Listin Diario

SIN CENA EN LA NOCHEBUENA

POBREZA. ANA MARÍA VIVE EN UNA CASA PRESTADA Y POR SUS POCOS RECURSOS A VECES TIENE QUE PEDIR. ENFERMEDAD. SUS HIJOS SON ESPECIALES. DESDE HACE 27 AÑOS NO TRABAJA PORQUE DEBE ATENDERLOS.

- Santiago Benjamín de la Cruz sbenjamind­elacruz@gmail.com La Victoria, Santo Domingo Norte LEA LA HISTORIA COMPLETA EN www.listindiar­io.com

Cada día es un nuevo reto para Ana María Gómez, de 54 años. Se levanta a las cinco de la mañana a hervir guandules y sale a venderlos. Cuando regresa a su casa, rápidament­e camina unos 100 metros a buscar agua donde una vecina, para después, si la necesitan, salir a limpiar a una escuela para que le den pan y leche para sus dos hijos enfermos.

Ana María no recuerda la última vez que pudo hacer una cena navideña. Sus recursos son mínimos y a veces no dan ni para la comida. Vive de la caridad de sus vecinos, pues en muchas ocasiones los guandules no se venden, se termina la leche y el pan en la escuela, y si nadie le regala alimentos se queda sin comer junto a sus hijos especiales.

Su delgado cuerpo, grandes ojeras, dentadura incompleta y ropa gastada, evidencian la pobreza extrema en la que Ana María ha vivido durante muchos años. Aparenta de más edad, todo por el trabajo que ha pasado en sus 54 años.

En la humilde sala de la casa prestada en la que vive, ubicada en la Loma de Félix, calle Tercera, de La Victoria, Santo Domingo Norte, Ana María cuenta que la comida es lo más importante para ella, porque es lo que más le hace falta. Han sido tantos sus días de hambre, que para ella es imposible contarlos.

Cuando se ve entre la espada y la pared, tiene que recurrir a pedir en la calle, hasta reunir, por lo menos, una cantidad que le permita comprar comida o los medicament­os para sus hijos.

“En muchas ocasiones pa- samos hambre, pero Dios sabrá. Yo hago lo imposible por mis hijos, pero a veces no consigo nada. En esta semana fui donde las monjas a buscar una caja navideña y ya se habían acabado, eso quiere decir que no tenemos comida para los próximos días”, expresa con la mirada perdida.

Rodeada de sus dos hijos especiales, Ana María cuenta que en un pequeño “fogón” al lado de la vivienda prestada en la que vive, la cual tiene que abandonar en los próximos días, carga la leña para cocinar los alimentos que tiene que dividir para el desayuno, la comida y la cena.

“Para los próximos días no tengo absolutame­nte nada para comer, si los vecinos o alguien me da, es que podremos comer algo”, revela Ana María.

Desde hace 27 años, cuando nacieron los mellizos de Ana María, llamados Joan Manuel y Yokasta Gómez, ella no ha podido trabajar, porque ambos son especiales. La hembra nunca ha hablado y es muy agresiva. La han llevado a varios médicos y no hay un diagnóstic­o, mientras que al varón le dan fuertes dolores de cabeza y tiene problemas para hablar, caminar y en su brazo derecho.

“Desde que mis hijos nacieron no he podido trabajar, porque a medida que va pasando el tiempo, la hembra se pone más agresiva y no se puede quedar sola. El varón me ayuda, pero como él también tiene problemas, no puedo dejarlos solos mucho tiempo”, precisa.

Mientras continuaba la conversaci­ón, Joan Manuel intervino en varias ocasiones y decía: “mami, pero vamos a buscarle el número por si alguien nos quiere ayudar, porque aquí no tenemos ni comida”.

Sumergidos en la pobreza

La casa donde vive Ana María junto a sus dos hijos está prácticame­nte vacía. Le regalaron una estufa, pero se dañó, lo que la obliga a cocinar en un fogón. No tiene nevera, por lo que cuando le dan leche y tiene la posibilida­d de cocinar algo, debe ir donde sus vecinos para que se la guarden y no se dañe.

Cuando cae la noche, prepara a sus hijos para dormir, y cuando logra que ambos estén durmiendo, toma una cobija, varios “trapos” y se acuesta en el piso, pues no tiene cama.

Durante la noche Ana María tampoco puede descansar, porque su hija suele levantarse por sus crisis, situación que la ha obligado a llamar en varias ocasiones al Sistema Nacional de Emergencia­s 911.

La mujer de 54 años además debe cuidar a su expareja, que también está enfermo.

“Él se enfermó de la presión y de la cabeza y a quien llamaron fue a mí para poder atenderlo, y desde hace dos años también tengo que hacerme cargo de él”, dice.

Tratando de verle el lado positivo a todo, Ana María dice: “Esta situación no es fácil mi hijo, pero yo sé que con Dios delante vamos a ir avanzando”.

Debe comprar medicament­os

“Mi hija se me pone mala si tiene hambre, y si no tiene los medicament­os puestos se pone sumamente agresiva. Los médicos no me han dicho qué ella tiene, solamente dicen que le dan crisis, mientras que a él le dan muchos dolores de cabeza y también hay que medicarlo”, expresa Ana María.

Sosteniend­o varios medicament­os en sus arrugadas manos, revela que cada mes debe gastar, aproximada­mente, RD$7,000 en medicinas para sus hijos, y ese dinero lo reúne de la caridad de los demás y de lo que puede conseguir vendiendo guandules.

“Es muy difícil cuando llega el fin de mes y no tengo ese dinero, porque la hembra se me pone agresiva y rompe todo”, cuenta cabizbaja.

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Necesidad.
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La mayor preocupaci­ón de Ana María Gómez es conseguir los medicament­os y alimentos para sus dos hijos enfermos. El barrio donde vive es muy humilde, la calle carece de asfalto.
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ADRIANO ROSARIO/LISTÍN DIARIO

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