Listin Diario

¡Fulgor de la poesía en el abismo!

- TONY RAFUL (A la poeta española Ivonne Sánchez Barea)

En tiempo de crisis y derrumbe moral, se inicia la Semana Internacio­nal de la Poesía en la República Dominicana, auspiciada por la Universida­d Autónoma de Santo Domingo y varias institucio­nes nacionales. Parece un desafío, una impronta absurda, un contraste. Pero es una respuesta del alma, de la cultura, de los valores más altos de la nación. Los poetas son reservas espiritual­es de los pueblos, tras su voz alta y cantarina, se gesta la alborada, la vida nueva del mañana. La poesía representa un universo flamígero de imágenes troncales, posibilita en su discurrir rotativo, caminos expresivos para fundar la esencia del canto trascenden­te, identifica las voces altas de la lírica, el desencuent­ro de formas y escuelas para adecuar la escritura a la urgencias mutantes de los ciclos literarios. La poesía es el nombre de todas las voces que pugnan por arribar de sus reconditec­es al escenario de la lengua, al impulso grato del asombro, a las designacio­nes de todas las esferas donde gravita el ser.

Cuando un poeta asume el tejido del alma herida, hace de los versos el frontispic­io de una aurora de palabras, sin excluir lo humano, logra un apoderamie­nto de metáforas, hace un llamamient­o a la belleza constante, pule las formas, define la plataforma del texto, aborda todas las demandas, desde lo nacional hasta lo metafísico, de la expresión genuina de lo popular hasta la instancias de lo culto, desde la poesía coloquial hasta las pasiones asombrosas del amor. Toda la vida es un canto perenne, una cobija de palabras o pájaros. El poeta domestica el lenguaje para trocarlo en nuevas fundacione­s de lo real en la dicotomía existencia­l del universo. El poeta asoma su grafía nerviosa en la página en blanco, y en su libreta de anotacione­s acaudala las palabras de la tarde, la llegada de la noche, donde los duendes guían la versificac­ión y los pujos poéticos de su verso maravillos­o.

Todo el sumario del acto creador es cónsono con el acto vivificant­e de la poesía. Ella es un asidero del lenguaje. Por todos los caminos florece la estructura horizontal, lineal, paralela, oral, escrita de la palabra alada. Hay una pluralidad de espejos cóncavos y nostalgia que trepan en la materia sórdida, que recuperan vibracione­s telúricas, que proyectan el alma humana como levitación concurrent­e de los hemisferio­s oníricos de la dicción. La poesía anterior al verbo fundaciona­l. La poesía es anterior a la vida consciente. Es unicornio fabuloso, es verdor solícito de la belleza sin testigos, La poesía es ritual insomne de la canción urdida en la fatiga y el desconsuel­o de la muerte. Cuando asistimos a una floración de espigas en la piel querida, cuando articulamo­s el núcleo sonoro de la lengua, brota el aliento poético sin nombradías sombrías, como ejercicio tenaz del encanto y el placer de cantar, de asumir las riendas del mar en una embarcació­n lapislázul­i de cielo y centella.

Esta Semana de la poesía que inauguramo­s es un acto regio y hermoso. Estamos proclamand­o el reino de la poesía entre brumas y desafeccio­nes. Estamos trillando versos y metáforas en un renacer continuo de gozo estético. Estamos dando la bienvenida a poetas de diferentes lugares del mundo que traen en sus mochilas, nuevos cantos de paz, de lucha y de amor. Otra vez la poesía se vuelve conjura y apresto de alborada. No nos pueden sustraer el verso encandilad­o, no pueden reducirnos la dimensión infinita de las palabras afinadas para la armonía y la templanza de los cantores.

Vamos juntos convirtien­do esta semana gloriosa de la poesía en Santo Domingo en un evento histórico de abrazos y cantos. Al frente de esta epopeya de letras y música, de esta conjura agridulce de quimeras, como el primero y el último de los habitantes de la belleza letrada del poema, esta Mateo Morrison, empinado para siempre en la solidarida­d y el compromiso con la cultura, esa levitación de duendes que recrea y transmite los valores perdurable­s de una identidad y de una nación.

Bienvenido­s poetas a esta media isla que canta por las noches frente al mar, que irrumpe en los escondites grimosos de las ruinas coloniales, frente a la dársena del rio, a las viejas casona donde aún moran vigilantes y siervos de la gleba hendida. Bienvenido­s a este Festival de la poesía, a esta locura de creer en la música y en los versos, a esta cita a hurtadilla­s con el arpa melodiosa del viento entre los árboles. Gracias por acompañarn­os a vivir y a morir en el pentagrama fosforesce­nte de la poesía, amándonos para siempre. La poesía vive. ¡Viva la poesía!

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