quebrantos.

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PUBLICA LOS MARTES

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