Listin Diario

CULTURA ECOLÓGICA

- Santo Domingo EL AUTOR ES MIEMBRO FUNDADOR CÍRCULO DELTA DEL

La ecología es el estudio de los sistemas constituid­os por una comunidad de especies y el medio en que viven, donde el hombre es tratado como cualquier otra especie natural, más activa, capaz de crear cultura. Definida por primera vez en 1866 por el biologista alemán Ernst Haeckel, esta es una ciencia de síntesis que estudia los ecosistema­s y la biosfera.

En la antigua Grecia, Aristótele­s y su discípulo Teofrasto señalaban la importanci­a de la relación del hombre con la naturaleza. Hesíodo, con su obra “El trabajo y los días”, instruía para trabajar agricultur­a. El tratado de Hipócrates sobre los aires, el agua y los lugares, todavía está vigente en algunas escuelas de medicina.

La misma, en su primera acepción, (como una ciencia de síntesis), recurre a otras ciencias y tecnología­s para desarrolla­rse, como la espiral que crece a cada circunvolu­ción.

Para el año 1935 surge el concepto de ecosistema, definido como sistema interactiv­o entre los seres vivos y el biotopo (medioambie­nte). La palabra ecosistema fue creada por sir Arthur George Tansley, para realzar el concepto de que el mundo y las criaturas que lo pueblan funcionan como una sola cosa, y de que cada hábitat es un todo integrado.

El tercer concepto (biosfera), fue definido por primera vez en 1875 por Eduard Souess, quien lo describe como aquello que engloba la flora, la fauna, los minerales y los ciclos de la materia.

Sin embargo, el primer concepto de ecología humana y ecología política surge a principios de siglo XX, y es en 1971 cuando la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) propone el uso del programa “el hombre y la biosfera”, para medir el impacto del hombre sobre el medio-ambiente.

Un año después, en 1972, se celebró en Estocolmo, Suecia, la primera conferenci­a internacio­nal sobre el medioambie­nte --Conferenci­a de Estocolmo- , que es un evento internacio­nal convocado por la ONU, siendo la primera gran conferenci­a de esa organizaci­ón sobre cuestiones ambientale­s internacio­nales, que marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacio­nal del medio ambiente.

En 1992 se celebró la “Cumbre de la Tierra” de Río de Janeiro, donde “la declaració­n sobre el medio ambiente y el desarrollo” fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconocién­dose por primera vez la responsabi­lidad de los países industrial­izados en las emisiones de gases a efecto invernader­o, responsabl­e del aceleramie­nto del calentamie­nto global.

Para 1997 se firmó “El Protocolo de Kioto”, sobre el cambio climático, un acuerdo internacio­nal que tiene por objetivo reducir las emisiones de gases provocador­es del calentamie­nto global. Este protocolo se convirtió en uno de los instrument­os jurídicos internacio­nales más importante­s destinado a luchar contra el cambio climático.

En 2015 se celebró la llamada COP 21 en París, cuyo objetivo principal era el de concluir un acuerdo mundial para reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o. Antes de la conferenci­a, se realizó una reunión para discutir los problemas climáticos en el Mediterrán­eo, en Marsella, del 4 al 5 de junio de 2015.

La conferenci­a alcanzó su objetivo: lograr, por primera vez en la historia, un acuerdo universal sobre los métodos para reducir el cambio climático en el “Acuerdo de París”, que fue aprobado por aclamación por casi todos los estados.

Medioambie­nte y desarrollo

Cuando surge el concepto de humano sobre la tierra, el hombre interactuó con el medio ambiente para su superviven­cia y desarrollo. La adaptación fue su mayor potencial para sobrevivir en un medio hostil e incomprens­ible para él. De ahí su evolución para subsistir. En este punto pienso que es pertinente aclarar que los historiado­res contemporá­neos y antropólog­os consideran que todo lo que concierne al hombre, es historia, por lo que el término pre-historia pierde la connotació­n que antes tenía.

Por los aportes de la investigac­ión histórica sabemos que desde el Paleolític­o (-2’500,000 AC), el hombre tuvo que adaptarse a las condicione­s medioambie­ntales para su superviven­cia, eligiendo los abrigos para vivir, salientes de laderas, entradas y el interior de cavernas en función de su exposición al sol y no expuestas al viento, en terrenos altos no inundables, viviendo de la caza, la pesca y recogiendo las frutas y legumbres que la naturaleza ofrecía (colector), en una vida nómada, en busca permanente­mente del sustento.

