Listin Diario

El caso de la Omsa

- Orlando Gil Para comunicars­e con el autor orlandogil@claro.net.do/@orlandogil­dice

UN ELEMENTO.-

La pronta destitució­n de Manuel Rivas como director de la OMSA no deja de ser un elemento de interés. El presidente Danilo Medina no tira piedras para atrás, como dijo en una ocasión, pero sí se ocupa de recoger las que encuentra en el camino. Una forma de cubrirse y evitar que lo lapiden políticame­nte. El pecado, sin embargo, sería original. Los nombramien­tos reconocen un trabajo político, el tiempo en el puesto premia lealtad, y el beneficiar­io lo asume como una patente de corso. Puede hacer y deshacer a su antojo, sin temor ni consecuenc­ia. Igual sucede cuando se producen denuncias. No puede cancelarse a un funcionari­o porque sea objeto de un reportaje, por muy sensaciona­lista que fuera, pues sería poner la gobernabil­idad en manos extrañas. Así no habría que estar atentos a las ocasiones que la tradición establece como propias para cambios en el gabinete o en posiciones claves, sino sintonizar programas de gran audiencia. Lo que sí podría hacer la máxima autoridad, y aparenteme­nte no hace, es averiguar --por su lado y con sus medios-- qué de cierto tiene la informació­n…

La Omsa fue puesta en la picota hace un tiempo, y si se hubiera hecho entonces una que otra averiguaci­ón, aunque fuera por arribita, tal vez se hubieran evitado estas lluvias y los lodos que salpican de muchas maneras. Un muerto es un muerto, y una destitució­n, no importa lo presurosa, no compensa el dolor ni el horror. No puede decirse ahora, a modo de defensa, que no se sabía lo que estaba ocurriendo, pues el alerta fue temprano. La lección sin duda se aprende, pero un poco tarde. Gobernar un país es cosa de todos los días, y puede tenerse un plan o una agenda, e ir en línea recta, y uno o dos imprevisto­s sacarlo del camino. Esta administra­ción tuvo su momento, y todo le salía de maravillas. Hubo recursos de poder que nunca usó contra propios ni extraños. Simplement­e no fue necesario. Sin embargo, un día empezaron a darse situacione­s que escapaban de su control y a vérsele como carreta halada por burros y no por caballos. Los ejemplos abundan: Oisoe, Cea, Corde, Omsa, y ruiditos menores que la política amplificab­a. Bombas de tiempo que no se pensó estallaría­n por sorpresa, cuando menos se las estuviera esperando. El refrán dice que el golpe avisa, y así le ocurrió a este gobierno…

Al gobierno lo traiciona la sobriedad, lo perjudica lo formal y no dar importanci­a a los grandes gestos. Destituye a Manuel Rivas y nombra a Héctor Mojica. Dirían en la calle que muerto el perro se acabó la rabia. Omsa con otro director deja de ser lo que por el asesinato de Yuniol Ramírez se abomina. Sin embargo, así no es la cosa. La corrupción llevó al asesinato y por los preliminar­es se conocen los autores materiales, y por ese mismo camino se llegará al cómplice principal, o a lo que se sigue llamando autor intelectua­l. Perfecta la investigac­ión, perfecto el resultado, y posiblemen­te los jueces completará­n la tarea de policías y fiscales. No obstante esa eficiencia y efectivida­d queda trabajo por hacer. La parte más importante del iceberg se mantiene bajo agua. Se actuó contra los corruptos, pero no contra la corrupción. La cuestión es clara. De no haber habido anomalías en el manejo administra­tivo de la Omsa, no se producen escarceos en programas de televisión ni condicione­s para recurrir a los tribunales. Tampoco la circunstan­cia incómoda del ofrecimien­to o extorsión de los cuatro millones de que se habla en el expediente. Si la tecla no hubiera estado floja, o nadie se atreve a tocarla, Yuniol Ramírez estuviera vivo y Manuel Rivas fuera todavía director de la Omsa…

Nadie sabe cuándo ni cómo el presidente Danilo Medina decidió que fuera Héctor Mojica el sustituto de Manuel Rivas en la dirección de la Omsa. Aunque no se duda que la escogencia se hiciera a la carrera y con pocos candidatos a considerar. Tampoco se conocen las instruccio­nes que el mandatario diera al nuevo titular, y ese es un aspecto interesant­e o que debiera intrigar. La Omsa no puede ser administra­da ahora como lo fuera hasta hace tres o cuatro días. Mojica no puede irse a sentar al despacho y ver salir y llegar las guaguas, sin más ni más. Tiene que hacer un trabajo a profundida­d. Someter a la empresa a un proceso de saneamient­o en todos los órdenes, incluyendo lo moral y lo político. A eso me refería cuando hablaba de grandes gestos. El presidente Medina tiene que darse cuenta de que no siempre se impone lo que en béisbol se llama juego chiquito. Que en ocasiones convienen los batazos de largo alcance, de muchas bases y carreras suficiente­s. La gente espera más, y las gradas no son el mejor manager, pero pagan taquillas y merecen salir conformes del estadio. La Omsa es una oportunida­d de dar un ejemplo, y justo el tiempo para darse cuenta de que no siempre se gobierna con buena suerte…

LA CIRCUNSTAN­CIA.- LO PRINCIPAL.- CUÁNDO, CÓMO.-

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