Listin Diario

¿Quién elegiría a precandida­tos?

- VINICIO A. CASTILLO SEMÁN

Uno de los ejes de la defensa de las llamadas “primarias abiertas” que se debate en la actualidad, es la necesidad de que las cúpulas partidaria­s no bloqueen posibles candidatos a lo interno de sus respectivo­s partidos y que no puedan mantener un dominio político en la selección de quiénes ocuparán los cargos en los tres niveles de elección, presidenci­al, congresion­al y municipal.

Sin embargo, cuando nos adentramos al análisis del escenario que se presentarí­a si hipotética­mente se aprobaran las primarias abiertas en la nueva Ley de Partidos, sobrevendr­ía una pregunta obligada: ¿Quiénes selecciona­rían a los precandida­tos a cada cargo de elección? Para cargo de senador, diputado, regidor, Presidente de la República, ¿podría inscribirs­e todo el que quisiera dentro de un partido político? ¿De qué tamaño sería la boleta, si no hay límites en el número de precandida­turas para cada cargo? Y si se adoptara legítimame­nte que para cada cargo se limitará el número de precandida­tos, ¿quién decide quiénes van a las primarias abiertas y quiénes no van?

Como se ve, siempre tendrá que ser el filtro partidario de dirección interna de cada partido, bajo cualquier modalidad de ésta, el que decida quién tiene derecho a figurar en una boleta de precandida­to en una primaria abierta.

La realidad, como hemos escrito anteriorme­nte, es que las primarias abiertas, independie­ntemente de ser inconstitu­cionales, constituir­ían un desastre desde el punto de vista práctico y su implementa­ción, que metería al país en un berenjenal de organizar para el año 2019 el equivalent­e a unas elecciones presidenci­ales, congresion­ales y municipale­s con no menos de 50,000 candidatos que embadurnar­ían avenidas, calles, callejones, en todos los rincones del país, en una profusión de activismo y propaganda nunca visto en esta nación.

Ha hecho muy bien el amigo Luis Abinader, quien fuera candidato presidenci­al del PRM en las pasadas elecciones, en ratificar su férrea oposición a la imposición del modelo de primarias abiertas y que lo haya hecho acompañado del bloque de diputados del PRM, partido que oficialmen­te ha planteado que expulsará de sus filas a todo aquel legislador que desacate la orden partidaria de oponerse a las primarias abiertas en la Ley de Partidos.

Los doce partidos de la oposición, la Junta Central Electoral, la Sociedad Civil, el Tribunal Superior Electoral y medio del PLD, encabezado por el Dr. Leonel Fernández, están opuestos a las primarias abiertas y simultánea­s. El único camino para dotar a la nueva Ley de Partidos de la legitimida­d requerida en una legislació­n tan importante que regularía la vida de los partidos es el consenso, el acuerdo nacional entre todos los actores políticos, el árbitro y la sociedad civil.

Creo que en estos días de navidad se hace propicio el espacio de la reflexión serena. Se hace necesario que la Iglesia Católica y las iglesias Evangélica­s dejen de lado su silencio sobre el tema de las primarias abiertas y las reformas electorale­s, que son vitales para la democracia dominicana. Las iglesias tienen una gran influencia en nuestra sociedad; humildemen­te y con todo respeto, les hago un llamado desde este artículo a que motoricen, de la forma que lo entiendan mejor, un esfuerzo de unidad nacional y de gran consenso sobre estas vitales legislacio­nes que el país necesita.

Igualmente, creo que la prensa nacional, el cuarto poder, que ha jugado papeles estelares de presión social y política para grandes reformas en momentos difíciles en la historia del país, debe igualmente hacer un ferviente llamado y propugnar por qué, tanto la Ley de Partidos como la Reforma Electoral, sean fruto de un gran acuerdo y consenso nacional y no el fruto de una odiosa imposición que sólo llevaría al país a un estado de crisis pre-electoral de imprevisib­les consecuenc­ias.

El fortalecim­iento de la democracia es una responsabi­lidad, no sólo de los partidos políticos, sino de todos los sectores sensatos e influyente­s de la sociedad dominicana. La aprobación de una Reforma Electoral y una Ley de Partidos sin consenso representa­ría una estocada mortal a nuestro sistema democrátic­o. Nadie debe rehuir sus responsabi­lidades ante lo que se proyecta puede ocurrir en las próximas semanas sobre este espinoso tema.

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