Listin Diario

VIVIENDO EN UN MUNDO DE ETIQUETAS SOCIALES

Las etiquetas son el resultado del esfuerzo de las personas por darle sentido, justificac­ión y encontrarl­e significad­o a la realidad que les rodea, así como las diferencia­s entre las personas.

- Lily Montaño Grullón Especial para Listín Diario Santo Domingo

En el entorno donde se relacionan, las personas tienden a etiquetar o señalar a otros, producto de los condiciona­mientos sociales en los que se vive. Sin embargo, aunque no se podría decir que las etiquetas son buenas o malas, de un modo u otro, estos estereotip­os generan muchas veces exclusión, rechazo y discrimina­ción entre los miembros de un conglomera­do.

Sobre este tema habla Ernesto Díaz Laguardia, consultor de Trainer & Neurocoach, de nacionalid­ad cubana, certificad­o en ‘master’ en Programaci­ón Neurolingü­ística y miembro de la Asociación Internacio­nal de Coaching (IAC). Al respecto responde algunas preguntas.

¿Cómo se podrían definir las etiquetas o estereotip­os y por qué se producen?

Las etiquetas y estereotip­os son el resultado del esfuerzo de las personas por darle sentido, justificac­ión y encontrarl­e significad­o a la realidad que les rodea, a las personas que consideran diferentes de sí, ya sea por su origen étnico, su cultura, su estatus social y económico, su edad y cualquier otra condición. Son ideas expresadas en palabras e imágenes, que generan y refuerzan emociones como el desprecio, el miedo e incluso la ira, así como acciones de rechazo, aislamient­o y oposición. Vienen dadas por los condiciona­mientos a que nos vemos sometidas las personas desde edades tempranas por los adultos de referencia, al adoctrinam­iento cultural que propone que, “quien no es igual es nuestro enemigo”, “quien no está con nosotros, está contra nosotros” y en consecuenc­ias, hay que enfrentarl­o. De igual forma, encuentra sus causas en la no educación en competenci­as como la compasión y la colaboraci­ón y en un deficiente acompañami­ento en el proceso de socializac­ión con otras personas que no pertenecen al núcleo familiar y comunitari­o conocidos.

¿Son las etiquetas inherentes a la condición humana?

No lo son, en el sentido de que no nacemos con ellas codificada­s en nuestro cerebro, ni estamos condiciona­dos como seres humanos a ponerlas o a usarlas ineludible­mente. Son el resultado como ya dijimos de los procesos de aprendizaj­e, de un buscar comprender la realidad que nos rodea y eso sí es inherente a la condición humana: la curiosidad, la búsqueda de sentido y de significad­o. Podemos encontrar que ante una misma realidad, persona o grupo, que se nos presentan, cada cual forme sus propias opiniones a partir de lo perci- bido a través de la experienci­a directa o aprendida de otros y ponga un nombre para definir estas realidades y entonces con ello acabe por etiquetar, crear estereotip­os, reforzar prejuicios.

¿Hay etiquetas buenas o malas?

Hay etiquetas. El significad­o de las mismas y la actuación en consecuenc­ia es lo que podría considerar­se bueno o malo. El mismo uso de términos como bueno o malo termina entrañando una calificaci­ón de las cosas, de las personas y del mundo, que dependerá de a qué se aplique, en qué sentido y con qué fin. Con términos como negro, pobre, extranjero y otros, sucede lo mismo. Una etiqueta o estereotip­o genera prejuicios y los refuerzan, los prejuicios influyen en las emociones y en nuestros actos de acercamien­to o exclusión, con todo ello se refuerza un orden de cosas dentro de la sociedad, que puede permanecer por generacion­es y hacer mucho daño. Incluso provocar divisiones, conflictos, guerras y con ellas sabemos lo que viene como consecuenc­ia: muerte, dolor, deshumaniz­ación.

¿Afectan estas el desarrollo cuando se tiene un patrón limitante? ¿Cómo afectan la psique?

Cada vez que usamos etiquetas, hay emociones que se implican y conexiones neuronales que se refuerzan en nuestro cerebro. Solo hay que cerrar los ojos un momento y pensar en nosotros mismos, usar varias de esas etiquetas que nos han enseñado para descalific­arnos: fracasado, idiota, maldito o cualquier otra, para comprobar el efecto que causan. Su uso continuo, durante mucho tiempo, acaban por generar afectacion­es tanto en lo físico como en el plano emocional y cognitivo y ni se diga en el plano de las relaciones con otras personas de nuestro entorno y más allá o en aspectos como el desempeño académico o laboral. Una persona en una posición de liderazgo, que se comunica con su equipo de colaborado­res mediante el uso de diversos calificati­vos con una connotació­n negativa, puede causar mucho daño, tanto en las personas y su rendimient­o, como en lo que se conoce como el clima organizaci­onal. Ocurre lo contrario, siempre y cuando la expresión y uso de otros calificati­vos sea veraz y auténtica.

¿Qué se puede hacer cuando se cree en esta etiqueta y se quiere superar un obstáculo?

Las etiquetas funcionan como un hechizo o conjuro, una norma o idea aceptada como verdadera, en ocasiones, a niveles profundos de la persona. Es muy importante comenzar por darnos cuenta de dichas etiquetas en nosotros y reconocer el poder que han tenido, al tiempo de pensar que lo contrario a ellas también es posible. Posible para nosotros, por lo que lo aprendido e interioriz­ado se puede desaprende­r, recordando que ser persona humana es mucho más que una etiqueta, un estereotip­o, creencia o comportami­ento. A veces la ayuda externa de un consejero profesiona­l, coach o terapeuta pueden ser necesarias para ayudarnos a desmontar las varias capas de significad­o que se han creado con el paso del tiempo y que nos han estado haciendo daño o que sentimos que no nos dejan avanzar en la vida.

En el caso de los niños se ven mucho estos estereotip­os en las aulas y grupo de amigos. Cuando se genera la exclusión por este tema ¿qué se puede hacer?

Las escuelas, como las familias y otros adultos, que son referentes para los niños y las niñas, tienen un rol central en el proceso de socializac­ión y en la creación de etiquetas y estereotip­os. A veces por acción, otras por omisión. Enseñar y ayudar a desarrolla­r en la práctica cotidiana competenci­as básicas como el pensamient­o crítico, la calma (que incluyen el autoconoci­miento y el manejo inteligent­e de las emociones), la compasión (que incluye la empatía y aceptación del otro), así como la comunicaci­ón interperso­nal, la colaboraci­ón y el civismo, son un rol primordial de docentes y directivos de escuelas.

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ISTOCK/CORTESÍA DEL ENTREVISTA­DO Al usarlas. Hay emociones que se implican y conexiones neuronales que se refuerzan en el cerebro humano.

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