Qué hacer y qué no hacer cuando muere un ser querido
(+) El cerebro necesitará un tiempo para procesar la noticia cuando sea escuchada, en este momento es común que se dude de esta. Aunque el duelo es un proceso que todos atravesamos tras la partida de un ser querido, es diferente en cada ser humano, sobre todo entre un adulto y un niño, entre un hombre y una mujer.
La terapeuta Lorraine Isa expresa que para empezar, el cerebro necesitará un tiempo para procesar la noticia cuando sea escuchada, en este momento es común que se dude de la misma, que no se entienda; que se hagan preguntas repetitivas intentando encontrar el sentido, la lógica, la veracidad de la trágica noticia y se escuchan frases como: “No es cierto”, “dime la verdad”, “¿cuándo mejorará?”.
“En el caso de los niños, sobre todo de aquellos menores de cinco años, harán las mismas preguntas constantemente en días diferentes pues aún entienden el concepto de muerte como algo reversible. Aun así, es completamente necesario decirles la verdad en lugar de ocultarla, pues, al igual que a los envejecientes o enfermos mentales, se tiende a mentir sobre lo sucedido para evitarles sufrimiento, pero solo conociendo la verdad podrán vivir el dolor que les permitirá atravesar su propio proceso de duelo hasta sanarlo”, dice la psicóloga terpeuta familiar y de pareja, que tiene su consulta en el Centro Vida y Familia.
La familia, será la principal fuente de apoyo para cada uno de los miembros. Aun cuando el adolescente se aísle o se torne agresivo, aun cuando el padre no derrame una lágrima e intente ser fuerte para los demás, aun cuando el pequeño siga jugando como si nada hubiese pasado, ahí, mientras cada uno comienza a lidiar con el dolor, ahí es cuando necesita el abrazo, el hombro para llorar, el espacio para hablar, la escucha sin aconsejar.
Isa resalta que es importante evitar frases como: “Te entiendo, se por lo que estás pasando”, “a mí me pasó igual o peor”, “Dios lo necesitaba”, “tienes que ser fuerte, tus hijos te necesitan”, “debes salir y distraerte”.
“Aunque la intención de cada frase es positiva, el efecto que tiene en el doliente no lo es. Muchas veces intentamos alentar, animar al ser querido cuando lo que necesita es vivir el dolor, llorar la tristeza, sentir la rabia, y comenzar a vivir, día a día, el vacío que provoca la pérdida hasta adaptarse a una nueva y diferente realidad”, destaca.
En ocasiones observamos familiares o amigos que toman la precipitada decisión de deshacerse de las pertenencias del difunto sin antes consultar con los familiares. Otro error común es prohibir a los niños o envejecientes asistir al ritual de despedida. Es importante preguntarles si desean ir a la funeraria y cementerio explicándoles lo que allí se hará. Igualmente serán necesarias las reuniones familiares donde se pueda compartir la experiencia de cada uno, los sentimientos vividos, y de esta forma se reciba el apoyo, el afecto con el cual se ayudarán a seguir adelante en este proceso tan doloroso.
“La vida está conformada por etapas que llegan a su final, que provocan cambios y se transforman en nuevas realidades que nos permiten crecer, fortalecernos y aprender a vivir con lo inevitable, lo impredecible, lo natural. Para esto es necesaria la presencia de seres queridos y en ocasiones de algún especialista que nos acompañe a atravesar el camino del dolor hasta encontrar la paz”, concluye.