¿LAS CLASES NO SE SUICIDAN?
Karl Marx, el filósofo y economista alemán, como todos los grandes hombres de la historia, también se fue a destiempo. Seguro nunca imaginó que la sentencia que corona, entre signos de interrogación, esté escrito a modo de título, sería desafiada en las calenturas del trópico caribeño. Resulta que, contrario al postulado marxista de que las clases no se suicidan, ha surgido un curioso caso donde, con acciones muy claras, se va demostrando que hasta esta máxima admite excepciones. A Marx, desde luego, le hubiese encantado estudiar el caso.
¿Que las clases, qué?
Con insistencia, a través de sus reflexiones sobre las relaciones sociales, la política, y la economía, Marx remachaba una y otra vez sobre una idea que desde su concepción lucía blindada: aquella que plantea que las clases sociales no se suicidan. Con esto Marx no quiso decir que dentro de un conglomerado humano comprendido en cualquiera de estas clases no surgieran diferencias, enfrentamientos y acciones que pusieran en peligro su fortaleza o su supervivencia, no, lo que planteaba, grosso modo, era que las clases, colectivamente, siempre actuarían en pro de su preservación, y en pro de mayor acumulación, fuera esta de recursos tangibles o de poder.
En términos más llanos, y con algunos ejemplos ilustrativos, Marx lo que significaba era que la clase empresarial siempre lucharía para preservar su espacio y para ampliar sus riquezas y su poder, indistintamente de que en su seno existieran desavenencias en cuánto a cómo lograrlo. De igual manera, los profesores, médicos, albañiles, policías, conductores, que no constituyen en sí mismas, por separadas, clases sociales, igual replicarían la misma dinámica de los empresarios, en el objetivo de ampliar su capacidad de influencia y su acumulación económica.
La clase política tampoco escapa a esta dinámica. Los políticos y sus instituciones, o sea los partidos políticos, detentadores del monopolio que representa ser, esencialmente, los únicos con legitimidad y vías legales para ejecutar los mandatos de la voluntad popular, por igual siempre lucharían para preservar y ampliar aquellos elementos que permiten su subsistencia, y aquellos otros que garantizan ciertas ventajas. Esto era verdad de Perogrullo hasta hace unas semanas.
Un sector del PLD, es clase aparte
Con el asalto repentino de la palestra pública, protagonizado por la discusión de la modalidad de primarias a ser incluida en la Ley de Partidos en discusión, quedaba desafiada aquella tendencia conductual de los grupos afines sobre la que teorizó Marx; una que se aprecia, incluso, hasta en el reino animal. Y es que suecede que el máximo representante de su clase, el que acumula la mayoría de las simpatías, el PLD, amenaza con apartarse de dicha lógica.
Con la pretensión de que se adopte la modalidad de primarias abiertas, el partido de la estrella amarilla plantea, básicamente, que el derecho exclusivo que confiere la constitución a las agrupaciones políticas y sus miembros de elegir a los candidatos que competirán por las posiciones electivas, sea traspasado a la ciudadanía en general, indistintamente de que estos se interesen o no por ejercer dicho derecho. Esto, en principio, parecería una acción de altísimo valor democrático, aunque solo podría serlo para quienes piensen que a mayor cantidad de electores en un proceso, más democracia, mas no así para aquellos que como yo, consideran que los aspectos cualitativos de la democracia son igual de importantes que los cuantitativos. Pero ese no es el punto de esta reflexión, ya que ese criterio ha sido avalado por una considerable mayoría de las instituciones y organizaciones que se interrelacionan con lo político.
El elemento neurálgico de este escrito lo constituye el hecho incontrovertible de que el PLD esté contemplando, efectivamente, contrariar el postulado de Marx, cediendo a terceros extraclase su poder de decisión, y con ello atentando contra su propia subsistencia. De aquí se desprenden varias preguntas: ¿por qué extrapolo a todo la clase política el comportamiento del PLD?; ¿por qué no tomo en consideración los elementos jurídicos de esta discusión?, y finalmente ¿por qué proponen esto algunos peledeístas?
