Un favor al mundo
Leí una lista de consejos sobre cómo envejecer con dignidad y bienestar. Y la parte más interesante de lo que plantea se refiere a ocuparse de sí mismo. Dice que cuando alguien se ocupa de sus problemas, en realidad, se está ocupando de la humanidad. Esto tiene sentido porque, al hacerse cargo del individuo que es usted, libera al resto de la sociedad de asumir esa carga. Es decir, si cuida su salud, ni sus hijos, ni su pareja, ni el Estado tienen que cargar con la catástrofe de una enfermedad que se descubre en el último minuto. Si planifica sus gastos, ocurre lo mismo. Llegado el momento de su retiro, la carga será más liviana para aquellos que deban asistirle. Una persona mayor, sin recursos, puede hundir el presupuesto de una familia por todo lo que conlleva en medicina, traslados y otros cuidados. Por igual, está el tema de la actitud y el estado de ánimo. Si la vejez le cae encima amargado, triste y deprimido, generará a su alrededor un estado de desazón, de preocupación o le arropará la soledad.
El caso es que ocuparse de sí mismo, de su alimentación, salud, economía, apariencia, casa, estado anímico y relaciones de amistades o familiares, es un acto bondadoso hacia los demás. Un favor para los parientes, un aporte a la sociedad, un gesto de gratitud hacia Dios.
A veces, nos sentimos héroes porque marginamos nuestras necesidades al servicio de los demás, lo cual también es bueno, una de las gratificaciones de la vejez es poder servir a otros, pero esto no significa dejarse de lado y después querer cobrar el favor. Seamos honestos. Cuando no recibes lo que diste, te resientes. Se lo escuché decir a un hombre de 85 años que tiene todo lo que un ser humano puede desear, una familia hermosa, éxito económico, social y salud. Este señor recomienda olvidar cuando haces un favor, para que no te amargues si no te lo gradecen; pero recordar siempre cuando recibamos ayuda. Ojalá que, al final de nuestra vida, podamos ser agradecidos con nosotros mismos por los cuidados que nos dispensamos hasta a nivel espiritual.
Ore por usted, ahora, para que Dios le ayude a vencer las tentaciones y, quienes le sobrevivan, tengan que rezar menos para sacar su alma del purgatorio, por ejemplo.
En todos los sentidos, al envejecer y al partir, habernos ocupado de nosotros nos brindará la satisfacción de hacerle un favor al mundo. Porque lo que usted no haga por usted, lo tienen que hacer los otros.