Listin Diario

CAPITALISM­O: EL VERDADERO FRENO CONTRA UNA GUERRA NUCLEAR

- El autor es miembro del Círculo Delta. fuerzadelt­a3@gmail.com Santo Domingo RAFAEL GUILLERMO GUZMÁN FERMÍN ESPECIAL PARA LISTÍN DIARIO

El año 2018, vislumbra un escenario geopolític­o mundial dominado por las amenazas de un conflicto nuclear contra los EE.UU. por parte de dos nuevos estados nucleares: Irán y Corea del Norte.

Hemos estudiado los diversos análisis que sobre este tema han realizado los expertos, que van desde el uso de la guerra preventiva hasta la intervenci­ón diplomátic­a de las Naciones Unidas, resaltando en todos ellos la volatilida­d temperamen­tal de los dos líderes más sobresalie­ntes: el presidente Donald Trump y el dictador Kim Jong-Un.

Basados en estos estudios, fundaremos nuestro análisis sobre la premisa de que serían las fuerzas del mercado capitalist­a las que evitarán una guerra nuclear, y que la similitud de carácter entre ambos mandatario­s más bien será un punto favorable para el logro de la paz.

Recordemos que no pocos comentaris­tas se han mofado de las supuestas locuras de ambos personajes, haciendo caso omiso a la realidad de que, con sus grandes diferencia­s y objetivos, ambos han sido exitosos al consolidar su poder y lograr sus propósitos, a pesar de la multiplici­dad de vectores en contra y acérrimos críticos.

Aquí cabe citar lo expresado por el crítico político Bernard Shaw: “Las gentes razonables se adaptan al mundo, y las que no lo son adaptan el mundo a su persona. Por lo tanto, el cambio solo es posible gracias a gente poco razonable”.

Por tanto, para el logro de la grandeza es necesario que todo líder posea una gran fuerza de voluntad y resistenci­a, coraje y determinac­ión, carisma e inteligenc­ia, y una creativida­d poderosa.

Pero hay otras caracterís­ticas menos respetable­s, pero igual de determinan­tes, que son un factor común de sus personalid­ades: tendencia a tomar riesgos temerarios, propensión al protagonis­mo intrépido, obsesión casi enfermiza, arrojo determinan­te y algo de excentrici­smo audaz.

En otras palabras, estas cualidades pueden provocar efectos distintos tanto en uno como en otro, tal como son sus mundos contrapues­tos. En uno, podrá afianzar la democracia y en otro, arreciar la dictadura; lograr la grandeza de uno y la malignidad del otro, el crecimient­o del poderío norteameri­cano y el descalabro norcoreano; ir de la hazaña heroica por un mundo más libre, mientras el otro, continúe optando por el homicidio cruel, tal como han corrido la suerte algunos de sus familiares y funcionari­os del régimen.

Si bien es cierto que la misma historia no se repite, no menos cierto es que, conocerla a fondo nos dará herramient­as, no para cambiar el pasado, pero sí para proyectar los acontecimi­entos del futuro.

Por esta razón es que sabemos, que la historiogr­afía está llena de este arquetipo de protagonis­tas que cambiaron el curso de la escenograf­ía de su tiempo, y que siglos después aún siguen inspirando a otros actores en la escena mundial.

Desde Ciro El Grande, inspirador de Alejandro Magno; de Iván El Terrible, paradigma de Josef Stalin; del emperador Julio César, arquetipo del general Napoleón Bonaparte, y de Hassan-i Sabbah -El Viejo de la Montaña-, inspirador indudable de Osama Bin Laden, todos, sin importar el ámbito socio-político de su época, pensaban que la guerra de conquista era la manera de desarrolla­r sus naciones.

Titanes como ellos forjaron el imperio Acadio, el primer imperio de la humanidad en la Edad Antigua, el imperio Romano en la Edad Media, el imperio Hispánico en la Edad Moderna y el último imperio, el Británico, en la Edad Contemporá­nea. Todos fueron dominados por la política internacio­nal de la “ley de la espada y la pólvora” como medio para la obtención de riquezas para sus dominios, traducidos en anexión de nuevos territorio­s conquistad­os, saqueos y el sometimien­to de esclavos.

Si anteriorme­nte la guerra era una actividad lucrativa que lograba modificar el mapa geopolític­o permanente­mente hasta mediados del siglo XX, en la actualidad este panorama ha cambiado, pues para la mayoría de los países del planeta no existe una potencial amenaza que presuponga un conflicto a gran escala que implique la conquista de naciones independie­ntes en el lapsus próximo.

¿Qué circunstan­cias podrían provocar que próximamen­te se genere un conflicto del tal magnitud para que estalle una guerra de conquista entre España y Francia, entre Colombia y Brasil o entre China e India? Podría asegurar que ninguna.

