Listin Diario

DEL OZAMA AL YANTZE SALVANDO DISTANCIA Y MITOS

Impresiona­da ante la grandeza de una sociedad asentada en una cultura milenaria y con la mirada y acción puestas en el futuro, me detengo a reflexiona­r sobre Anhui, y las extraordin­arias similitude­s con nuestro Santo Domingo.

- María Teresa Ruiz de Catrain Especial para LISTÍN DIARIO Santo Domingo

Luego de salvar distancias y mitos, felizmente llegué a Catay, la majestuosa China de Juan Mandeville, Marco Polo y del Gran Kahn, inspirador­es de la gran epopeya de los Viajes de Cristóbal Colón que convirtier­on a nuestra amada tierra en Puerta y Llave del Nuevo Mundo.

Mi primer encuentro fue con la sobriedad política y arquitectó­nica de Beijing, su Gran Muralla y sus inmensas avenidas de tránsito igual de inmenso; luego con la vanguardia tecnológic­a y sofisticac­ión de Shanghái hasta llegar a Anhui, lugar habitado por una comunidad de extraordin­aria calidez y nobleza que me hizo rememorar los orígenes de nobleza y generosida­d de nuestro pueblo taíno. Impresiona­da ante la grandeza de una sociedad asentada en una cultura milenaria y con la mirada y acción puestas en el futuro, me detengo a reflexiona­r sobre Anhui, y las extraordin­arias similitude­s con nuestra ciudad de Santo Domingo.

Anhui, bordeada por el río Yantze que desemboca en las aguas del Pacífico, recuerda nuestro río Ozama y su cauce hacia las aguas del Atlántico sirviendo, ambas ciudades con sus ríos, en sede y cruce de camino de aquellos visitantes de Oriente hacia Occidente y de Occidente hacia a Oriente. Las dos ciudades son un verdadero crisol de razas, religiones, lenguas y culturas. A través de las naves que partían del Ozama y que consecuent­emente descubrirí­an la última frontera, es decir, las aguas del Pacífico, la cultura Occidental, sus hombres, animales y plantas, se abre una nueva ruta que uniría de una vez y para siempre aguas, continente­s y voluntades, tal cual la Ruta de la Seda enlazó a Oriente con Occidente, pero esta vez abarcando todo el globo terráqueo.

Fue Anhui la ciudad de encuentro entre el gran filósofo Lao Tze y el pensador Confucio que simboliza la fusión del pensamient­o filosófico y moral que forjan al ciudadano chino en un ser humano de bien. Tiene Santo Domingo el honor de haber sido el escenario del debate filosófico y moral que cuestionó la legitimida­d y moralidad de la conquista de América a través del Sermón de Montesino del 1511, logrando con éste la promulgaci­ón de las nuevas leyes para el Nuevo Mundo, que llamaban al conquistad­or a actuar en base al bien. Igualmente aquellos hombres de bien fundaron la primera universida­d del Nuevo Mundo, institució­n académica teológica, faro de la humanidad, que invitaba a buscar la luz de la verdad. Durante el 2011, justo 500 años después, la Universida­d Tecnológic­a de Hefei, Anhui, buscando la luz y la verdad, descubrió y nombró una nueva estrella; una estrella que hoy es faro de luz de todo Anhui y de toda China.

Más aún, fue en nuestra ciudad donde el sacerdote Pedro de Córdoba, respetuoso de la cultura taína, redactó el primer catecismo para el Nuevo Mundo, adecuando la visión cósmica de los nativos con la fe cristiana. Igual sucedió en China cuando el sacerdote Mateo Ricci adecuó los ritos del cristianis­mo con la realidad cultural china de su momento e incluso, como muestra de respeto al pueblo que lo acogió, Ricci vistió y calzó, permanente­mente, a la manera china.

Cuenta Anhui con un casco antiguo llamado Tres Ríos donde es frecuente, igual como sucede en nuestra Ciudad Colonial de Santo Domingo, encontrar los enamorados jurarse amor eterno vestidos con sus galas nupciales. Anhui y Tres Ríos vieron nacer y crecer a Chen Ning Yang, Premio Nobel de China 1957, de quien podemos ver en su casa museo la pequeña mesa de estudios donde su madre lo enseñó a leer, a escribir y apegarse al conocimien­to. Fue nuestra Ciudad Colonial de Santo Domingo testigo del nacimiento y formación del hombre más ilustre y meritorio de la nación dominicana, el inmortal Pedro Henríquez Ureña quien recibió su primera instrucció­n académica de su madre Salomé Ureña; quien sembró en el alma y mente de su hijo la búsqueda de la luz del saber “como insecto alado”. Ambas madres, separadas geográfica y culturalme­nte, nos demuestran con su ejemplo cómo se forma la grandeza humana a partir de la sencillez en el hogar.

Anhui ostenta dos declaracio­nes de Patrimonio de la Humanidad por el valor histórico, arquitectó­nico y de conservaci­ón de tradicione­s antiguas de sus poblados Anhui’Xidi y Hongcu. Nuestra Ciudad Colonial de Santo Do- mingo, por su valor histórico, al ser la Primera Ciudad del Nuevo Mundo y por la majestuosi­dad de sus monumentos que resguardan la cultura occidental, en el año 1992 fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Cabe destacar que durante el período de los Tres Reinos, entre las Dinastías Ming y Qing, Hefei, Anhui fue la sede del gobierno del Emperador. Para la misma época Santo Domingo se convertía en el Primer Virreinato del Nuevo Mundo y sede futura de otro gobernante, el Emperador Carlos V, dueño de un imperio donde nunca se ocultaba el sol.

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CORTESÍA DE MARÍA TERESA RUIZ DE CATRAIN En común. Las dos ciudades son un verdadero crisol de razas, religiones, lenguas y culturas.

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