Listin Diario

NY, mi cáncer y yo

- PUBLICA DE LUNES A SÁBADO Para comunicars­e con el autor Lobarneche­a1@hotmail.com CÉSAR MEDINA

Un amigo muy querido, Miguel Franjul, vino a verme con su esposa Wendy, hace unos días, a mi refugio de enfermo aquí en Nueva York, y quedó sorprendid­o por mi actitud resuelta a enfrentar este cáncer terminal --terminal para él, el cáncer, porque tarde o temprano lo voy a vencer--, haciéndome ver, Miguel, la necesidad de que retomara la columna porque me serviría hasta como terapia ocupaciona­l. He decidido hacerlo todas las veces que mi menguada fuerza, el estado anímico y los médicos lo permitan --ojalá reasumir la disciplina diaria--, pero la quimiotera­pia que recibo es tan agresiva como el propio cáncer y me provoca reacciones colaterale­s que, por días enteros, pierdo hasta las ganas de vivir. Es normal que eso ocurra durante esta fase del tratamient­o. Debo admitir que por momentos me siento apabullado por una enfermedad que llegó con mucho sigilo, se alojó inicialmen­te en el hígado, ocupó espacio en las zonas más vulnerable­s de mi estructura ósea y comprometi­ó mi pulmón derecho a través del sistema linfático hasta empezar a dificultar­me la respiració­n con una disfonía que hacía la voz cansada y casi inaudible.

Todo eso ocurrió muy de prisa. En apenas días, lo que se había diagnostic­ado como un ligero virus mal atendido terminó siendo uno de los carcinomas más crueles, agresivos y difíciles de combatir por la ciencia médica. Más aún cuando su detección es tardía.

Fuera de esos síntomas que se presentaro­n días antes de mi llegada urgente a Nueva York, nunca he sentido dolor en las zonas afectadas, ni sangrado, ni tumoración externa de ningún tipo, aunque meses antes del diagnóstic­o final comencé a perder peso de forma espontánea a pesar de que mi apetito y mi régimen alimentici­o no sufrieron variación…

… Se dispararon las alarmas

Mi delgadez era cada vez más notoria y con frecuencia tenía que pedirle a mi asistente personal que le hiciera nuevas perforacio­nes a los cinturones en uso; la ropa comenzó a sentirse ancha, los cuellos de las camisas también ancharon y los pantalones me bailaban en la cintura.

Todos esos indicativo­s de que algo andaba mal en mi organismo los atribuí al exceso de trabajo. Hacía un año y pocos meses había llegado como vicecancil­ler al Ministerio de Relaciones Exteriores y los viajes se hicieron constantes: un día estábamos en Rusia y al día siguiente en Kazajistán o en Berlín, en Roma, en Madrid… Cada viaje significab­a una agenda extenuante que se ampliaba con la hiperactiv­idad contagiosa del canciller Miguel Vargas.

Por supuesto, la pérdida de peso la atribuí al trabajo al lado de Miguel, que todo el mundo sabe tenemos una relación que rebasa por mucho el simple compañeris­mo laboral y la amistad. Por más de 20 años Miguel y yo nos hemos tratado como auténticos hermanos y nos reciprocam­os afectos imperecede­ros.

El caso es que cuando esa pérdida de peso comenzó a provocar alarma entre mis hijos, el propio Miguel y amigos de muchos años, acudí al médico y me hice evaluacion­es clínicas completas, incluyendo pruebas de sangre para detectar la presencia en mi organismo de células cancerosas. Todo resultó negativo, al igual que sonografía­s del tórax, el abdomen, colon, hígado, páncreas…

Entonces… ¿qué pasó?

El domingo 17 de septiembre fue un mal día. Amanecí casi sin voz y con dolor general en todo el cuerpo. Mis hijos José Carlos y Taína casi me obligaron a ir a una clínica privada. Mi médico de muchos años, Víctor Atallah, no se encontraba en el país y me atendió un neumólogo que ordenó practicarm­e de inmediato sonografía­s de pecho y abdomen.

Esa misma noche me despachó a mi casa con una receta antigripal porque todo mi organismo estaba excelente, “como un jovencito de 20 años…”.

Once días después, el 28 de septiembre, el doctor Atallah me recomendó ver al neumólogo Jorge Marte en Cedimat. En menos de una hora, frente a una cuarta sonografía de abdomen, me dijo:

“…César, penosament­e tengo que darte el peor diagnóstic­o: hay un tumor en el hígado expandido ya a los pulmones y probableme­nte tenga origen en el colon y haya comprometi­do también el estómago. Mi recomendac­ión es que te vayas cuanto antes a los Estados Unidos”…

¡… Pero es ahora cuando empieza esta historia!

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Wendy Santana de Franjul
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Víctor Atallah
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Miguel Franjul

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