VIVENCIAS
Juan Francisco Puello Herrera
En algún libro encontré que el conocimiento es como un gran almacén. Es parecido a un depósito donde se van guardando todas aquellas cosas que servirán para encausar cada paso dado en la encrucijada de la vida.
El problema con el conocimiento es cuando alguien dedica tanto y tiempo a las actividades del entendimiento que olvida quizás lo más importante: Dios creador y su divina revelación fuente de toda verdad.
¿De qué vale el conocimiento si por él perdemos el rumbo que lleva a la plenitud que da paz a nuestra alma? Desde esa perspectiva, vale considerar que en la medida que se consagra la vida a dar mayor importancia al conocimiento que a la sabiduría, en ese mismo orden se acrecentarán las dudas existenciales.
El entendimiento humano es un enigma porque tiene en su naturaleza el germen de la percepción que cada cual posee como una talla desproporcionada de sí mismo. Si al conocimiento se le agrega una inteligencia avasallante, la persona cae en las redes de la vanidad y la prepotencia.
La subida del más alto entendimiento humano no se acerca al ínfimo conocimiento que tiene Dios de las cosas. Cuando alguien se ha habituado a razonarlo todo, se desliza por un precipicio que lo lleva irreversiblemente a un vacío existencial.
Desde el momento que entendamos el alcance de la fuerza de la razón, comprenderemos que por encima de nuestros delirios de grandeza están las virtudes.