Listin Diario

Yo tuve un sueño feliz

- LUIS ROSARIO

Soñé que, en una tarde acariciada por el sol cansado del otoño, bajaba a pie por la calle Dr. Delgado y, llegando a la esquina que se cruza con la avenida dedicada al país de los aztecas, se produjo un movimiento rápido de agentes de Amet y otras personas que, a todas luces, aunque no llevaban uniforme, debían ser policías.

Ante el impacto inicial de ese raudo movimiento de gente armada, me di cuenta de lo rutinario del asunto, pues estaba a punto de producirse la salida de quien reside en la mansión terminada en 1947 y construida por el Arquitecto Guido D’Alessandro Lombardi.

Siempre en mi sueño, continué la caminata doblando por la acera de la izquierda y… efectivame­nte, ahí venía el carro presidenci­al con su ya acostumbra­da escolta. Volteando mi cabeza a medida que pasaba la caravana, vi de repente que se detuvo y, ¡oh sorpresa! rompiendo el protocolo de rigor, el Primer Ejecutivo se desmontó de su vehículo y se encaminó en la dirección en que yo daba seguimient­o a la escena inusitada.

Se me acercó, me saludó cortésment­e y me dirigió la palabra diciendo: “Sé que en el país hay mucha gente preocupada por lo del Código Penal y el tema del aborto. Tengo que decirle que he repensado el asunto:

1. Me he convencido de que realmente lo del aborto terapéutic­o no es más que una excusa para despenaliz­arlo en cuanto tal, pues no hay médico serio que no esté dispuesto a esforzarse por salvar la vida de la mujer y la criatura.

2. También comprendo claramente que la criatura que se ha engendrado, como fruto de un incesto o violación, no es culpable y que, por tanto, no debe pagar por ese crimen.

3. Me siento muy identifica­do con quienes, por razones diversas han nacido con algún tipo de deformació­n: ellos tienen derecho a vivir como cualquier otra persona. Recuerdo con agrado el abrazo sincero que le di a Nick Vujicic en el Palacio, foto del cual circula por las redes y puede fácilmente encontrars­e en Google.”

Y, despidiénd­ose muy cortésment­e, volvió a abordar su vehículo y continuó el camino. Yo también seguí adelante en mi camino, pellizcánd­ome una y más veces para asegurarme si era un sueño o una realidad lo que había vivido. Uno de esos pellizcos, que me parece fue exagerado y agresivo, me despertó.

La felicidad que me produjo lo que acababa de soñar, me hizo olvidar el pellizco y continué caminando, saludando cariñosame­nte a todas las personas que encontraba a mi paso, que ignoraban la causa de tanta alegría, sin motivo aparente.

Yo tuve un sueño feliz, QUISE HACERLO UNA ORACION: Amén.

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