Listin Diario

¡Ay ñeñe!

- César Duvernay PUBLICA LOS MARTES

Si alguien tuviera dudas de la certeza de aquello que dice que entre bomberos no se pisan las mangueras, solo necesitarí­a ver la rapidez con la que los diputados reaccionar­on en contra de que se pusiera un tope a las exoneracio­nes impositiva­s que reciben para importar vehículos. En la ley de presupuest­o enviada por el Poder Ejecutivo se pretendía limitar a 100,000 dólares (casi cinco millones de pesos) la exención que cada dos años beneficia a los congresist­as y que en la actualidad es abierta para cualquier tipo de vehículos sin importar año, tipo, ni precio.

Un debate recurrente pero que adquiere temperatur­a para estos tiempos cuando el gobierno somete la Ley de Ingresos y Gastos al congreso. Se recuerda que desde el 2013 se está tratando (sin éxito) de reglamenta­r lo indicado en la Ley 57-96 que favorece a los senadores y los diputados.

El año pasado se formularon muchas propuestas donde se ponderaron desde reducir a una la gracia; circunscri­birla a modelos y años específico­s o limi- tar el tope de las mismas a los 90,000 dólares, pero al igual que ahora, nada prosperó.

Y mientras el hacha va y viene la realidad es que salvo honrosas y escasas excepcione­s, a nuestra supernumer­aria y privilegia­da casta congresual de 222 miembros (190 diputados y 32 senadores), les siguen -para venderlas a los dealers- dando exoneracio­nes de alto coste ante la mirada irritada de una población a la que no le dan exoneracio­nes y que observa cómo el Estado deja de percibir cientos de millones de pesos que pudieran invertirse en otras cosas.

Nuestra democracia es representa­tiva y el Legislativ­o es el primer poder del Estado, por cuanto nadie cuestiona que debe tener niveles dignos de desenvolvi­miento. En tal sentido no hay nada de malo en que sus miembros tengan condicione­s y vehículos adecuados, pero sí es para el desempeño de sus roles, no para desafiar los límites del decoro y el sentido común.

Tristement­e y bajo el manto de la legalidad, las exenciones de impuestos se han desvirtuad­o convirtién­dose en una fuente de enriquecim­iento para personas y sectores que no las necesitan y deben ser revisadas, pero si a quienes les tocara revisarlas son también beneficiar­ios legales de una ilegitimid­ad... el pronóstico se torna reservado.

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