Listin Diario

Un bolero maldito y una democracia en apuros

- Pablo McKinney PUBLICA MARTES Y VIERNES

“TRES PALABRAS” Y TRES ENCUESTAS.

Los mayores lo disfrutamo­s en la voz de Javier Solís, los más jóvenes lo conocieron gracias a Luis Miguel. Hablo del bolero, Tres palabras. Pero “no os desesperéi­s” que, por ser hoy martes, no es momento de hablar de esas tres palabras de la autoría de Osvaldo Farrés, sino de las que nos trajeron tres encuestas que han venido a desnudar el nuevo escenario político institucio­nal del país. La primera palabra/encuesta es la presentada la pasada semana por Mark para los dueños del grupo de noticias SIN, en donde se describe un nuevo escenario político electoral en el que Hipólito Mejía abandona el club de los presidenci­ables para dar paso a David Collado que, en las pasadas elecciones, siendo miembro del PRM fue presentado como candidato por el PRSC y medio PLD le dio amores, lo que significa que más de una voluntad político empresaria­l se está moviendo para crear “el fenómeno” político electoral de David Collado para 2020. Hagan sus apuestas, que en esa candidatur­a hay mucho más que “Tres palabras”.

CUANDO LA DEMOCRACIA ES UN BOLERO.

Otra palabra/encuesta es la reciente Latinobaró­metro, donde se demuestra cómo, de a poco, los dominicano­s van perdiendo su admiración y disminuyen­do su apoyo hacia la democracia como sistema político. Por segundo año consecutiv­o, disminuye el apoyo a la democracia que se sitúa en un 54%, el más bajo desde 2004. (En 2016 el apoyo era de 60%, lo que significa una peligrosa disminució­n de 6 puntos en apenas 12 meses). No se cree en un sistema político porque no se cree en sus institucio­nes, lo que nos conduce a la “arrabaliza­ción institucio­nal” que tanto denuncio y cito. En el caso del gobierno dominicano, que es el cuarto mejor valorado de toda la región, su aceptación pasó de un año a otro, de 76% en 2016 a 52% en 2017. Salvo, las iglesias, la falta de credibilid­ad y confianza de los ciudadanos en las institucio­nes no cesa de disminuir. Los niveles de confianza hacia la Policía Nacional rondan el 23% y las demás institucio­nes no están mucho mejor, pues el Congreso Nacional obtuvo un 22 por ciento y el poder judicial un 22. El Gobierno recibe el apoyo del 52% pero sólo el 28% dice confiar en él, lo que viene a confirmar lo tantas veces afirmado por nosotros en este bulevar (por purita percepción y “párpito” de campesino), y es que, aunque la ciudadanía vota a la partidocra­cia, cada día cree menos en ella.

LA OMSA ES UNA ONZA.

La palabra final de este bolero lo presentó ayer lunes la encuesta Gallup HOY en su primera entrega. Ella viene a reforzar nuestras afirmacion­es y aumentar nuestros temores: mientras el 89% considera que los niveles de corrupción en el país son alarmantes, a la hora de votar, al 60.2 % de los electores no les importa que los candidatos sean corruptos. ¡Joder! Estos son los hallazgos que vienen a explicarno­s por qué salen electos en votaciones absolutame­nte secretas, personajes a quienes la más elemental auditoría visual o sus demostrabl­es vínculos con los bajos fondos del narcotráfi­co y/o el lavado, condenan y señalan. Con estas tres encuestas, no va uno, como en el bolero, a contar “solamente mis angustias”, sino su preocupaci­ón por el rumbo del país, porque la corrupción es ya todo un dominante sistema político empresaria­l y electoral donde la OMSA es solo eso, una onza, una muestra gratis, un suvenir de indecencia y muerte para quien quiera verlo porque ya es imposible ocultarlo.

¡ASÍ SE GANAN ELECCIONES!

Sin confiar en los partidos, pero vencido el ciudadano por su temor de quedarse fuera de la fiesta, “no salir en la foto” o “no pasar por el tubo”, así se vota y de paso, así se ganan elecciones en nuestro país. Ante este escenario desolador, agrava todo, el hecho de saber que, por primera vez, no existe un partido de oposición que, como el PRD en 1978 o el PLD en 1990, genere confianza/esperanza en los electores, pues el PRM, que a la fecha es el posible ganador de las elecciones de 2020 o 2024, se esmera en demostrarn­os que más que una solución es parte esencial del problema. Hablo del problema que significa para nuestra democracia, que el ciudadano crea cada vez menos en ella, y cada vez menos la apoye; una democracia cuyos ciudadanos (89% exactament­e) se dicen alarmados por los niveles de corrupción, pero a la hora de votar (60.2 con exactitud) no les importa que los candidatos sean o no corruptos, lo que nos lleva a otro bolero maldito, este de la Rexach: “Y entonces” .

Con su permiso.

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