ÁNGELES DE VIDA QUE VELAN Y PROTEGEN SALUD DEL PACIENTE
Un grupo de médicos se entrega en cuerpo y alma para que los pacientes reciban la mejor de las atenciones.
El rostro de doña Dulce, una de las asiduas en la sala de infusiones de la Unidad del Instituto Nacional de Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavares (Incart), en el tiempo que permanece en el lugar más que tristeza, refleja esperanza, confianza. No es para menos, la calidez y familiaridad que brindan los ‘ángeles’ llamados médicos y enfermeras que allí habitan son capaces de curar el cuerpo y el alma de sus pacientes.
Como los demás pacientes, doña Dulce, llega a la unidad a recibir cualquier tipo de tratamiento ambulatorio de los que requieren menos de ocho horas, como es la aplicación de quimioterapia, transfusiones, inyecciones, hidratación y algunos otros procedimientos menores. Allí son contagiados con el cariño, amor y la jocosidad del personal especializado que ahí labora haciéndoles olvidar la verdadera razón por la que están en el centro asistencial, convirtiéndose en parte importante de la cura.
Está comprobado que la fuerza del amor es la medicina capaz de curar cualquier mal que afecte el cuerpo y el espíritu de las personas, la vocación y dedicación para ser médico o enfermera es uno de los mejores antídotos para curar cualquier enfermedad, o por lo menos ayudar a que así sea. Así lo entienden los médicos. “Aquí todos me han atendido muy bien y con cariño. Lo que más me gusta de estar aquí es el excelente trato humano que recibimos de las doctoras y enfermeras”, asegura doña Dulce con una tímida sonrisa, mientras recibía su tratamiento.
Ciertamente, como expli- ca el coordinador de Hospital de Día, José González Miniño: “La verdadera especialidad de nuestro personal no se obtiene en la universidad, porque se basa en el amor por aquellas personas que necesitan de una mano amiga que les brinde esperanza, fuerzas, motivación y el valor para sobrellevar este trago amargo de la vida”. Eso se pudo comprobar con el cariño que Leyla Salvador, una enfermera con 18 años de experiencia en el área de oncología, canaliza a una de sus pacientes y la jocosidad de sus palabras le hacen olvidar el pinchazo y de momento la enfermedad. Tanto es así, que hasta sufren cuando la enfermedad no cede ante el tratamiento y el amor con que se les aplica.
Las doctoras generales, Estervina Acosta, Evelyn Pérez y Lidia Brito, son las primeras en recibir a los pacientes que llegan a la unidad a recibir el tratamiento prescrito por el oncólogo, para evaluar si están aptos para que se les aplique el tratamiento. La oncóloga Jazmín Camacho Vilchez es otro de los ángeles de vida que habita en el Incart. Asegura que en los últimos años, un diagnóstico de cáncer no se ve como una sentencia de muerte, pero que aun así los pacientes necesitan ser tratados con amor.