Homenaje a Bolívar
haber leído este texto de Rodó con “…serena y grata comunión de mi espíritu con el suyo”, y que al concluir, le había quedado “… definitivamente, la visión luminosa de aquel varón egregio”. Afirmaba el ilustre dominicano que aquella lectura le había permitido olvidar, siquiera un rato, la dolorosa imagen de las repúblicas americanas liberadas y fundadas por Bolívar, inmersas en luchas fraticidas, en lo interior, y en estériles disputas de unas con otras, en lo exterior, mientras avanzaba la fuerza del norte que las avasallaría aprovechando su desunión.
Para terminar su sentida misiva, don Federico hacía votos por la unidad latinoamericana y por canalizar la fuerza constructiva de estas naciones jóvenes por senderos de paz, cooperación y progreso. Así lo dejaba refrendado: “Ojalá que la gran voz que desde las cumbres en donde se destaca el epónimo genio de América así despierta a los dormidos y llama a los reacios, para cristalizar en un bloque hemisférico de ideas y de acción el pensamiento fundador del estadista y el sueño civilizador del héroe, ni clame en el desierto, ni se pierda en el vacío”.
Antes debió haber leído en “Ariel”, aquellas inolvidables palabras de su amigo:
“Una sociedad definitivamente organizada que limite su idea de civilización a acumular los abundantes elementos de la prosperidad, y su idea de justicia, a distribuirlos equitativamente entre los asociados, no hará de las ciudades que habite nada distinto del hormiguero o la colmena. No son bastantes ciudades populosas, opulentas, magníficas para probar la constancia e intensidad de una civilización. La gran ciudad es, sin dudas, un organismo necesario de la alta cultura. Es el ambiente natural de las más altas manifestaciones del espíritu”. Integración latinoamericana, como la soñó Bolívar, y hacer de nuestras sociedades el refugio natural de la alta cultura: mandatos de don Federico y Rodó, que aún no hemos cumplido. Miembro Titular JCE Presidente Ateneo Dominicano