Inicio de año
Nada es más aventurado en un orden seriamente científico, que las pretensiones de rastrear o hacer predicciones futuras para encerrar en fórmulas la psicología de los rasgos que caracterizan y perfilan una nación en el inició de un nuevo año. Año Nuevo es un simple día feriado en nuestro calendario, con la diferencia que en una gran mayoría de los continentes, la noche anterior se destapan varios corchos de Champagne con variadas bebidas espirituosas sin una agenda cívica ni un contenido litúrgico, solamente aprovechando la sensación escénica de que algo ha terminado y una nueva fecha debe comenzar.
Los seres humanos estamos muy dados a las creencias místicas, que las traducimos al empezar un nuevo año, en una excelente oportunidad para limpiar las cenizas de nuestros errores pasados y aprovechamos eufóricamente para invocar en voz alta que se nos conceda una buena salud para poder escuchar de una forma refrescante el repicar de las campanas de un nuevo año.
Hoy en día, hay una incertidumbre, con un lamento generalizado que las cosas están mal, y el gobierno de turno no responde, panorama que objetivamente motiva a los dominicanos a presagiar que se nos avecina una difícil situación, con un sentimiento pesimista por los desafíos económicos de nuestro endeudamiento que bien podría interpretarse como el punto negro de nuestra economía. Además la gran interrogante de cómo funcionará el Estado con los recursos disponibles en este próximo período arrastrado por una crisis de pugna interna en el partido de gobierno que crudamente deja ver rivalidades entre una facción que apuesta a la reelección y otra que resueltamente quiere la alternabilidad.
Sin ser una voz agorera, ojalá que el 2018, que se está iniciando lleno de muchos desafíos, nos impregne colectivamente a todos de una voluntad férrea, para renovar la esperanza y poder cristalizar nuestros propósitos de construir un mejor país sin llegar a retroceder ni llegar al desorden social.