_Escenario
La historia comienza con Samuel Beckett, el escritor más influyente del absurdo del siglo 20. Un adelantado a la época. Tal vez la propia historia de Beckett fuera la mejor de sus dramaturgias.
Novelista y dramaturgo irlandés, Samuel Beckett estudió en la Portora Royal School, una escuela protestante de clase media en el norte de Irlanda, y luego ingresó en el Trinity College de Dublín, donde obtuvo la licenciatura en lenguas romámicas y posteriormente el doctorado.
Trabajó también como profesor en París, donde escribió un ensayo crítico sobre Marcel Proust y conoció a su compatriota James Joyce, del cual fue traductor y, a quien pronto le unió una fuerte amistad.
Beckett murió a los 83 años. Su ruptura con las técnicas tradicionales dramáticas y la nueva estética que proponía le acercaban al rumano Eugène Ionesco, y suscitó la etiqueta de “anti-teatro” o “teatro del absurdo”. En el año 1969 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Un ingrediente adicional sobre Beckett. Se considera en general que su obra maestra es Esperando a Godot (1953).
La pieza se desarrolla en una carretera rural, sin más presencia que la de un árbol y dos vagabundos, Vladimir y Estragón, que esperan, un día tras otro, a un tal Godot, con quien al parecer han concertado una cita, sin que se sepa el motivo. Durante la espera dialogan interminablemente acerca de múltiples cuestiones, y divagan de una a otra, con deficientes niveles de comunicación. Así que finalmente tenemos entre nosotros una de las obras más importante del absurdo.
“Esperando a Godot”, dirigida por Manuel Chapuseaux y producida por Patricio León, fue una experiencia dialéctica reformulada para el espectador actual. Hubo con este montaje, esa viva correlación con un público y dentro de él, con cada espectador.
La puesta, pues, llena del planteamiento paradójico que obliga al espectador a cerrar, con su juicio, el final de esta pieza.
Desde la composición espacial pasando por la ubicación de los elementos escénicos que la conformaron, al técnico desempeño actoral de Pepe Sierra y Patricio León.
Ellos lucieron excepcionales por saber apelar y emplear cabalmente su dilatada sabiduría histriónica en función del reto compositivo para este reto; acompañados por la eficacia del manejo en sus respectivos papeles asumidos con entrega y fuerza por parte de Omar Ramírez, Noel Ventura y Josué Hirujo.