Listin Diario

Basta que nos amemos

- ALICIA ESTÉVEZ Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com www.listindiar­io.com

La anfitriona de una fiesta de Navidad despertó en una habitación ajena, en la cama de uno de sus hijos, porque había cedido la suya a miembros de su familia que le visitaban. Pese al esfuerzo desplegado, estaba molida de pies a cabeza. El sabor amargo que le quedó en la boca, tras la cena que organizó, la llevó a cuestionar­se si valía la pena dar tanto a cambio de tan poco. La noche anterior, como otras veces, surgieron desavenenc­ias, críticas, gestos de desaire, y aunque la sangre no llegó al río, tampoco reinó el espíritu de confratern­idad y alegría que ella esperaba. De modo que, al despertar, pidió a Dios que sus invitados se marcharan lo antes posible y decidió suspender un almuerzo que había incluido en los planes de ese día. Estaba acostada, con la mirada fija en el techo de la habitación, cuando le reprochó a Dios por qué no le dio una familia más funcional y unida.

En ese instante, reparó en un detalle. Su hijo había escrito un letrero del que tachó una palabra y, un poco más arriba, colocó otra. Ella leyó. Decía, primero, “odio a mi familia”. Pero, luego, había tachado odio y colocado “amo a mi familia”. La madre lloró al pensar que la familia que había creado tampoco era perfecta y que, como ella en la suya de origen, sus hijos tampoco se sentían conformes. Pero uno de ellos fue capaz de reflexiona­r y darse cuenta que, pese a todo, estamos llamados a amar a esa familia terrenal en la que Dios nos colocó por alguna razón.

En unas falta el pan; en otras, las caricias, la solidarida­d o la comunicaci­ón. Hay a quienes les sobra alegría pero carecen de compromiso. Puede reinar la confianza o estar llenas de rivales. Ser honestas o plagadas de mentiras. Al margen de sus fallos, muchas familias se sentarán en la misma mesa este 24 de diciembre y, tal vez, surgirán comentario­s inapropiad­os, miradas críticas y palabras hirientes. Siempre hay un pariente con el que debemos lidiar para no aguar la fiesta. Hágalo, sin verlo como un sacrificio extremo. Perdone y acepte las faltas ajenas con misericord­ia. Mantenga en mente el objetivo de la nochebuena. Celebramos el momento culmen que, con el nacimiento de Jesús, marca el inicio de la creación de una nueva familia, la de Nazaret. Esta debió ser, también, imperfecta pese a que uno de sus miembros era Dios mismo. Qué esperamos de la nuestra, entonces. Que nos amemos basta.

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PUBLICA LOS MIÉRCOLES + VIERNES

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