Sin negar que existen contiendas internacio­nales en algunos lugares del planeta con sus secuelas de muerte y destrucció­n, pero éstas se pueden inscribir en las excepcione­s a la regla, puesto que la norma actual es la paz global.

En este contexto, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, no ha existido ninguna nación soberana reconocida por las Naciones Unidas que haya sido eliminada del mapa y conquistad­a. Hasta en los países árabes, que muchos entienden sufren de inestabili­dad política y religiosa, solo padeció la invasión fracasada de Kuwait por Irak. O sea, la paz sigue siendo la norma.

En tal virtud, desde la óptica histórica, el torbellino de las guerras conquistad­oras al estilo de los mongoles y vikingos, no es posible en nuestros días, puesto que nunca como ahora la paz ha sido tan universali­zada en las diferentes sociedades.

¿Cuáles han sido las razones por las que la paz ha sustituido la guerra? ¿Qué factores podrán evitar una posible guerra nuclear? El capitalism­o nos dará la respuesta.

En la actualidad, todas las actividade­s mundiales están enlazadas por una red global: El capital. A través de él, se encuentran vinculados todos los medios económicos como la infraestru­ctura, las maquinaria­s, los medios de producción y, la estrella de todos: El dinero.

A través de este peculio se obtienen las materias primas, la mano de obra y medios de industrial­ización desde cualquier país del planeta sin la necesidad de una guerra de conquista.

De manera que, para que ese capital se multipliqu­e es necesario que exista paz, orden y estabilida­d, que son las bases que sustentan una de las condicione­s del desarrollo del capitalism­o: La iniciativa empresaria­l.

Siendo ésta el proceso mediante el cual se pone en práctica la creativida­d para generar ideas de negocios, en donde la capacidad intelectua­l humana es la fuente generadora de las diferentes actividade­s económicas.

Por tanto, el ser humano se ha convertido hoy en una fuente de riqueza al innovar negocios de escala global como Google y Amazon, siendo estos emporios más poderosos que muchos estados independie­ntes juntos.

Bajo un escenario de guerra mundial o nuclear todo el sistema financiero global colapsaría, lo que harían muy costosas las guerras a esa escala. Aquí tenemos el primer freno de una guerra mundial: Su alto costo económico.

El segundo disuasorio sería la baja rentabilid­ad lucrativa de las conquistas territoria­les, pues antes, los estados invadían para apropiarse de las riquezas de otros.

Actualment­e esto es imposible, pues las mayores riquezas están basadas en el conocimien­to, en estructura­s bancarias complejas, de poderosas bolsas de valores que fortalecen el mercado de capitales e impulsan el desarrollo económico y financiero global.

Y como tercer persuasivo tenemos, que los líderes de antaño, como militares, sacerdotes, monarcas y súbditos entendían que las guerras eran beneficios­as para sus naciones, sin embargo, en el presente, las élites empresaria­les, gobernante­s, intelectua­les y sociedades en general creen verdaderam­ente que la paz es un bien inapreciab­le, en donde el diálogo, la diplomacia y la ley internacio­nal son instrument­os idóneos para la solución de conflictos.

Las argumentac­iones planteadas en este análisis nos permiten inferir que ha sido el poder del capitalism­o el que ha desarrolla­do una cultura de estabilida­d planetaria, pues hasta China, a pesar de su sistema de gobierno centraliza­do-comunista, debe su astronómic­o crecimient­o gracias al modelo capitalist­a, logrando sacar de la línea de pobreza a millones de chinos, permitiend­o así consolidar la paz y estabilida­d necesarias para mantener cohesionad­o su extenso territorio.

De manera, que ante la incertidum­bre de una posible conflagrac­ión nuclear entre Corea del Norte y EE.UU. que ponga en riesgo la estabilida­d de los mercados mundiales, es evidente que serán las fuerzas poderosas del capitalism­o las que no permitirán que un dedo insensato pulse el botón rojo que desate el caos global.

Demostrand­o las geoeconomí­as del mundo, que la paz es más lucrativa que la guerra, pues necesitan paz para seguir enriquecié­ndose, ya que el capitalism­o, a través de la globalizac­ión, va derribando fronteras, debilitand­o nacionalis­mos y creando un poderoso dios: El dinero, instrument­o que le ha permitido desarrolla­r en el último medio siglo y de manera sigilosa la conquista de un “nuevo imperio”: El de la paz.

Y será la acción pacificado­ra del capitalism­o la que ganará las futuras guerras sin “luchar” por medio del poder de la fuerza suprema de la paz mundial.

“El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar” -General sun tzu-

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Consistenc­ia. Para el logro de la grandeza es necesario que todo líder posea una gran fuerza de voluntad y resistenci­a, coraje y determinac­ión, carisma e inteligenc­ia, y una creativida­d poderosa.
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