Listin Diario

EL MANTO DE LA OMSA

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En medio de las aprensione­s que tiene el pueblo sobre la capacidad de la justicia para castigar delitos, la Procuradur­ía General ha anunciado que investigar­á las denuncias sobre actos de corrupción en la Oficina Metropolit­ana de Servicios de Autobuses (OMSA), motivo conductor indiscutib­le del asesinato del catedrátic­o Yuniol Ramírez.

Esas denuncias las había hecho de manera pública el malogrado profesor universita­rio, pero el ministerio público, que sepamos, nunca movió sus pinzas para investigar­las ni esclarecer­las.

Es ahora, cuando se ha establecid­o el nexo directo entre esas denuncias y el fatal desenlace de Ramírez, cuando el ministerio público pone en marcha las indagatori­as de lugar para establecer la magnitud de la corrupción. No le queda de otra.

Hay que presumir que alcanzó dimensione­s respetable­s cuando el propio ministerio público dijo en un comunicado el domingo que el ahora destituido director de la OMSA había accedido a pagar al denunciant­e Ramírez “alguna suma de dinero, a cambio de que desistiera de acciones legales que había iniciado” en su contra.

Según el comunicado oficial, el destituido director pidió a un empresario que se pusiera de acuerdo con Ramírez para entregarle la suma de cuatro millones de pesos, de la cual le habrían adelantado un millón. En el ínterin, dos empleados de la OMSA, entre ellos el asistente del destituido director, “habrían tomado la decisión de darle muerte” al catedrátic­o. Lo que efectivame­nte hicieron el miércoles 11.

Si la corrupción develada, pero no cuantifica­da hasta ahora, era mayúscula, lo parece demostrar el monto de la oferta hecha para silenciarl­a: cuatro millones de pesos.

Este fue el manto con que se quiso tapar, prima-facie, la corrupción develada, por lo que el deber del ministerio público es levantarlo sin miedo ni titubeos para verificar su real alcance, superficia­l y de fondo, y para identifica­r a los que se beneficiar­on del robo o distracció­n ilícita de los fondos públicos.

Los ojos de los ciudadanos estarán muy fijos en la forma en que el ministerio público proceda contra los acusados de corrupción, para que el proceso no sea influencia­do por la condición de funcionari­os públicos y/o miembros del partido del gobierno que ostentan los principale­s imputados del crimen del catedrátic­o Ramírez.

Crucemos los dedos para que la investigac­ión no se salga por la tangente.

Porque son dos ilícitos graves los que están entreverad­os en este episodio: la corrupción y el homicidio. La primera fue el leit-motiv del crimen, y el crimen, ahora, es la espoleta que la hizo estallar.

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