La justicia
Luego de la obediencia a las mayorías y del respeto a la discrepancia, una de las principales fortalezas que tiene la democracia es la existencia de un adecuado sistema judicial tanto en lo concerniente a los jueces como al ministerio público. Un estado de derecho, y que no es otra cosa que una plataforma de prerrogativas, solo es sustentable cuando existen garantías de que la ley se aplicará sin tapujos y que los culpables no quedarán sin castigo. Si no ocurriese así, nadie cumpliría las normas, y ante un agravio la gente tomaría la justicia con sus propias manos.
De ahí la importancia de tener un sistema probo y diligente que resulte confiable a la población. En nuestro país el Poder Judicial ha avanzado mucho, sobre todo si lo comparamos 20 años atrás cuando tanto los procedimientos como las mismas infraestructuras eran asqueantes y deplorables. Por tanto proveer los recursos necesarios para que ese Poder del Estado pueda seguir avanzando es fundamental para la paz social. Sin embargo y pese a los evidentes avances, aún quedan muchas cosas pendientes para que la población pueda no solo sentirse en confianza con la justicia, sino para sentir que la misma es verdaderamente justa.
Cuestiones que no todas se resuelven con una mayor asignación presupuestaria, sino con la toma de decisiones, actitudes y posturas que calmen el desencanto de una población harta de ver cómo el supuesto brazo largo de la justicia se hace corto cuando de “pejes gordos” se trata.
De una justicia que abarate sus costos para que pueda ser utilizada por los menos pudientes y que evite que a los delincuentes se les haga más fácil salir de la cárcel que entrar o permanecer en ella y así detener la preocupante escalada de linchamientos que no es más que el reflejo del hartazgo y la impotencia colectiva.
Diligencias que aseguren que al sistema penitenciario no se les “mueran” reclusos que luego resultan estar vivos y prófugos, e iniciativas que hagan más efectivas las medidas cautelares para combatir de manera más eficaz el bochornoso flagelo de los feminicidios, entre otros temas para lo que más que dinero, lo que se requiere es acción y voluntad.