Marx, ven a ver
A pesar de que la inmensa mayoría de los demás actores de la política dominicana se han manifestado en contra de las primarias abiertas, el hecho de que a lo interno del PLD se esté contemplando asumirlas, es de especial significación. El PLD, indiscutiblemente, es el partido político que goza de mayores cuotas de aceptación y respaldo, y esto se refleja en que son los peledeístas quienes ocupan la mayoría de las posiciones electivas en todos los niveles del Estado dominicano, a saber, en el senado, en la cámara de diputados, en las alcaldías y en los concejos de regidores. Tan abarcadora es su nube de influencia, que varios politólogos han razonado que en estas circunstancias, una crisis en el PLD equivaldría a una crisis sistémica, lo que claramente le define como partido dominante del mismo. A partir de esto anterior es que estimamos procedente concluir que, una acción del PLD, en esta coyuntura, no es solo la acción de un partido político, sino una acción sistémica, toda vez que estos en sí mismos, representan la mayoría de su clase. Y precisamente eso es lo que choca: que sea el PLD, el actor dominante del sistema, quien aún se debata sobre la adopción de una modalidad de primarias que en efecto, erosionaría el poder de decisión de su propia militancia partidaria, y por vía de consecuencia, de quienes ocupan sus posiciones de dirigencia. Una conducta, simplemente, anticlase y de lógica antimarxista.
En cuanto a lo jurídico, es poco lo que se debe ponderar. Aunque en los últimos días el debate haya girado hacia la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las primarias abiertas, la verdad la sabemos todos: la disyuntiva sobre la modalidad de primarias a implementar, no es jurídica, sino meramente política. Lo que sucede es que, perdido el debate en la arena política, ahora, a modo de bajadero, lo trasladan a la arena jurídica, a ver si allí obtienen una ganancia de causa que justifique la imposición de un sistema que ya ha sido rechazado en la calle, y en la máxima instancia jurisdiccional.
Finalmente, como colofón de lo esbozado anteriormente, resulta necesario preguntarse por qué insiste un sector del PLD en pretender imponer un sistema de primarias que a todas luces amenaza con erosionar la influencia de los partidos políticos, de sus miembros y dirigentes; la respuesta es sencilla: Porque quienes empujan por las primarias abiertas no contemplan esta dimensión de la discusión, piensan que es materia para “los teóricos”, y en cambio se centran en lo único que ahora les importa, que es la candidatura presidencial de 2020. Sí, de nuevo lo urgente desplazando lo importante, y el cálculo es claro. La prioridad estratégica del sector peledeísta que aspira a las primarias abiertas es tratar de garantizar que el PLD no presente a Leonel Fernández como candidato presidencial, pero como a lo interno de la organización morada nadie tendría la capacidad de vencerle, el objetivo sería lograr imponer al candidato presidencial de su preferencia, apostando a que otros, y no los peledeistas, sean los que por fuerza mayoritaria elijan a quien tendría el reto de mantener al PLD en el poder. Así de simple.
Pero esos son detalles que pronto la historia se engullirá y olvidará. Lo que probablemente trascienda de esta discusión, será cómo el partido dominante del sistema, en su momento cumbre de hegemonía, cedió ante la inmediatez y decidió anteponer objetivos de cortísimo plazo, sobre aspectos fundamentales dirigidos a preservar, en influencias y ventajas, la supervivencia de su clase.
Valiéndome de una consigna, que junto a una imagen terrorífica y ominosa del tirano ajusticiado, recorre las redes sociales digitales en forma de “meme” siempre que se quiere llamar la atención con incredulidad, sobre un hecho que demande de mano dura y respuesta enérgica, cierro esta reflexión con la siguiente paráfrasis: ¿Que las clases no se suicidan? Marx, ven a ver.