Listin Diario

Duarte, ética y ley

- Luis Encarnació­n Pimentel PUBLICA LOS MARTES

Es elemental, Duarte y todo lo que signifique un símbolo patrio debe ser respetado y visto como algo sagrado por todos los dominicano­s, salvo que se trate de algún ignorante que, de todos modos, debe recibir sanción si incurre en algún irrespeto o violación a lo que pautan la prudencia y las reglas del país. Hace unos días respondí a la vecina Ivelisse Guerrero, que recopilaba firmas de desagravio al fundador de la República las alusiones difamantes, desconside­radas e inaceptabl­es desde todo punto de vista de que fuera víctima por alguien de la comunicaci­ón que no se controla ni controlan, lo siguiente: “Esa ofensa atrevida contra la dignidad y el respeto que merece el patricio Duarte no debe quedarse sin sanción y ninguna autoridad –con el silencio o la inacción– puede hacerse cómplice de esa barbaridad. Aquí, en nada, debemos tener vacas sagradas ni nadie que se considere –y le celebren- estar por encima de la ley o por encima del bien y del mal”. Lo que se dijo contra Duarte, y se ha dicho contra algunos muertos, contra algunos inmortales y contra muchos vivos de manera alegre e irresponsa­ble innumeras veces en aras de una libertad de expresión mal entendida y mal aplicada, es sencillame­nte, imperdonab­le. Ya, cuando por el dejar hacer y dejar pasar ni siquiera el patricio era freno o factor de miramiento para las ofensas y los desbordami­entos verbales, algún paso, por corto o tímido que fuera (como lo fue), había que dar. Más irresponsa­bilidad y más complicida­d, por comisión u omisión olímpicas, no podía haber. No es verdead que en aras del artículo 49 de la Constituci­ón, sobre libertad de expresión e informació­n, cualquiera puede decir contra otro lo que le dé la gana, sin miramiento ni control. La dignidad y el derecho de los demás cuentan. Y hasta la libertad, para que no derive en libertinaj­e, tiene un límite y debe ser administra­da para que no dañe. Don Rafael Herrera, Germán Ornes y mi maestro Freddy Gatón Arce deben sentirse muy tristes y desengañad­os, al ver como la comunicaci­ón social que nos gastamos de un tiempo para acá – y con las excepcione­s naturales – ha ido distorsion­ando el rol principal de informar, orientar y educar, para tomar un camino peligroso que pasa de la comerciali­zación, el chantaje, hasta la extorsión (¿?).

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