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Raulito, el niño que hace milagros 84 años después de su muerte

(( México

- Seúl (EFE) Acapulco, México

Un video de la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, sonriendo a jóvenes surcoreana­s que estallaron en exclamacio­nes al ver al miembro de una banda masculina de pop coreano se hizo viral en internet.

En el video se ve a Trump relajada con adolescent­es surcoreana­s con uniforme escolar, en un acto donde la primera dama ofreció un discurso sobre la importanci­a de dar a las niñas un acceso igualitari­o a los deportes. Cuando las jóvenes vieron a Choi Min-ho, miembro de Shinee, de pie junto a Trump en una visita inesperada, empezaron a gritar y aplaudir, mientras la primera dama las miraba con una gran sonrisa.

Los internauta­s elogiaron en Twitter la interacció­n de la primera dama con las niñas y la estrella del pop, especialme­nte su duradera sonrisa. “Sonríe mucho, habla bien y es muy amable con las adolescent­es”, dijo un usuario. “La vi sonreír así por primera vez”, dijo otro.

Decenas de muñecos, peluches y pelotas, entre otros juguetes, se amontonan sobre la tumba de Raúl González, conocido popularmen­te como Raulito, un niño mexicano que murió a los diez meses y a los que los habitantes de Acapulco acuden con fe para que les ayude a cumplir sus peticiones.

En el Panteón San Francisco, Raulito, fallecido el 2 de febrero de 1933, está enterrado junto a su hermano Elivier, quien murió cinco meses después.

La tumba del “niño milagroso” permaneció durante mucho tiempo en el olvido hasta hace aproximada­mente 18 años, cuando empezó a ser un referente para los habitantes del lugar.

“Ya le he pedido al niño y todo lo que le he pedido me lo ha concedido y le sigo pidiendo”, dice a Efe Francisca Jaime Camacho, una señora de 80 años con cabello canoso y muchas arrugas en su rostro que piensa que, de tanto pedirle, el pequeño “a lo mejor se enfada”.

Por eso “hay que llevársela con calma”, afirma Francisca, quien cuenta que no le lleva veladoras porque lo que Raulito quiere son “juguetes, carritos y sonajas”.

Según cuenta la creencia popular, la fama del niño comenzó cuando, hace casi dos décadas, llegó al panteón una mujer de la Sierra de Atoyac. Estaba llorando y llevaba en brazos a su hija de cuatro años, quien estaba al borde de la muerte.

La mujer le pidió a Susana Curiel, administra­dora del panteón desde hace más de 23 años, que le dijera dónde podía encontrar la tumba de un niño que estuviera en el abandono por sus familiares. La administra­dora señaló el sepulcro de Raulito, muy próximo a la entrada.

Durante más de una hora, la señora, de rodillas, pidió por la salud de su hija, de quien los doctores habían dicho que no pasaría de ese día, ya que estaba muy débil por los dos infartos que le habían dado.

Cuando terminó sus rezos, la mujer siguió su camino, sin olvidar la promesa que hizo en la tumba de Raulito: si salvaba a su hija ella regresaría a dar las gracias.

Algo para lo que no tuvo que esperar mucho, ya que mes y medio después volvió al panteón con la pequeña caminando, así como con dulces, juguetes y arreglos florales para expresar su agradecimi­ento al niño.

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