Un buen pronóstico para el 2018
El Eclesiastés nos recuerda lo inevitable de los cambios, hay tiempos para nacer y morir. El calendario occidental, que oscila desde el Romano, pasando por el Juliano hasta llegar al actual Gregoriano, llama años a un período de 365 días, o 366 si es bisiesto.
El lenguaje, que califica Saussure de “conjunto de simples convenciones”, interviene estas delimitaciones del paso del tiempo. Por ejemplo, enero es, para los hispanohablantes del mundo, el mes que inicia el año que en inglés se denomina ‘january’, en francés ‘janvier’ y no sé cómo se llama en chino porque no manejo ese difícil alfabeto de raros trazos que son más pinceladas que letras.
Aunque los dominicanos hablan cada vez peor el castellano, y nuestro vocabulario se ha reducido al mínimo, seguimos llamando enero al primer mes de cada año. Enero llegó, pues, hace justo seis días a República Dominicana. Empieza, según el almanaque, el año 2018.
Como es la tradición, casi nunca comprobada en los hechos, se especula sobre qué pasará en el año que llega.
Los pesimistas plantean que será un tiempo malo; los optimistas predicen que el nuevo año trae doce meses de prosperidad para todos.
El albur, ese extraño fenómeno del que nos habla el poeta Tony Raful, puede incidir para que unos u otros profetas se anoten aciertos en sus predicciones.
Aun si se aplica estricta y linealmente la ley de la lógica histórica, aquí y ahora en la República Dominicana pueden darse, a lo largo de los 12 meses del año que se inicia, cualquiera de estas dos especulaciones.
Desde el deterioro que la institucionalidad ha sufrido el recién pasado año, con los escándalos de corrupción, el silencio cómplice de la impunidad cubriendo el lodo, los préstamos que hipotecan hasta a mis bisnietos, el descarado abandono de los valores, el año 2018 parecería no poder transformar tantas miserias que lleve a enderezar la marcha. ¡Hay tanto que remediar! ¡que sancionar! ¡La tarea es tan ardua, se han achicado tanto los ánimos, que solo 52 años antes enfrentaron en un abril heroico al imperio!
Esa es una hipótesis, basada en pruebas evidentes que dan la razón al pesimismo, que siembra un sentimiento doloroso y amargo de que este pueblo va perdiendo sus esperanzas.
En los análisis de una situación problemática, no puede haber una sola hipótesis; la criticidad exige que otras indagaciones y reflexiones presenten otras caras del problema, otra posibilidad distinta.
¿Y si los dominicanos indignados nos empoderamos, como lo intenta lograr la Marcha Verde, con el grito manso de sus caminantes, demandamos el fin de la corrupción y la impunidad?
¿Y si ese impulso une a la sociedad civil y a los partidos políticos que no se hayan vendido, en una oleada de dignidad, para que en nombre de la justicia, luche por una sociedad con menos desigualdades. La hipótesis de que el año 2018 puede ser distinto, mejor, más digno para los que merecemos un país como el que soñaron Pedro Mir, Manuel del Cabral, Juan Bosch, Peña Gómez y sus predecesores trinitarios, no puede basarse en la experiencia de los últimos años.
No se debe mirar hacia atrás cuando se necesita coger impulso y dar un salto hacia adelante.
Es preciso, para formular esa hipótesis benigna, creer en ella, fijar metas, y construir el futuro, con decisión, con esperanza, con confianza y convicción inmutable de que el mal no dura para siempre.
Debemos entendernos primero, encontrar el denominador común: el retorno a la decencia, la construcción de una verdadera democracia, no solo formal, electoral, sino participativa.
Eso se puede lograr en jornadas de sensibilización y de participación en las que nos identifiquemos como protagonistas responsables, decididos a producir los cambios.
Parafraseando a un cantante al que admiro aun mucho, “este puede ser un buen año, y los siguientes también”.
Me sitúo entre los que sustentan la hipótesis optimista, creo que se puede siempre que así lo querramos.
Y ahora sí, con esta convicción puedo desear a mis lectores un próspero año nuevo.