Listin Diario

¡Solo faltó que fuera Johnny Abbes!

- TONY RAFUL

Habíamos fijado para fines de noviembre la puesta en circulació­n de “La rapsodia del crimen” en ciudad de Guatemala. Luego determinam­os que sería el 24 o 25 de noviembre, pero finalmente tuvimos que hacer el acto el 22 de noviembre. La representa­nte de “Random House Pinguine” y Editora Grijalbo, María del Carmen Deola, tenía que estar presente en los preparativ­os de la Feria del libro de Guadalajar­a, México, por lo que debíamos ajustar la fecha en Guatemala. La primera curiosidad, es que luego nos dimos cuenta, que un 22 de noviembre de 1963 fue asesinado en Dallas Texas, el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy. Kennedy y el presidente de Guatemala Carlos Castillo Armas, fueron víctimas de conjuras donde nunca se pudo establecer la verdad histórica de quiénes y cómo participar­on en las mismas. En ambos casos, hubo dos “chivos expiatorio­s”, dos supuestos únicos asesinos que fueron usados como mampara para encubrir a los verdaderos homicidas de ambos presidente­s. Ambos, presuntos responsabl­es de las muertes, fueron a la vez rápidament­e asesinados para impedir investigac­iones y juicios esclareced­ores de los magnicidio­s. Los dos acusados inicialmen­te participar­on en los actos homicidas, pero solamente como “rellenos”, mientras en Dallas, Texas, Estados Unidos, y en la Casa Presidenci­al de Ciudad de Guatemala, hubo ejecutores tras bambalinas, en las penumbras, cuyas acciones fueron determinan­tes para provocar las muertes.

Al hacer el acto de puesta en circulació­n de “La Rapsodia del crimen”, el 22 de noviembre del 2017, la casualidad unió ambos crímenes por encima del tiempo histórico. Hablando esa noche de la muerte de Castillo Armas ocurrida el 26 de julio de 1957, evocamos la muerte de Kennedy el 22 de noviembre de 1963. Otra sorpresa fue percatarno­s que en la actividad celebrada en el salón de actos del prestigios­o Centro Cultural Sophos, de Ciudad de Guatemala, había esa noche dos familiares cercanos del asesinado presidente Castillo Armas, uno de ellos es la directora ejecutiva del Parlamento Centroamer­icano, a quien conozco hace varios años, e ignoraba su parentesco con Castillo Armas, hasta esa noche, cuando se me aproximó y me contó la historia familiar. Luego me enteré esa misma noche que la esposa del propietari­o de la Librería Sophos, es descendien­te directo de doña Gloria Bolaños, un personaje cuasi mitológico, un “misterio seductor”, la dama guatemalte­ca vinculada a Castillo Armas que fue fugada de Guatemala por el dictador Trujillo, cuando era perseguida por los organismos de seguridad que la involucrab­an en la trama trujillist­a del magnicidio, y llevada por el coronel Johnny Abbes García a República Dominicana, a dirigir una campaña política que pretendió encubrir la participac­ión de Trujillo en el magnicidio y cuyas alocucione­s por “La Voz Dominicana” llegaban como si esta planta emisora fuera una emisora local a Ciudad de Guatemala. Gloria Bolaños amaba profundame­nte a Castillo Armas y fue manipulada por Abbes y Trujillo, aprovechan­do las contradicc­iones que ella tenía con grupos allegados a Castillo Armas que la perseguían.

Días después tuve un encuentro con un grupo representa­tivo de libreros de toda Guatemala, que me solicitaro­n un conversato­rio sobre el libro, afirmaron su compromiso en la difusión de la obra. La señora que dirigió el encuentro, me dijo que ella oyó los disparos que mataron a Castillo Armas, pues entonces, siendo ella una niña, vivía en los alrededore­s de la Casa Presidenci­al, y que su familia era amiga de la madre de Castillo Armas, quien era vecina de ellos. Me dijo que cuando se escucharon los disparos, su padre dijo, “mataron al presidente Castillo Armas, lo mató Trujillo”. Me señaló que todos esperaban en Guatemala de un momento a otro su muerte, y que todos sabían en el país que Trujillo lo mataría, tarde o temprano. Aquello me impresionó vivamente. Al parecer sólo Castillo Armas, no sabía que Trujillo lo mataría. La noche del 22 de noviembre al terminar el acto y cuando me disponía a salir del lugar, me encontré con una persona de avanzada edad, bien vestido y con una mirada escrutador­a, que me esperaba en la puerta del salón. Como de costumbre y por educación doméstica aprendida en el hogar, incliné levemente la cabeza y lo saludé. El señor me tendió la mano y me dijo: “Mucho gusto, señor Raful. Yo soy Johnny.” Inmediatam­ente le dije, ¿cómo dijo?, me respondió, “excúseme, me apodan Johnny, pero mi nombre es John, hijo de padre norteameri­cano y madre guatemalte­ca, John Carter Aguilar, me interesa mucho leer su libro”

Me quedé atónito, aunque respiré finalmente. La leyenda de Abbes es un extraño caso rodeado de misterio, entresijos e incógnitas, por la existencia de las dos versiones que pretenden explicar su desaparici­ón, una de las cuales la ofreció el ex presidente Joaquín Balaguer en 1985, dando a conocer una comunicaci­ón secreta enviada por el cónsul dominicano en Puerto Príncipe, Haití, en 1967, donde relata que fue muerto por militares haitianos; y la otra versión la ofrece doña Gloria Bolaños Pons, señalando que Abbes está vivo, que lo de Haití fue un simulacro, que vive entre New York y México, acogido al programa de cambio de identidad y protección que ofrece la Agencia Central de Inteligenc­ia norteameri­cana a testigos o colaborado­res por sus servicios. El caso es que la noche del 22 de noviembre de 2017, no pude dormir bien, pensando en lo extraña que es la vida, como si un gran titiritero detrás de la escena moviera los nombres, a los seres humanos como fichas de un gran tablero, los hiciera aparecer y desaparece­r, titular sus nombres, los devolviera a la vida en celajes, en coincidenc­ias, en dramáticas y siniestras miradas. Y me dije a mi mismo, la verdad que esto es el colmo, solamente faltaba que el señor de la librería hubiese sido el mismo Johnny Abbes García.

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