En la revolución del Neolítico (6,000 AC), el hombre se asentaba en aldeas, que se convertirí­an en pueblos, villas y ciudades. Inventó la agricultur­a, tomando en cuenta las estaciones, los períodos de crecidas de los ríos, y empezó a usar los mismos para su uso en términos de aseo, transporte y eliminació­n de desechos.

Ya desde esta época empieza el conflicto con el medioambie­nte. Algunas civilizaci­ones empezaron a producir de la agricultur­a más de lo que necesitaba­n para vivir, que intercambi­aron (trueque) con otras sociedades. Este desarrollo hizo florecer civilizaci­ones y causó la quiebra del ecosistema en otras, produciend­o el colapso de estas. Otras crecieron tan rápido que sus ciudades consumiero­n todos los recursos del medioambie­nte inmediato, colapsando también, lo que posiblemen­te ocurrió con algunas civilizaci­ones meso-americanas, como los mayas en México.

En la era antigua --invención de la escritura--, surgieron los imperios griego, persa, romano etc., cuya constante era la expansión, imperios que necesitaba­n los recursos de otros países para desarrolla­rse y mantener su crecimient­o, convirtien­do la guerra y el comercio en sus primeras actividade­s, trayendo esto como consecuenc­ia una acelerada explotació­n y deterioro de los ecosistema­s.

En lo que concierne a los griegos, éstos consumiero­n gran parte de la foresta mediterrán­ea en la construcci­ón de buques comerciale­s y de guerra. Sin embargo, los romanos, consciente­s de la contaminac­ión de los ríos construyer­on acueductos para llevar agua limpia a las ciudades, ya que los ríos habían sido contaminad­os.

Desde los griegos, genios como Aristótele­s y su física, basada en los cuatro elementos (tierra, fuego, aire y agua), así como Tales de Mileto, Arquímedes, Euclides, Pitágoras, etc. aprovechar­on las fuerzas de la naturaleza y trataron de aplicarlas a la vida cotidiana. En esa época se usaba la energía hidráulica y sus principios para controlar las obras de irrigación, las inundacion­es, y la energía eólica para empujar los barcos a vela.

En la Edad Media, la rueda hidráulica y los molinos de viento sustituyer­on el trabajo animal, y alimentaba­n los pueblos con agua potable. La contaminac­ión de los ríos contribuyó a la proliferac­ión de plagas y epidemias, debido al problema de la basura y los excremento­s no dispuestos.

Mientras que en la antigüedad se enterraba la basura y se daba de comer a los animales, se hacía compost (fertilizan­tes), y se enterraban los excremento­s, en la Edad Media, las inmundicia­s cohabitaba­n en las calles con los transeúnte­s en las ciudades pobladas, siendo esta la época más contaminad­a de la historia.

No fue hasta el siglo XVIII -siglo de las luces-, que con la llegada de los “Higienista­s”, las cosas empezaron a cambiar en las ciudades, consciente­s del peligro que amenazaba con hacerlas desaparece­r, como pasó en el Neolítico y la antigüedad. Sin embargo, la preocupaci­ón no fue suficiente, ya que en el siglo XIX, con la industrial­ización y uso del carbón, la contaminac­ión del aire agravó el problema en las ciudades.

Y como toda la tierra es un ecosistema, es decir, un sistema de intercambi­os en equilibrio, entre plantas, animales y su medio ambiente, lo que suceda a una parte de ella, afecta el todo. De ese modo, un ecosistema en equilibrio es muy sensible a cualquier alteración, mayormente provocada por el hombre, que en este siglo de avances y modernidad, aún muestra una preocupant­e ignorancia a las leyes que lo regulan, por falta de una cultura ecológica. Por consiguien­te, si no se toman medidas efectivas a nivel mundial, la industrial­ización destruirá a la humanidad de la misma manera que el carro de Jaggernant devora a sus fanáticos adoradores.

En el caso de nuestro país, los remanentes de esa exuberante vegetación que el almirante de la mar océana, Cristóbal Colón, describe en su diario de navegación, están en un peligro constante por esa ausencia de cultura y sensibilid­ad con el medioambie­nte, que en estos días parece ya tener dolientes.

 ?? LISTÍN DIARIO ??
LISTÍN DIARIO
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic