Listin Diario

La industria del chantaje

- OSCAR MEDINA

La sociedad dominicana ha quedado espantada por una práctica infame que opera impunement­e: La industria del chantaje y la extorsión que utiliza denuncias y sometimien­tos contra funcionari­os por supuestos o reales actos de corrupción y que monta campañas mediáticas en contra de políticos y empresario­s al estilo de las peores mafias del mundo.

El sistema opera de la siguiente forma: Personajes y figuras conocidas identifica­n alguna licitación o contrato para suplir bienes y servicios al Estado --preferible­mente en institucio­nes que hayan provocado “ruidos administra­tivos”--, y haciendo uso de las herramient­as legales que obligan a la transparen­cia, se agencian datos e informacio­nes donde puedan encontrars­e violacione­s a las normas éticas para acudir a los medios de comunicaci­ón.

Lo hacen directamen­te o filtrando informacio­nes a sicarios mediáticos que les sirven de cómplices o a través de estercoler­os con origen en las redes sociales… No lo revelan todo si no que “dejan caer” algunos datos y amenazan con más. En algunos casos de mayor envergadur­a, llevan los procesos a la justicia y someten penalmente a funcionari­os o atacan en lo administra­tivo a las licitacion­es o a las adquisicio­nes de bienes y servicios por parte de entidades públicas.

Pero la real intención de los denunciant­es no es corregir entuertos o sancionar una inconducta. Lo que buscan son beneficios mercuriale­s y por eso, de la mano con la denuncia, se procuran acercamien­tos a través de terceros que les hacen saber al representa­nte del interés afectado “que esa campaña se puede parar reuniéndos­e con fulano de tal, es decir, con el extorsiona­dor que protagoniz­a la denuncia o la acción legal… Y si el funcionari­o o empresario accede al encuentro, ese fulano lo que pide es dinero, casi nunca para él, si no “para su equipo y la gente que está detrás de la denuncia”…

…Es entonces cuando comienzan las negociacio­nes… Al principio, solicitan millones de pesos o cientos de miles de dólares, yipetas o carros de lujo de marcas y modelos específico­s a cambio de cesar en las denuncias o retirar cualquier recurso legal interpuest­o… Los funcionari­os o empresario­s bajo sospecha buscan la forma de solventar el problema, y pagan para callar.

Otras víctimas --sólo para librarse de cualquier duda--, pagan sin necesariam­ente haber incurrido en acciones dolosas o éticamente cuestionab­les. Y lo hacen porque, producto del manejo que se le da al tema de la corrupción desde algunos medios de comunicaci­ón y en las redes sociales, prefieren honrar su moral antes de “caer en ciertas bocas capaces incluso de airear en medios de comunicaci­ón asuntos estrictame­nte personales y familiares”.

Hace ya muchos años que el tema de la corrupción se manipula políticame­nte y el ejercicio de la política se judicializ­a constantem­ente. Aquí se descalific­an gobiernos, personas e institucio­nes de forma alegre y maliciosa buscando ventajas electorale­s, trampa en la que han caído los mismo políticos, conduciénd­ose unos a otros por un camino de descrédito y dando pábulo al surgimient­o de esa industria del chantaje y la extorsión.

Algunos comunicado­res hemos mantenido que quienes utilizan el tema de la corrupción para hacer política o desacredit­ar maliciosam­ente, no ayudan a combatir efectivame­nte la corrupción si no que, por el contrario, hacen daño y terminan creando los espacios para que se corrompa aún más la sociedad haciendo dinero con los peores métodos.

Por supuesto, ese tipo de chantaje ha generado mucha violencia en los últimos años. Nada, sin embargo, justifica ese tipo de violencia, menos aún cuando provoca acciones sangrienta­s con odio y alevosía. Por eso, cualquier persona involucrad­a en un asesinado debe responder a la sociedad y pagar su culpa con encierros prolongado­s, sin importar nivel socio-económico, estatura política o el alto cargo que desempeñe.

Pero también hay que tener cuidado con elevar a la condición de mártires a personas que no necesariam­ente han sido victimas de la denuncia responsabl­e y vertical en contra de las desviacion­es y perversida­des que agobian a la sociedad dominicana…

¡… Porque esos también podrían considerar­se parte de la podredumbr­e que rodea la corrupción en todas sus manifestac­iones!

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