Más golpes para Honduras
No es la primera vez que siento la necesidad de decir alguna cosa sobre Honduras, aunque me gustaría que fuera por otras razones y no por las que en estos últimos días me conmueven y me incitan finalmente a hacerlo. Mi deseo de esperar cambios sociales mucho más prometedores con la sustitución política que resultó, lo tuve ya hace diez años, pero aquél anhelo no ha sobrevivido más allá de un par de legislaturas y con una incierta tranquilidad. De hecho ha sido un espejismo, una falsa realidad, el pueblo hondureño ha seguido recibiendo de forma constante más golpes de los que podemos intuir y si los medios no le han dado el eco que tendría que merecer es porque no han habido tampoco los intereses económicos que lo hayan provocado, Honduras no es Venezuela, dicen.
Honduras recibe golpes de todo tipo. Los ha habido y siguen siendo fuertes los golpes a la pobreza y al desempleo, a la cultura, la corrupción, la violencia y sobre todo, claro, a la democracia. El receptor de todo este conjunto de impactos es la misma sociedad hondureña, pero también sus sucesivos gobiernos puesto que, todo sea dicho de paso, son estos grupos los que dan, pero también reciben. Si mis notas no fallan son al menos nueve los golpes de estado que el país ha tenido que soportar en estos últimos años. Y es que, hay quien todavía cree que con un solo golpe se puede pretender aniquilar de raíz todo un sistema con la excusa de reparar los males que en el fondo son esencialmente políticos.
Honduras es el único país de Centroamérica sin volcanes activos, pero tiene el territorio más áspero de la región. Y esta rugosidad de la tierra es la dificultad que parece querer acompañar a una sociedad con evidentes desigualdades, que impiden su evolución hacia la obtención de un “status” digno, ya que sobrevive en el lindar de la subsistencia, cuando, paradójicamente, el nombre de Tegucigalpa, la capital del país, en la autóctona lengua náhuatl, que significa “montaña de plata”.
Uno de los grandes golpes que ha amoratado al país es la violencia de los grupos juveniles organizados, las Maras hondureñas representan una verdadera herida incicatrizante que remueve a toda la comunidad. No ha cambiado nada en estos años de supuesto silencio. Y es que, la violencia no es solamente el fruto del azar, sino del resultado de una acumulación de problemas sociales y de pésimas resoluciones de los sucesivos gobiernos que no han encontrado remedio para este importante y continuado golpe.
La verdad de Honduras es el hambre, el frío, el analfabetismo, la insalubridad y sobre todo el dolor. El dolor que genera la impotencia de no poder hacer frente a la cruda realidad y a la evidente impunidad de unos gobernantes que con continuadas violaciones a los Derechos Humanos dirigen la comunidad por un camino que no va a ninguna parte. Mientras tanto, el nuevo golpe, el del fraude electoral, hace recontar los votos de los últimos comicios para ver la posibilidad de que el último gobierno pueda repetir mandato. Investigador y escritor