Desafío del XXI
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Nos proponemos delinear en el contorno de la realidad latinoamericana y caribeña, nuestra visión de la formación basada en competencias y sus prácticas. Vivimos un cambio de época, pasamos de la sociedad tradicional y conservadora a la denominada en general, modernidad, que aunque contribuyó a la configuración de cambios en el modo de vida de las personas y comunidades, impuso desarrollos lineales, mecanicistas, deterministas y fragmentados en la educación, por las referencias epistemológicas y la concepción de sociedad que imperó hasta ese momento; al surgimiento de la denominada “sociedad líquida” (Bauman, 2008), caracterizada por nuevas concepciones de racionalidad, “crisis del pensamiento” (Capra, 2010) y la aparición de un nuevo sujeto social que cuestiona antiguos valores, metodologías y conocimientos concebidos para toda la vida.
Este cambio de época está urgiendo la búsqueda de soluciones educativas orientadas a formar personas competentes, productivas, proactivas, con capacidad de adaptación al cambio indetenible y orientadas al logro personal, laboral y social. No obstante, en República Dominicana, así como en el resto del Caribe y Latinoamérica, la mayoría de los estudios sobre los resultados de la educación en la región, destacan aún grandes desafíos de calidad, equidad y pertinencia que enfrentan sus servicios.
Aunque estos análisis no señalan con claridad cuáles son los resultados que se espera, demuestre quien aprende; si hay consenso general sobre el concepto de educación como un proceso y su centralidad en la experiencia y significación de quien aprende; lo que la aparta del tradicional imperio de los contenidos, procedimientos o de quien enseña. Aunado a estos diagnósticos, el posicionamiento paulatino de los llamados ‘millenials’, ‘nativos digitales’ o ‘generación Z’, nos obliga a re-pensar como llevar a cabo la educación en el siglo XXI. En esa perspectiva, la transformación de lo educativo en este siglo estaría en el proceso de como aprender a aprender y aprender a pensar de forma permanente, disruptiva, constructiva, crítica, resolutiva, sistémica, proactiva, para dejar de lado la memorización de eventos, leyes, teorías, procedimientos, acontecimientos o situaciones. Esta exigencia epocal implica re-definir y desarrollar programas flexibles, versátiles, articulados, adaptativos al cambio constante, pertinentes, que formen competencias integrales para comprender, reentender y aplicar con idoneidad conocimientos, capacidades, destrezas, habilidades, tomando en cuenta el alto grado de relación e interconexión entre todos los fenómenos, eventos y procesos sociales (el trabajo, la ética, la educación y formación, la ecología, la comunidad, etc.), así como la exigencia de organizar sistemas/redes de conocimientos, generados desde diversas formas sociales de aprendizaje.
Estos requerimientos que comprometen la reconceptualización de términos como: contexto, proceso, redes, interconexiones, significado, proactividad, autonomía, calidad, empleabilidad, productividad, como principios para la configuración, análisis, significación y comprensión de todo aprendizaje se concretarían a través de varios conceptos que conoceremos en otra entrega. AUTORES Dra. Rocío de Prato, directora general. Ing. Luis Luzardo, coordinador académico. Ing. Diamire Manrique, gestión conocimiento. M. Ed. Nathalie Cabrera, asesora curricular.