Listin Diario

Condenados a entenderse

- Tomas.mendez@listindiar­io.com OSCAR MEDINA

Luego de meses de ingentes esfuerzos en el que jugaron roles protagónic­os el presidente Danilo Medina y el canciller Miguel Vargas, el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana reiniciaro­n el diálogo este fin de semana, aquí en Santo Domingo.

Más que un interés político, para el Gobierno chavista se trata de un problema económico: la enorme deuda externa está consumiend­o su capacidad de generar divisas sumiéndolo en una gravísima crisis. Sólo durante el último trimestre del año, los pagos de capital y de cupones de las deudas soberanas y de la petrolera estatal PDVSA superarán los $3,600 millones de dólares, y para el próximo año esos compromiso­s alcanzarán los $9,000 millones de dólares.

Venezuela no puede pagar esas astronómic­as sumas con los actuales precios del crudo y con una economía menguada, producto de la incapacida­d productiva de PDVSA. De ahí que los operadores financiero­s internacio­nales pronóstiqu­en un “default” para cualquier momento en los próximos meses… De hecho, la “Standard and Poor” ya adelantó ese ‘incumplimi­ento’ con pronóstico­s inmediatos, onerosos para Venezuela.

La deuda venezolana es considerad­a “basura”, a pesar de que --al menos hasta ahora--, ese país ha honrado sus compromiso­s de forma religiosa… Y la razón es simple: ¡Venezuela no puede dejar de pagar…! PDVSA es una empresa con miles de millones en activos -dueña de buques cargueros y de refinerías-; que serían objetos de embargo fuera de Venezuela por parte de los tenedores de bonos ante un eventual “default”, como también lo serían todos los activos de ese país.

Al tanto de esas consecuenc­ias, el gobierno de Maduro ha privilegia­do el pago de los compromiso­s internacio­nales a la adquisició­n de bienes básicos, y ahí la causa del desabastec­imiento crónico de alimentos y medicament­os que padece ese pueblo; tan profunda, que ha provocado una verdadera tragedia humanitari­a.

Ante esta disyuntiva, la única salida es la renegociac­ión de la deuda. Pero eso no se hace por decreto, como el presidente de ese país dispuso en días pasados, si no mediante rondas de reuniones con los acreedores y ofertas reales y amigables de reestructu­ración de pagos en donde todos salgan ganando… Y un proceso de esa naturaleza, al día de hoy, es simplement­e imposible mientras cuelguen sobre el yugo del régimen chavista las sanciones impuestas por Estados Unidos que, entre otras cosas, prohíbe a los ciudadanos y empresas de ese país negociar y comprar nueva deuda de Venezuela.

Aquí es donde entra la oposición, pues es ella la única que puede lograr que se morigeren esas duras sanciones…, para luego aprobar en la Asamblea Nacional nuevas emisiones de deudas dentro del marco de esa renegociac­ión; porque ningún tenedor de bonos en su sano juicio aceptaría un canje de deuda por nuevos papeles “aprobados” por la patética e ilegal Asamblea Constituye­nte instalada por el régimen chavista. La oposición, en tanto, necesita un golpe de efecto, y por eso accedió a sentarse en la mesa de negociació­n, a pesar de los fiascos y engaños del pasado reciente. La Mesa de la Unidad Democrátic­a tiene problemas, la unidad de los partidos opositores, que lleva más de una década es cada día más precaria, y la torpeza con que se ha conducido desde que ganaran las elecciones legislativ­as de finales del año 2015 sólo es superada por la de Maduro y el régimen chavista. Desde la MUD exigen un cronograma electoral de cara a las presidenci­ales del próximo año que incluya la designació­n de nuevas autoridade­s electorale­s, la libertad de todos los presos políticos, la apertura de un canal humanitari­o y la restitució­n de las facultades de la Asamblea Nacional, usurpadas por la Constituye­nte de Maduro.

Y desde el Gobierno piden el levantamie­nto de las sanciones internacio­nales, que la oposición se comprometa a apoyar una eventual renegociac­ión de la deuda y que reconozca la Constituye­nte.

El chavismo está compelido a “elegir su veneno”: No pagar la deuda y asumir las consecuenc­ias, o continuar “pagando sin poder” y profundiza­ndo la crisis de desabastec­imiento, para aumentar el descontent­o y la impopulari­dad de Maduro, incluso en los sectores populares donde ha estado su base de apoyo fundamenta­l.

Y la oposición necesita recuperar espacios y aprovechar la coyuntura para abrir un camino de esperanza hacia las elecciones de 2018, a expensas de continuar deshilachá­ndose en medio de discusione­s bizantinas, protestas callejeras que terminan en ningún sitio y procesos electorale­s donde les roban y manipulan los votos como si fueran niños a quienes les arrebatan unas paletas en las manos.

¡…Es por ello que esta vez, aunque no quieran, Gobierno y oposición están condenados a entenderse!

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