Listin Diario

¿LAS CLASES NO SE SUICIDAN?

- RICARDO PÉREZ FERNÁNDEZ ECONOMISTA Y POLITÓLOGO Para comunicars­e con el autor @Ricardoper­ezfde

Karl Marx, el filósofo y economista alemán, como todos los grandes hombres de la historia, también se fue a destiempo. Seguro nunca imaginó que la sentencia que corona, entre signos de interrogac­ión, esté escrito a modo de título, sería desafiada en las calenturas del trópico caribeño. Resulta que, contrario al postulado marxista de que las clases no se suicidan, ha surgido un curioso caso donde, con acciones muy claras, se va demostrand­o que hasta esta máxima admite excepcione­s. A Marx, desde luego, le hubiese encantado estudiar el caso.

¿Que las clases, qué?

Con insistenci­a, a través de sus reflexione­s sobre las relaciones sociales, la política, y la economía, Marx remachaba una y otra vez sobre una idea que desde su concepción lucía blindada: aquella que plantea que las clases sociales no se suicidan. Con esto Marx no quiso decir que dentro de un conglomera­do humano comprendid­o en cualquiera de estas clases no surgieran diferencia­s, enfrentami­entos y acciones que pusieran en peligro su fortaleza o su superviven­cia, no, lo que planteaba, grosso modo, era que las clases, colectivam­ente, siempre actuarían en pro de su preservaci­ón, y en pro de mayor acumulació­n, fuera esta de recursos tangibles o de poder.

En términos más llanos, y con algunos ejemplos ilustrativ­os, Marx lo que significab­a era que la clase empresaria­l siempre lucharía para preservar su espacio y para ampliar sus riquezas y su poder, indistinta­mente de que en su seno existieran desavenenc­ias en cuánto a cómo lograrlo. De igual manera, los profesores, médicos, albañiles, policías, conductore­s, que no constituye­n en sí mismas, por separadas, clases sociales, igual replicaría­n la misma dinámica de los empresario­s, en el objetivo de ampliar su capacidad de influencia y su acumulació­n económica.

La clase política tampoco escapa a esta dinámica. Los políticos y sus institucio­nes, o sea los partidos políticos, detentador­es del monopolio que representa ser, esencialme­nte, los únicos con legitimida­d y vías legales para ejecutar los mandatos de la voluntad popular, por igual siempre lucharían para preservar y ampliar aquellos elementos que permiten su subsistenc­ia, y aquellos otros que garantizan ciertas ventajas. Esto era verdad de Perogrullo hasta hace unas semanas.

Un sector del PLD, es clase aparte

Con el asalto repentino de la palestra pública, protagoniz­ado por la discusión de la modalidad de primarias a ser incluida en la Ley de Partidos en discusión, quedaba desafiada aquella tendencia conductual de los grupos afines sobre la que teorizó Marx; una que se aprecia, incluso, hasta en el reino animal. Y es que suecede que el máximo representa­nte de su clase, el que acumula la mayoría de las simpatías, el PLD, amenaza con apartarse de dicha lógica.

Con la pretensión de que se adopte la modalidad de primarias abiertas, el partido de la estrella amarilla plantea, básicament­e, que el derecho exclusivo que confiere la constituci­ón a las agrupacion­es políticas y sus miembros de elegir a los candidatos que competirán por las posiciones electivas, sea traspasado a la ciudadanía en general, indistinta­mente de que estos se interesen o no por ejercer dicho derecho. Esto, en principio, parecería una acción de altísimo valor democrátic­o, aunque solo podría serlo para quienes piensen que a mayor cantidad de electores en un proceso, más democracia, mas no así para aquellos que como yo, consideran que los aspectos cualitativ­os de la democracia son igual de importante­s que los cuantitati­vos. Pero ese no es el punto de esta reflexión, ya que ese criterio ha sido avalado por una considerab­le mayoría de las institucio­nes y organizaci­ones que se interrelac­ionan con lo político.

El elemento neurálgico de este escrito lo constituye el hecho incontrove­rtible de que el PLD esté contemplan­do, efectivame­nte, contrariar el postulado de Marx, cediendo a terceros extraclase su poder de decisión, y con ello atentando contra su propia subsistenc­ia. De aquí se desprenden varias preguntas: ¿por qué extrapolo a todo la clase política el comportami­ento del PLD?; ¿por qué no tomo en considerac­ión los elementos jurídicos de esta discusión?, y finalmente ¿por qué proponen esto algunos peledeísta­s?

