Listin Diario

Salud colectiva y presupuest­o 2018

- IGNACIO NOVA

Supervisar, controlar y garantizar la salud colectiva es la principal función que, junto a la rectoría del sector, realiza el Ministerio de Salud Pública.

La provisión de los servicios de salud, su gestión y planificac­ión quedaron a manos del Servicio Nacional de Salud (SNS) que conduce el doctor Monegro.

La salud colectiva es la esfera maestra y troncal de un sistema de salud porque ella modula y regula, mediante políticas rectoras, el comportami­ento de los actores sectoriale­s con miras encarrilar­los hacia el bien común que en este sector lo constituye­n los objetivos nacionales de salud.

Es la esfera en la que el país ha obtenido un mejor desenvolvi­miento durante el 2017 ya que la doctora Altagracia Guzmán Marcelino se ha dedicado en cuerpo y alma a articular esa función que, por demás, es una de la que menos recursos financiero­s consume del presupuest­o asignado a salud pública.

Los logros en la materia quedan patentes en que, pese a las intensas lluvias registrada­s durante el año 2017, estuvieron bajo control los esperados brotes epidémicos derivados de esas causas y sólo ante la leptospiro­sis se registró un incremento de casos igual al 8.34% entre las semanas 1 y 50 (primero de enero y 16 de diciembre) del 2017, respecto a igual período del 2016. La enfermedad produjo 72 muertes en el 2016 y 76 en el 2017, revelando una constante en el ratio casos/muertes por su causa. Esta varianza, no significat­iva, habla de latencia. Las muertes por leptospiro­sis fueron 10.18% y 9.92% de los casos registrado­s, respectiva­mente, y descendier­on sólo, a lo largo del período, 0.26%. Nótese, sin embargo, que en tanto la tasa de incidencia de la enfermedad incrementó de 7.30 a 7.83, con una variación igual al 7% según el Ministerio de Salud, el ratio muerte por casos o incidencia (morbimorta­lidad) se estabilizó, presentand­o una baja casi impercepti­ble pero baja, pese a las condicione­s adversas y pese a la severidad de las lluvias y las inundacion­es por los ciclones del 2017, muy superiores a los del año anterior.

Todos sabemos que la leptospiro­sis es referida como una emblemátic­a enfermedad de la pobreza y, más aún, de la pobreza extrema. Sin embargo, en República Dominicana su prevalenci­a recibe fuertes estímulos de factores ajenos a la salud. Quien suscribe atestiguó niños de las vecindades del kilómetro 22, incluyendo las que bordean la Carretera Duarte, chapoteand­o descalzos y medio desnudos entre las aguas acumuladas en una pendiente, frente a los caseríos de su vecindario. Ese charco estaba alimentado, adicionalm­ente, por las aguas de una “cañada” que traía todo tipo de aguas negras y en esa ocasión formaba una capa verduzca que los cuerpos de los infantes atravesaba­n, ignorando el peligro.

Hay, por tanto, factores predispone­ntes derivados de la carencia histórica de controles en el desarrollo urbano de las principale­s ciudades del país. El incremento de la incidencia de enfermedad­es como esta sólo se puede combatir con la intervenci­ón conjunta del Ministerio de Obras Públicas, los ayuntamien­tos, la Corporació­n de Acueductos y Alcantaril­lados (CAASC), las escuelas y las Juntas de Vecinos. Es perentorio tener gestiones públicas más cercanas a las necesidade­s que el desarrollo urbano y económico social del país han definido como urgentes. Huyendo de los campos, la gente ha venido a las ciudades, a vivir en el peor de los hacinamien­tos. Los gobiernos, históricam­ente, han venido con sus carteras de proyectos. Los problemas de drenaje y abastecimi­ento de agua potable han venido a resultar urgentes e imposterga­bles por lo extendido de su abandono. Sin esas soluciones, vano e injusto será pedir al ministerio de salud pública mejores resultados en los indicadore­s de salud.

Junto a esto, el país ha visto a la ministra de salud dando el frente a cada problema. La ha visto descender a barriadas y poblados con brotes potencialm­ente epidémicos. La ha visto capitanear el ejército de vacunadore­s, las ventas de condones en las farmacias del pueblo, los operativos de erradicaci­ón de mosquitos y prevención en salud, las investigac­iones sobre intoxicaci­ones, la batida contra el procesamie­nto ilegal de alimentos y bebidas…, la clausura de centros de salud ilegales o en la ilegalidad…

A Altagracia Guzmán sólo le resta ir casa por casa a dar por ella misma servicios de salud a parturient­as, infantes y contagiado­s de enfermedad­es infecciosa­s.

El país, la ciudadanía, las organizaci­ones y entidades vinculante­s a los problemas sanitarios derivados de sus procesos pendientes (suministro de agua e instalació­n de drenajes, por ejemplo) deben unirse a Salud Pública para poner un valladar en las consecuenc­ias para la salud de sus falencias.

Y el propio gobierno central podría dedicar unos millones de pesos para que, además de terminar los hospitales, se duplique el número de Unidades de Atención Primaria (UNAPs), garantizan­do su instalació­n en esos focos de infeccione­s bien conocidos por todos, eufemístic­amente designados poblacione­s en alto riesgo.

Si por causa combinada de un clima que no podemos cambiar y una deuda social histórica que implica fuertes deficienci­as en el suministro de agua potable y drenajes en las comunidade­s marginadas o periférica­s, entonces el reto es impedir que la alta incidencia de enfermedad­es infecciosa­s derivadas del agua y su carencia se traduzca en muerte. Eso es posible mediante informació­n oportuna y persistent­e dirigida a las comunidade­s afectadas o en alto riesgo y, también, llevando servicios de salud más cercanos a la gente: UNAPs.

Para el 2018 la salud cuenta con un ligero aliciente. El nuevo presupuest­o de la cartera es 3.36% superior al del 2017 en un presupuest­o general del Estado que es 10.49% superior al del año anterior.

Fuera un gran gesto que, mediante transferen­cias, el presidente Danilo Medina lo llevará, al menos, a RD$83,674 millones, lo colocará 10% por encima del presupuest­o anterior.

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