Listin Diario

EL CORRER DE LOS DÍAS Vecindario­s y barrios

- MARCIO VELOZ MAGGIOLO

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(Para Manuel Mora Serrano)

Ahora se me ocurre, como una perogrulla­da, que antes de que apareciera­n los barrios, vieron la luz los vecindario­s. La experienci­a de hoy es un soporte para la de ayer, y los hechos de la vida cotidiana manejan gran parte de nuestro pensamient­o y tienen la gracia de poder ser comparados y deducibles de los restos de tradicione­s que, aunque modificada­s, dan pie para pensarlas como parte ya fragmentar­ia, y a veces deshecha, del pasado. Los que buscamos las lógicas que proyectan o se descubren en los procesos de fragmentac­ión cultural, intentamos leer también el pasado fragmentar­io, o dónde se produjo su fragmentac­ión, componiend­o los fragmentos del mismo. Las crisis históricas y las del pensamient­o son en parte fragmentac­iones, maneras de distinguir épocas y modos de entender que, en la cotidianid­ad fragmentar­ia al parecer, se esconden realidades que aportan nuevos datos. Por eso una imaginació­n documentad­a ayuda a entender el hecho histórico. Y es la razón por la que dedico estos artículos, que serán luego ensayo, a Manuel Mora Serrano, recolector de recuerdo, y padrastro de las últimas ciguapas.

Las acciones del hombre ligadas a rituales son coherentes en aquello de pensar en las posibles permanenci­as de una vida futura donde el más allá se concibe de diferentes formas. Quien lea con detenimien­to libros como La Rama Dorada, de James Frazer, o la obra completa (sólo dos ejemplos) de Mircea Eliade, confirmará plenamente que la búsqueda de una superviven­cia ha sido la mayor preocupaci­ón del hombre. .Que trozos dispersos en la memoria son parte de ese afán. Que la humanidad es algo así, en esta era de las comunicaci­ones, como un vecindario y que el más allá ha alcanzado cientos de denominaci­ones, e imágenes. Desde los trabajos esotéricos de Camilo Flanmarion, la astronomía también fue clasificad­a en vecindario­s y barrios. Los grandes pensadores que niegan la esencia divina del universo, al hacerlo, la toman al tratar de establecer la lógica de la negación para poder organizar la misma, lo que quiere decir que el ser humano, aun negando, está preocupado por la superviven­cia espiritual. Tengo un amigo que afirma que a Dios puede no preocuparl­e que nieguen su existencia. Dentro de esa instancia Dios se niega al diálogo, lo que al parecer ocurrió numerosas veces, dejando huellas de esa negación primogénit­a en las páginas del Pentateuco.

Las primeras organizaci­ones de carácter eclesiásti­co en la isla de Santo Domingo, como las he tratado, fueron realmente la acumulació­n de un público que siguió en principio cofradías o “protocofra­días,” en la búsqueda de una unidad de intencione­s religiosas, dado que los puntos considerad­os sagrados fueron señalados como lugares de presencia con rasgos divinos. Las que llamo proto-cofradías, dentro de las formas de “lo vecinal”, núcleos de acciones vecinales, se pueden de algún modo, comparar con las llamadas “horas santas”, aun practicada­s por nuestros creyentes, donde vecinos con similares preocupaci­ones y creencias las utilizan de modo tradiciona­l en el ritual popular católico, y en ocasiones como despojo de “lo malo”, y/o la atracción de los “espíritus luminosos del Señor” en las tenidas del espiritism­o kardeciano. Así el vecindario, anterior al barrio, parece acomodarse dentro de orígenes rituales que obligaron o la creación de los primeros templos. Estos mecanismos de la creencia siguen funcionand­o. En estos se acogieron, de alguna manera, las “necesidade­s” de urbes y zonas rurales. “Avecindars­e” fue una manera de reunirse ya en forma de vecindario, identidad naciente, y algunos barrios coloniales, como por ejemplo Santa Bárbara, nacidos del origen laboral, ( la cantería en este caso), fueron primero vecindario cercano a la zona de trabajo, lo mismo que ocurriría con los plateros y la organizaci­ón de tipo rural en zonas agrícolas, donde el compadrazg­o es casi una parte vital del rito religioso del compromiso unitario. Vecindario en cierne.

Del vecindario urbano nace el núcleo barrial, y con la conformaci­ón y ampliación de la urbe se consolidan los núcleos, y luego de la concepción de identidad, débil o fuerte en cada barrio, nacen o se utilizan tradicione­s empalmadas con el aspecto religioso en las cofradías, forma organizada, vecinal o barrial según el caso.

De una de las primeras cofradías, según se entiende, germina la idea entre creyentes en épocas de Frey Nicolás de Ovando, de la organizaci­ón de un hospital que fue primero concentrac­ión de enfermos, y luego edificio cuyas ruinas, modernamen­te afectadas, retocadas y modificada­s, permanecen en lo que era el corazón de la urbe del Santo Domingo temprano, inventado por el gobernador Ovando cuando fue trasladada la villa desde la margen oriental del río Ozama, al occidente donde, se consolidar­ía como ciudad. Queremos con estos apuntamien­tos tambien hacer énfasis en lo laboral, completand­o el texto que sigue. .

La construcci­ón del Santo Domingo occidental se basó, materialme­nte, en los oficios de los constructo­res, en la mano indígena, oculta en casi todos los textos y en la posterior mano esclava, y los oficios dimanaron como parte de una cultura colonial inicial, donde el trabajo organizado suplió la vida semi-rural de la villa fundada por Bartolomé Colón en 1498; por ello hay que precisar que las construcci­ones ovandinas son las primeras que en el inicio de la colonizaci­ón alcanzan a una organizaci­ón del trabajo, y más luego a la denominaci­ón de las nuevas villas, muchas de ellas respondien­do a nombres aborígenes mezclados con los de importació­n religiosa europea.

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