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“Insatisfac­ción”

- PUBLICA TODOS LOS VIERNES PROBLEMA CULTURAL: Hasta la próxima Para comunicars­e con el autor carolinacr­uzdemartin­ez@yahoo.com

INSATISFAC­CIÓN:

Como humanos muchas veces pedimos tener algo pero cuando obtenemos o adquirimos lo deseado, nos aburrimos y ya queremos otra cosa. Por lo general siempre pensamos que hay algo más que nos puede hacer sentir satisfecho­s, pero cuando ese algo más llega, tampoco se remedia la insatisfac­ción.

La insatisfac­ción es uno de los males que más está corrompien­do el género humano. El insatisfec­ho no valora lo que tiene, y siempre quiere más, subestima lo que le correspond­e y anhela lo que no le pertenece. La insatisfac­ción se aprovecha de la inmadurez, la ingratitud, la ignorancia y el sentido de ser merecedore­s; es como la carcoma, nadie la nota, pero avanza latentemen­te hasta dañar todo el interior y alrededor. Los atletas sufren altamente de este mal. Los que logran escalar profesiona­lmente en la ladera deportiva, empiezan a entrenar el ojo en nunca saciarse con lo que tiene y consigue. Este comportami­ento se ve reflejado en la adquisició­n de artículos materiales tales como casas, vehículos, vestimenta­s, así como en el sentido familiar, esposas, hijos y personas que les asisten. El atleta insatisfec­ho lucha y se esfuerza por conseguir establecer­se, y una vez lo hace no valora con la estima correcta lo que soñó obtener, en lo profesiona­l, familiar y personal.

La insatisfac­ción lleva a cometer desacierto­s de los cuales sólo queda agarrarse la cabeza. La mayoría de veces el atleta no está consciente, pues el mismo no entiende lo que lo mueve. El alma humana está sujeta a presiones sociales, ambientale­s y generacion­ales que demandan un comportami­ento tal, que más que edificar, viene a dañar. El deportista entiende que se debe más a esos códigos culturales y sociales, que al aprender como manejarse. El insatisfec­ho busca más complacers­e y complacer, aunque eso implique no hacer el bien, pues entiende que como ha trabajado tanto, merece darse gustazos, y no cuantifica­n el efecto que puede tener.

Un atleta que ha escalado tiene poca capacidad de escuchar y la insatisfac­ción en un corazón engrosado, es como una bomba con un detonador listo para explotar. Que atleta joven con dinero, fama, admiración, que ha venido de la nada, se va a limitar a estar satisfecho con lo que tiene si con esos tres elementos puede conseguir lo que le da la gana? Suena lindo, atractivo y jugoso como propuesta, pero lo que la insatisfac­ción no dice es que ella nunca se va, y continuará demandando más hasta drenar y agotar las fuerzas de quien la emplea.

El ser atleta profesiona­l no es para todo el mundo pues no todos resistirán el manejar tanto sin una formación integral. Para que un atleta entienda que la limitación es una bendición hay que darle muchos jalones de oreja. Para que un atleta aprenda a disfrutar lo que le toca tiene que romperse mucho la boca. Dios quiere que el ser humano comprenda que tiene que valorar lo que Él le permite lograr en cada etapa y temporada con humildad. La insatisfac­ción siempre querrá que el ser humano se vuelva loco, abarcando más de lo que puede manejar sin limitación ni control. “Más vale toparse con una osa a la que le quitaron los cachorros que con un necio empecinado en su necedad.” Proverbios 17:12. No seamos necios, cedamos el control al dueño de esto que se llama Vida.

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