EL PELIGRO DE SU CONSUMO EN EL PAÍS
Los catorce o quince fallecidos y una cuarentena de intoxicados por ingerir la bebida haitiana llamada clerén y la bebentina a borbotones en todo el país, evidencia algo que se tiene aquí muy disimulado: que la sociedad dominicana está alcoholizada.
El alcohol, que siempre estuvo en la vida de los dominicanos, ahora es santiguado por la abrumadora publicidad que lo patrocina y el respaldo de las autoridades del Ministerio de Interior y Policía al abrir el grifo durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
Las muertes de tantas personas en Pedro Santana, Elías Piña y las numerosas intoxicaciones que ocuparon la atención de Salud Pública y de los médicos de la región, era algo imprevisto pese a que la bebida haitiana se vende en los colmados.
Hace tiempo entre varios colegas se comentó que en los barrios de Santo Domingo se vendía el ron haitiano disfrazado en botellas del dominicano, con todo y su etiqueta. El clerén estaba disimulado debajo del mostrador de alimentos y se vendía con disimulo.
Es sorprendente que esa situación no fuera del conocimiento de la Policía, las autoridades de Salud Pública o las compañías licoreras, que bien pudieron promover una investigación sobre ese fenómeno que llegó a niveles de escándalo el fin de semana.
El clerén, cuya consideración en el mercado escapó a un interesante libro titulado El Colmado y que se publicó hace algunos años, ha sido la bebida de los haitianos más pobres que viven en el país y de sus pares dominicanos que no alcanzan para otra droga.
El libro fue escrito por Gerald F. Murphy, con patrocinio universitario dominicano, y él mismo ve al colmado desde una perspectiva histórica y cultural; analiza todo lo concerniente al abastecimiento de alimentos, su antropología social, el mercado y los negocios pequeños.
En la época en que se hizo esa investigación, el colmado vivía de la venta de alimentos, cosa que ha cambiado al son de la propaganda desmesurada que a lo más que llega es a decir a los consumidores: “Disfruta con moderación”, un eufemismo que disimula la hipocresía.
En las fiestas que acaban de pasar, Interior y Policía divulgó por las radios un anuncio hasta gracioso, que tenía en el fondo un viejo merengue muy popular, el cual decía en vez de “estas navidades van a ser candela”; “estas navidades van a ser muy buenas”.
El país alcoholizado
El país está alcoholizado irremediablemente. Es más, no tomar alcohol es un signo de ser antisocial. La bebida está presente en todas las actividades y se incrementa su consumo en las fiestas de Navidad y Año Nuevo y la Cuaresma, las fechas predilectas del cristianismo.
Ya para cuando propuso regalar un libro en lugar de un litro, don Rafael Herrera, un sabio zahorí al parecer, se adelantaba a los tiempos presentes en que el hedonismo, la vulgaridad y la desfachatez van de la mano con el comportamiento social ebrio.
Monotemáticos todo el año, los dominicanos beben cuando cumplen años, cuando se comprometen, cuando se casan, cuando están tristes, cuando están alegres, cuando se muere un familiar o llegan otros desde el exterior, si pasan de curso y si se gradúan en la universidad.
A la salida los viernes de los bancos comerciales y de muchas empresas, jóvenes varones y hembras tienen cita fija en algún lugar de bebidas alcohólicas. Alrededor de los campus universitarios bares que no lo disimulan venden tragos hasta desbordar la calle.
Nunca se ha cuantificado lo que cuesta al Estado las vidas perdidas en los accidentes que involucra el alcohol, ni el presupuesto de los hospitales que atienden a los heridos de accidentes o riñas personales o pasionales alentadas por las borracheras.
Un reconocido periodista dijo en televisión hace algún tiempo, ante la pregunta de cómo hacía sus artículos: “Con un buen trago al lado”, una afirmación en alguna forma sorprendente por múltiples razones, entre ellas por la valoración del producto final.
Las autoridades no hacen mucho para prevenir el consumo. Cuando se propuso y se aprobó en el Congreso Nacional el etiquetar las botellas con una advertencia de que el consumo del alcohol dañaba la salud, terminaron intercalando la palabra “excesivo”. La recaudación está detrás del invento de Interior y Policía, que este año tampoco pudo controlar el lanzamiento de montantes, como en los cuatro o cinco pasados, gracias a la dedicación en promover el peligro por parte de Huchi Lora y otros ciudadanos.
Lo del clerén, algo serio
El tema del clerén es más serio de lo que se ha presentado en los medios de comunicación. Tanto es así que obligó a Salud Pública a difundir a nivel nacional un anuncio en creole, la lengua vernácula de Haití, advirtiendo sobre el peligro de su consumo.
Solamente porque afectó a las zonas más depauperadas de la República Dominicana, no se han estado haciendo comparaciones, como por ejemplo, que murieron en la región de Pedro Santana y vecindades, la mitad de los fallecidos en accidentes de Navidad y Año Nuevo.
Según divulgó el pasado martes el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), en ese período de dos semanas ocurrieron 1,213 accidentes de tránsito, en los que fallecieron 31 personas y resultaron heridas 1,372. El alcohol estuvo presente en muchas de esas defunciones.
El caso del clerén se une a los problemas que dañan a los dos países que incluyen el retorno de la malaria, la leptospirosis y los embarazos en menores de edad y en mujeres jóvenes que contribuyen, para la histeria nacionalista, a ennegrecer el lado dominicano.
A la parte haitiana no le importa que su población se desborde. La dominicana no tiene coraje para enfrentarse a los poderes conservadores que niegan la planificación de las familias en todas sus causales e ignoran que las familias pequeñas viven mejor.