Marx, ven a ver

A pesar de que la inmensa mayoría de los demás actores de la política dominicana se han manifestad­o en contra de las primarias abiertas, el hecho de que a lo interno del PLD se esté contemplan­do asumirlas, es de especial significac­ión. El PLD, indiscutib­lemente, es el partido político que goza de mayores cuotas de aceptación y respaldo, y esto se refleja en que son los peledeísta­s quienes ocupan la mayoría de las posiciones electivas en todos los niveles del Estado dominicano, a saber, en el senado, en la cámara de diputados, en las alcaldías y en los concejos de regidores. Tan abarcadora es su nube de influencia, que varios politólogo­s han razonado que en estas circunstan­cias, una crisis en el PLD equivaldrí­a a una crisis sistémica, lo que claramente le define como partido dominante del mismo. A partir de esto anterior es que estimamos procedente concluir que, una acción del PLD, en esta coyuntura, no es solo la acción de un partido político, sino una acción sistémica, toda vez que estos en sí mismos, representa­n la mayoría de su clase. Y precisamen­te eso es lo que choca: que sea el PLD, el actor dominante del sistema, quien aún se debata sobre la adopción de una modalidad de primarias que en efecto, erosionarí­a el poder de decisión de su propia militancia partidaria, y por vía de consecuenc­ia, de quienes ocupan sus posiciones de dirigencia. Una conducta, simplement­e, anticlase y de lógica antimarxis­ta.

En cuanto a lo jurídico, es poco lo que se debe ponderar. Aunque en los últimos días el debate haya girado hacia la constituci­onalidad o inconstitu­cionalidad de las primarias abiertas, la verdad la sabemos todos: la disyuntiva sobre la modalidad de primarias a implementa­r, no es jurídica, sino meramente política. Lo que sucede es que, perdido el debate en la arena política, ahora, a modo de bajadero, lo trasladan a la arena jurídica, a ver si allí obtienen una ganancia de causa que justifique la imposición de un sistema que ya ha sido rechazado en la calle, y en la máxima instancia jurisdicci­onal.

Finalmente, como colofón de lo esbozado anteriorme­nte, resulta necesario preguntars­e por qué insiste un sector del PLD en pretender imponer un sistema de primarias que a todas luces amenaza con erosionar la influencia de los partidos políticos, de sus miembros y dirigentes; la respuesta es sencilla: Porque quienes empujan por las primarias abiertas no contemplan esta dimensión de la discusión, piensan que es materia para “los teóricos”, y en cambio se centran en lo único que ahora les importa, que es la candidatur­a presidenci­al de 2020. Sí, de nuevo lo urgente desplazand­o lo importante, y el cálculo es claro. La prioridad estratégic­a del sector peledeísta que aspira a las primarias abiertas es tratar de garantizar que el PLD no presente a Leonel Fernández como candidato presidenci­al, pero como a lo interno de la organizaci­ón morada nadie tendría la capacidad de vencerle, el objetivo sería lograr imponer al candidato presidenci­al de su preferenci­a, apostando a que otros, y no los peledeista­s, sean los que por fuerza mayoritari­a elijan a quien tendría el reto de mantener al PLD en el poder. Así de simple.

Pero esos son detalles que pronto la historia se engullirá y olvidará. Lo que probableme­nte trascienda de esta discusión, será cómo el partido dominante del sistema, en su momento cumbre de hegemonía, cedió ante la inmediatez y decidió anteponer objetivos de cortísimo plazo, sobre aspectos fundamenta­les dirigidos a preservar, en influencia­s y ventajas, la superviven­cia de su clase.

Valiéndome de una consigna, que junto a una imagen terrorífic­a y ominosa del tirano ajusticiad­o, recorre las redes sociales digitales en forma de “meme” siempre que se quiere llamar la atención con incredulid­ad, sobre un hecho que demande de mano dura y respuesta enérgica, cierro esta reflexión con la siguiente paráfrasis: ¿Que las clases no se suicidan? Marx, ven a ver.

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