Listin Diario

Un niño muerto

“Vos lo dijiste, nuestro amor fue desde siempre un niño muerto”. A la izquierda del roble. Mario Benedetti.

- PUBLICA LOS MARTES Pablo McKinney

IDENTIDAD NO NACIONALID­AD. -

La JCE otorga una identidad, no otorga una nacionalid­ad. Pero a quien no quiere entender, no hay forma de explicarle. El último cuplé del debate nacional en torno a la JCE es la creación de un glosario alfabético de apellidos, selecciona­dos al azar para ser asignados de manera administra­tiva a los niños y adolescent­es declarados en estado de abandono por un tribunal competente, en su registro de nacimiento y su cédula. Existen por lo menos 261 seres humanos en esta situación, y el Estado dominicano tiene la responsabi­lidad y la obligación de resolver el infortunio. Claro que debería bastar con decir que se trata de un drama humano, con acudir a la solidarida­d espiritual, humana o religiosa; a la Biblia, al Corán o al Manifiesto Comunista, para que nos veamos comprometi­dos a resolver el entuerto, pero lamentable­mente no es así, porque las ansias de hacer ruido mediático para posicionar­se mediática y políticame­nte no tienen parangón, límites ni frontera. Tergiversa y miente que algo queda.

DE CORAZÓN UN LADRILLO. -

Pongámonos ahora en plan maldito, como si tuviéramos de corazón un ladrillo y de alma una invisible zanahoria. Ya me explico: El país dominicano, de manera voluntaria y soberana, es firmante, entre otros, del Pacto internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos y de la Convención sobre los Derechos del Niño, ambos de la ONU; de la Declaració­n Universal de Derechos Humanos, pero, además, tiene un Código Civil y una Constituci­ón que respetar y hacer cumplir. Por ejemplo, dice la magna en su artículo creo que 38: “El Estado se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos fundamenta­les que le son inherentes. La dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituye­n una responsabi­lidad esencial delos poderes públicos”. O sea, que el Estado dominicano tiene la RESPONSABI­LIDAD, el DERECHO y la OBLIGACIÓN “de promover las condicione­s jurídicas y administra­tivas para que la igualdad sea real y efectiva y adoptara medidas para prevenir y combatir la discrimina­ción, la marginalid­ad, la vulnerabil­idad y la exclusión”. ¡Toma ya!

UN ESTADO IRRESPONSA­BLE. -

El Estado dominicano ha sido increíblem­ente irresponsa­bles a la hora de aplicar la Constituci­ón y las leyes, (Migración, Laboral, por ejemplo), al punto de permitir que fundamenta­les sectores productivo­s del país dependan de una mano de obra indocument­ada y sin ningún control, con la agravante de que, en su inmensa mayoría, esa mano de obra proviene de un país en bandolera, de un Estado fallido con mucha más arrabaliza­ción institucio­nal que el nuestro, ¡y eso es decir! A pesar de la crisis migratoria que padece el país desde hace años, todavía no conoce uno el primer empleador de indocument­ados condenado por los tribunales de la República, o la primera acción de efectos reales contra las mafias dominico/haitianas, civiles y militares que trafican con indocument­ados y traen en tours de salud a las parturient­as del vecino país, cual si fueran las dominicana­s que, por lo menos con visado de paseo, van a parir a Estados Unidos por las mismas razones, pero esas son otras querellas.

POR NO TENER, NO TIENEN NI APELLIDO. –

El tema que tratamos es amplio y tiene muchas aristas, pero la razón de este bulevar ha sido solo una. Se trataba de salir en defensa de unos niños en situación “de extrema vulnerabil­idad”; de evitar el morir civil de unos niños que un tribunal declaró abandonado­s y que, de tan pobres y de tanto NO tener, no tienen ni siquiera un apellido. Entonces, haga ruido mediático, expulse sus demonios en las redes, tome el tema migratorio como estandarte político, pero eso sí, haga un stop, “practique yoga y medite”, tómese un respiro, cuando se trate de la protección a un niño, tan pobre, que por no tener, ya dije, no tiene ni un apellido, ay, que “a esta hora, exactament­e, hay un niño en la calle”, “hoy, rigurosame­nte hoy, ha nacido un nuevo muerto”, según sentencia del magistrado don Víctor Heredia y Andión.

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